Jeremías vivió en el reino de Judá antes de su caída a manos de los Babilonios y la consecuente destrucción del Beit HaMikdash y el exilio. Después de la destrucción del Gran Templo de Jerusalem, Jeremías también se exilió, pero en Egipto.
Jeremías difundió su profecía por todo el Reino de Juda y ella se basaba en los castigos que recibirían los judíos si no abandonaban su conducta y no retornaban a la senda de Adon-i.
Esta profecía, como muchos pasajes de la Torá, nos dice que el que se mantiene en la senda de Adon-i será como “un árbol a la vera de un río, que extiende sus raíces junto a la corriente, será fructífero y sus hojas estarán verdes aun en tiempos de sequía.