La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)
Espejito, espejito quien es más bonito?
Por Mordejai Wollenberg:
El Baal Shem Tov nos enseñó que la otra persona es como un espejo.
En esta parashá se habla sobre diferentes manchas físicas y condiciones que pueden afligir a una persona.
En el tratado talmúdico de Negaim, que se refiere sobre estos tipos de manchas y condiciones cita que “ Una persona ve todo tipo de manchas menos las de El mismo”. Se cuenta que un prominente doctor conocido por su generosidad pero también propenso a la soberbia y jactancia.
Un día, mientras viajaba vio al Rabino caminando. Se detuvo a ofrecerle llevarlo en su coche. Mientras viajaban, el doctor como costumbre comenzó hablar de sus logros. “ Uds sabe, Rabino yo tengo muchos pacientes que no pueden pagar pero nunca los eche”. Los trato exactamente igual que mis pacientes más pudientes” “ Yo también hago eso” respondió el rabino. El doctor pensó que quizá el rabino se estaba refiriendo a los consejos espirituales que les daba a sus “ Pacientes “ espirituales. También, continuó “ Muchas veces los pacientes precisan comprar medicamentos muy costosos. Si no lo pueden pagar, yo se los doy gratis”. “ Yo también hago eso” se reincorporó el rabino. Quizá se refiera a que a veces El le da a la gente ayuda material también, pensó el doctor. “ A veces las personas precisan días de cuidado luego de una operación. Se las doy voluntariamente, aunque yo tenga poco tiempo”. “ Yo también hago eso”. Así siguió, el doctor continuaba prodigándose elogios mientras el rabino contestaba cada vez “ Yo también hago eso”.
Eventualmente, el doctor no pudo contenerse más y le preguntó: “ Rabino, no entiendo, Uds no es un doctor. Cómo puede hacer todas esas cosas?
“ No, me refería a que yo también lo hago, yo también hablo sobre mis buenas cualidades “.
El Baal Shem Tov, fundador del Movimiento Jasidico, nos enseñó que la otra persona es como un espejo, si notamos fallas en los otros, es porque esas fallas existen en nosotros mismos. Esto no es un concepto tan extraño, es común en términos psicológicos hablar sobre una persona “ proyectando “ sus propias fallas en otro.
Es beneficioso para nosotros darnos cuenta que cuando vemos una falla en otro es porque debemos trabajar en aquella misma falta que se encuentra dentro nuestro. Cómo el Talmud y la historia así lo ilustran, tendemos a no notar nuestros propios defectos, pero los encontramos en otros. Todo el mundo es un espejo diseñado en mostrarnos cómo debemos trabajar en nosotros mismos y en nuestras deficiencias.
Una vez que nos damos cuenta de esto, y entendemos que las fallas que vemos en otra persona son una forma en la que la Divina Providencia nos muestra nuestras incorrecciones, nos es mucho más fácil ser más tolerantes y comprensivos con los otros.
Shabat Shalom Umeboraj Ve Jodesh Tov
Marcelo Mann
Estudiando la Parashá
Por el Rabino Jonathan Sacks
El poder del elogio
Cada tanto algunas parejas vienen a verme antes de casarse. A veces me preguntan si tengo algún consejo que darles para favorecer su matrimonio. Les contesto dándoles una simple sugerencia. Sus efectos son casi mágicos. Hará que su relación sea fuerte y de otras maneras inesperadas transformará sus vidas.
Deben comprometerse a seguir el siguiente ritual: una vez al día, generalmente hacia el final de la jornada, deben elogiar uno al otro por algún hecho que hayan realizado ese día, por pequeño que sea: una acción, una palabra, un gesto bondadoso o sensible, una iniciativa generosa o una atención especial. El elogio debe centrarse en ese evento, no una generalización. Debe ser genuino, debe venir del corazón. Y el o ella deben aprender a aceptar el elogio.
Eso es todo. Lleva solo uno o dos minutos. Pero debe hacerse, no de vez en cuando, sino todos los días. Yo aprendí esto en forma muy inesperada.
He escrito en otras oportunidades sobre Lena Rustin, una de las personas más impactantes que he conocido. Era una fonoaudióloga especializada en tratar niños tartamudos. Fundó el Centro Michael Palin para el tratamiento de problemas de dicción en Londres, y tenía un enfoque único para su labor. Muchos de sus colegas se concentran en técnicas de dicción y respiración, y sobre el paciente en particular (trabajaba con niños de un promedio de cinco años de edad). Lena hizo más que eso. Se concentró en las relaciones familiares, trabajando con los padres, no sólo con los niños.
Su postura era que para curar el tartamudeo se debía hacer algo más que ayudar al niño a hablar fluidamente. Debía cambiar el entorno familiar. Las familias tienden a crear un equilibrio. Si el niño tartamudea, el resto de la familia se adapta a ello. Por lo tanto, si se quiere que el niño deje de hacerlo, todas las relaciones intrafamiliares deben ser replanteadas. No solo es el niño el que debe cambiar. Deben cambiar todos.
Pero el cambio a nivel básico es muy difícil. Tendemos a adptarnos a determinadas formas de comportamiento hasta que se vuelven cómodas, como si fuera un viejo sillón gastado. Cómo se hace para crear una atmósfera familiar que aliente el cambio sin que sea amenazante? La respuesta que encontró Lena fue el elogio. Le dijo a las familias con las cuales estaba trabajando que debían percibir a algún miembro de la familia haciendo algo bien, y decirlo, específica, positiva y sinceramente. Cada integrante de la familia, pero especialmente los padres, debían aprender a dar y recibir elogios.
Viéndola trabajar empecé a darme cuenta de que ella estaba generando en cada hogar, un clima de respeto mutuo y una continua afirmación positiva. Estaba convencida de que generaría una sensación de confianza, no sólo para el niño a tratar, sino para todos los integrantes de la familia. La resultante sería crear un clima en el cual el cambio fuera posible, ayudando a los demás integrantes a intentarlo.
Yo filmé el trabajo de Lena para un documental que hice para la BBC acerca de la situación de la familia en Gran Bretaña. También entrevisté a algunos de los padres que habían trabajado con ella. Cuando les pregunté si Lena había ayudado a su hijo o hija, no sólo dijeron que sí, sino que afirmaron que había contribuido a salvar su matrimonio. Era extraordinario. Al fin y al cabo, no era una consejera matrimonial sino fonoaudióloga. Pero era tan poderoso ese simple ritual que tuvo efectos secundarios sustanciales, uno de los cuales fue el de transformar la relación de la pareja.
Menciono esto por dos razones, una obvia, la otra no tanto. La obvia es que los sabios estuvieron perplejos acerca del tema central de Tazria-Metzorá, la enfermedad cutánea conocido como tsaraat. Por qué motivo debía la Torá dedicar tanta extensión a este tema? Al fin y al cabo, no es un tratado de medicina, sino de ley, de moral y de espiritualidad.
La respuesta que dieron era que la tsaraat era un castigo por lashon hará: expresiones malvadas o despectivas. Citaron el caso de Miriam que habló peyorativamente de su hermano Moshé y fue castigada con tsaraat durante siete días (Núm.12). También señalaron el episodio de la zarza ardiente, en el cual Moshé se refirió críticamente a los israelitas, y su mano resultó afectada brevemente por la afección (Ex.:4:1-7).
Los sabios se expresaron más dramáticamente sobre lashon hará que sobre cualquier otra trasgresión. Afirmaron que era un pecado tan grave como los tres pecados cardinales juntos: la idolatría, el incesto y el asesinato. Dijeron que la consecuencia sería como si matara a tres personas: al que lo dice, al que se refiere, y al interlocutor. (1) Y en lo referente a Tazria Metzorá, dijeron que el castigo estaba en concordancia con el pecado. El que comete lashon hará crea malestar en el campamento. Por eso el castigo de metsorá (la persona que tiene tsaraat) era que debía alejarse temporalmente del mismo. (2)
Por ahora, todo muy claro: No chismear. (Lev. 19: 16). No calumniar. No hablar mal del prójimo. El judaísmo tiene una ética rigurosa y detallada acerca del habla porque entiende que “la vida y la muerte están en el dominio de la lengua” (Prov. 18: 21). El judaísmo es una religión más del oído que de la vista, más de palabras que de imágenes. Dios creó el mundo natural con palabras y nosotros creamos o dañamos el mundo social con palabras. Nosotros no decimos (como la expresión inglesa) “las palabras y las piedras nos pueden romper los huesos, pero las palabras nunca me lastimarán.” Por el contrario, las palabras pueden causar heridas emocionales que pueden ser tan o quizás más dolorosas que las físicas.
Por lo tanto, la premisa de Lena Rustin era la opuesta a lashon hará. Es lashon hatov, mensaje bueno, positivo, alentador. Según Maimónides, elogiar a una persona forma parte del precepto “amarás al prójimo como a ti mismo.” (3) Eso está bien claro.
Pero a un nivel más profundo, hay un motivo por el cual es difícil curar a la gente de lashon hará, y aun más curarlos de la tendencia al chisme en general. El sociólogo norteamericano Samuel Heilman escribió en su incisivo libro Synagogue Life acerca de las congregaciones ortodoxas modernas, de la cual él era miembro. (4) Dedicó un extenso capítulo a los chismes de la sinagoga. Decir y recibir chismes, decía, es más o menos constitutivo de ser parte de la comunidad. Abstenerse de hacerlo lo define como no perteneciente al grupo.
El chisme, decía, es parte del “sistema estricto de intercambio obligatorio.” La persona que rechaza totalmente el chisme, ya sea como dador o receptor, corre el riesgo de ser “estigmatizado” y en el peor de los casos “ser excluído de la actividad central de la vida colectiva y social.” En síntesis, el chisme es una condición vital de la comunidad.
Entendamos que no sólo Heilman sino todo miembro adulto de la comunidad sabía perfectamente que el chisme está prohibido en la Torá y que el lenguaje peyorativo, lashon hará, está entre los pecados más graves. También sabían del daño causado por alguien que produce más chismes de los que recibe. Empleaban la palabra en idish yenta para describir a esa persona. Pese a esto, la sinagoga no dejaba de ser un sistema no menor de creación y distribución del chisme.
Synagogue Life fue publicado veinte años antes de que el antropólogo de Oxford, Robin Dunbar, publicara su famoso libro, Grooming, Gossip and the Evolution of Language. (5) La postura de Dunbar era que en la naturaleza, los grupos se cohesionan dedicando una considerable cantidad de tiempo a construir relaciones y alianzas. Los primates no humanos lo hacen mediante el “grooming,” acariciando y limpiando la piel del otro (de ahí la expresión [inglesa] “si tú me rascas la espalda, yo te rascaré la tuya”). Pero esto lleva mucho tiempo, y pone un límite al tamaño del grupo.
Los seres humanos desarrollaron un lenguaje más efectivo que el “grooming”. Se puede acariciar solamente un animal o un ser humano a la vez pero se puede hablar a varios al mismo tiempo. La forma específica del lenguaje que liga, dice Dunbar, es el chisme – porque es la forma en la cual el grupo puede aprender en quién confiar y en quién no. Por lo tanto el chisme no es una forma de hablar con otros. De acuerdo a Dunbar, es la forma más primaria del uso del lenguaje. Es el motivo primario por el cual los humanos desarrollaron el lenguaje. El relato de Heilman de la sinagoga corresponde perfectamente a esta ubicación. El chisme crea la comunidad, que sería imposible sin el chisme.
Si esto es así, se explica por qué la prohibición del chisme y lashon hará es tan frecuentemente juzgada por su transgresión y no por su cumplimiento. Es tan frecuente lashon hará que uno de los gigantes del judaísmo moderno, R. Yisrael Meir ha-Cohen (el Jofetz Jaim) dedicó gran parte de su vida a combatirla. Pero aún persiste, como lo puede certificar por propia experiencia cualquier persona que haya formado parte de un grupo. Sabes que está mal, pero tanto tú como los demás lo practican.
Es por eso que me pareció que el trabajo de Lena Rustin tiene implicancias espirituales tan profundas. Su trabajo no tenía nada que ver con el chisme, pero sin querer descubrió uno de los antídotos más potentes contra lashon hará que se hayan inventado. Enseñó a la gente a practicar el hábito de hablar bien del otro. Les enseñó a elogiar, diariamente, específica y sinceramente. Cualquiera que haya usado la técnica de Lena por un período prolongado se curará de lashon hará. Es el antídoto más efectivo que conozco.
Aún más, su técnica transforma las relaciones y salva matrimonios. Cura lo que lashon hará daña. El discurso malvado destruye relaciones. El benévolo las repara. Esto funciona no solo para matrimonios y familias sino también en comunidades, organizaciones y empresas. Por lo tanto: si una relación te interesa, elógiala diariamente. Ver y elogiar lo bueno de la gente los hace mejores personas, te hace a ti una mejor persona y fortalece el vínculo entre ambos. Esta es una idea que cambia la vida.
Shabat Shalom
(1) Maimónides, Hiljot Deot 7:3.
(2) Arajin 16b.
(3) Maimónides, Hiljot Deot 6:3. En otros trabajos he tratado el tema del pasaje en Arajin 16a, que dice que uno no debe elogiar a otros por temor a que otros estén en desacuerdo. Con respecto a las posturas de Rashi y Rambam sobre esto, ver Covenant and Conversation, Leviticus,: The Book of Holiness, Maggid, 2015, 223-27.
(4) Samuel Heilman, Synagogue Life: a study in symbolic interaction, University of Chicago Press, 1976, 152-192.
(5) Robin Dunbar, Grooming, Gossip and the Evolution of Language, London, Faber,1997.