LA GENERACIÓN DEL DILUVIO
Cuando Dios creó al hombre le concedió la neshamá, su alma: su inteligencia, su capacidad de pensar, analizar, evaluar y elegir. Estas facultades con las cuales el Creador dotó al ser humano fueron definidas por el texto Bíblico como “la imagen y semejanza de Dios”. El hombre, efectivamente, no fue creado al igual que otros seres vivos que habitan en la naturaleza. El ser humano fue concebido como un ser sobrenatural, con la posibilidad de elegir entre el bien y el mal: seguir los dictamines del Creador o los deseos de su cuerpo terrenal.





