El relato de Januká nos cuenta cómo después de morir Matatiahu, su hijo Yehudá tomó el liderazgo de la rebelión, y guió a los judíos a un triunfo milagroso que liberó a Jerusalén y al Templo en el año 164 AEC.

Debido a su fiereza como guerrero y a su sorprendente capacidad como estratega militar, fue llamado “el martillo”.