En este contexto, la asimilación judía comenzó de nuevo entre los judíos ashkenazíes en gran escala hacia finales del siglo XVIII en Europa central y oriental, principalmente en Alemania, Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Ucrania, Rumania, Moldavia, Rusia, Bielorrusia, Lituania y Letonia.