La Fiscalía alemana estima que la condena a una exsecretaria nazi no será la última

«Todavía no hemos terminado», afirmó al semanario «Der Spiegel» el fiscal Thomas Will, responsable del departamento central de Justicia para el esclarecimiento de los crímenes del nazismo.

De acuerdo con sus datos, actualmente están en curso cinco procedimientos en distintos distritos del país por complicidad de los asesinatos del nazismo, de los cuales al menos dos derivarán «pronto» en una acusación formal.

Estas diligencias en curso se dirigen contra antiguos miembros de las SS hitlerianas o guardias de campos de concentración.

La sentencia dictada ayer contra Irmgard Furchner, quien fue condenada a dos años de libertad condicional por complicidad en el asesinato de más de 10.500 prisioneros, puede abrir el paso a otros casos contra empleados civiles de campos de concentración.

El proceso contra Furchner llevó 14 meses, sobre un sumario contenido en unas 3.600 páginas y acompañado por las declaraciones de catorce testigos, ocho de ellos supervivientes del campo de Stutthof, en la Polonia ocupada.

El juicio fue extremadamente complejo, ya que su inicio tuvo que posponerse por haberse dado a la fuga la acusada justo el día previsto para la primera vista.

Arrancó finalmente el 19 de octubre del año pasado, pero entre marzo y abril quedó interrumpido por enfermedad de la acusada.

La procesada trabajó entre junio de 1943 y abril de 1945, de los 18 a los 19 años, en calidad de empleada civil como taquígrafa y mecanógrafa de la comandancia en el campo nazi de Stutthof, cerca de Gdansk.

En el campo de concentración de Stutthof murieron alrededor de 65.000 prisioneros, principalmente por debilitamiento y enfermedad. Al menos 200 prisioneros fueron asesinados con ciclón B.

Su juicio se inscribe en la serie de procesos tardíos abiertos a raíz del precedente creado por John Demjanjuk, el ucraniano condenado en 2011 a cinco años por complicidad en las muertes del campo de Sobibor, en la Polonia ocupada.

Fue un proceso muy complejo, ya que el encausado se había exiliado tras la II Guerra Mundial a Estados Unidos, cuya nacionalidad adoptó.

Los abogados y la familia de Demjanjuk agotaron todos los recursos judiciales hasta que finalmente fue extraditado a Alemania.

El procesado asistió a su juicio en una camilla, no llegó a pronunciarse nunca sobre los cargos que le imputaban y murió unos meses después de escuchar sentencia en un asilo de ancianos.

Pero su sentencia sentó jurisprudencia y le siguieron otros juicios por complicidad en los crímenes del nazismo, siempre marcados por interrupciones y alegaciones sobre la precaria salud del acusado.

Pese a su complejidad, la Justicia alemana sentó ante tribunales a otros encausados como el llamado «contable de Auschwitz», Oskar Gröning, quien en 2015 fue condenado a cuatro años de cárcel por complicidad en las muertes de 300.000 judíos ocurridas mientras sirvió en el que fue el mayor campo de exterminio nazi.

Algunos procedimientos no llegaron a prosperar por la incapacidad mental o física del acusado para asistir al proceso o la imposibilidad de sustentar los cargos en testimonios de supervivientes.

Para los representantes de la acusación particular y colectivos de víctimas, el sentido de estos juicios no es someter a nonagenarios a la tortura de un proceso, tras el cual se dictan sentencias más bien simbólicas, sino sostener el principio de que los crímenes del nazismo no prescriben. EFE

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