Hay lugares que permanecen escondidos durante siglos. Sitios históricos que resisten el paso del tiempo y se mantienen invisibles sin querer ser descubiertos. Como Machu Picchu en Perú, que estuvo oculto por más de 500 años hasta que el hacendado cusqueño Agustín Lizárraga descubrió la ciudad perdida de los Incas en 1902; o la antigua ciudad romana de Pompeya, que fue sepultada por la violenta erupción del volcán Vesubio en el año 79 y fue redescubierta más de un milenio y medio después, en 1748, de manera casual; o la tumba de Tutankamón, que captó la atención del mundo, en 1922, cuando Howard Carter halló la sepultura del faraón egipcio tres mil años después de su muerte.