El análisis clínico lo inició el profesor Yaakov Nahmias de la Universidad Hebrea de Jerusalén. A él lo acompañó el colega Shlomo Maayan, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciones del Centro Médico de Barzilai de Ashkelon.
Los resultados logrados de las pruebas de laboratorio, confirmados por equipos internacionales, se dieron en octubre del año pasado y demostraron la eficacia del medicamento. Las conclusiones fueron dos: se logró la reducción del daño de las células pulmonares y el bloqueo de respiración del virus.
El estudio se hizo sobre 15 pacientes graves con neumonía que precisaban soporte de oxígeno. Ellos recibieron 145 mg por día de fenofibrato durante diez días y se controlaron para determinar la progresión.
Los resultados los publicaron en Research Square, una plataforma multidisciplinaria. Allí, profesores, médicos y estudiantes compartieron su trabajo antes de enviar su trabajo a una revista científica.
El comunicado del estudio realizado confirmó que “los marcadores de inflamación progresiva, que son el sello distintivo del deterioro del COVID-19, disminuyeron en las 48 horas posteriores al tratamiento. Además, 14 de los 15 pacientes graves no requirieron soporte de oxígeno dentro de una semana de tratamiento, mientras que los registros históricos muestran que la gran mayoría de los pacientes graves tratados con el estándar de atención requieren soporte respiratorio prolongado”.
Por último, el otro dato alentador del análisis es que, tras una semana, el 93,3% de los pacientes no requirieron más oxígeno. Esto se dio debido a que el fármaco, aprobado en 1975 por la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos), es para uso a largo plazo y presenta un sólido historial de seguridad.