Ricardo Sánchez Serra*
Migrar es un derecho humano, reconocido por tratados internacionales, pero debe ser legal y sujeto a las normas de los países de destino.
La migración ilegal a Europa es un dolor de cabeza para los gobernantes, que se ven superados por esta ola. Además, algunos migrantes tratan de imponer sus costumbres, lo que provoca xenofobia y discriminación como reacción defensiva de la sociedad, y coloca en aprietos a las democracias, que terminan votando por opciones radicales.
Igual sucede en Estados Unidos, en donde cerca de un millón y medio de personas ingresan ilegalmente cada año, aumentando en parte la violencia, causando problemas en la seguridad nacional porque no se sabe quiénes ingresan y generando tensiones sociales y culturales.