Rab. Yerahmiel Barilka
Hace mucho tiempo, en los días en que éramos agricultores y pastores en la Tierra de Israel, la Torá nos enseñaba que cuando recogíamos nuestras cosechas, debíamos poner los primeros frutos de nuestra recolección en una canasta y llevarlos como ofrenda a Dios. En este pasaje, la Torá relata la única oración de la antigüedad de la cual todavía tenemos un registro. Es tan elocuente como simple: “El sacerdote (hacohen) tomará la canasta de tu mano y la depositará frente al altar del Eterno tu Dios. Luego recitarás lo siguiente ante el Eterno tu Dios: “Mi padre era un (arameo) sirio a punto de perecer; y procedió a bajar a Egipto y a residir allí como forastero con muy pocas personas en número; pero allí llegó a ser una nación grande, poderosa y numerosa.… Leer más