Hace tan solo 10 años, el pronóstico para quienes padecían hepatitis C (VHC) en etapa terminal era sombrío. Los tratamientos estándar disponibles en ese momento eran dudosos e incluían inyecciones junto con medicamentos orales que debían tomarse durante un año, los efectos secundarios eran brutales y la tasa de sanación era solo del 50%, dejando un trasplante de hígado como único recurso.
Las cosas cambiaron drásticamente en 2013, con la introducción de los revolucionarios fármacos antivirales de acción directa (AAD). Los nuevos medicamentos se administran vía oral durante un promedio de 3 meses, muestran efectos secundarios insignificantes y son efectivos en el 95% de los casos.