Las dos caras de una misma moneda y un desafío a la inteligencia

En esta primera columna del año, se abordará un término expresado en las dos últimas columnas de diciembre pasado, “Geopolítica Espacial o Geopolítica del Espacio”, y que nos hará reflexionar, que el futuro ya es presente.

 

Es así, que veremos como los conflictos y las crisis entre los Estados, también se proyectan al espacio exterior, dando lugar a una interdependencia en el campo de la ciencia y la tecnología, que si bien abre posibilidades a grandes beneficios para la Humanidad, por el tipo de relaciones señaladas, encierra también ciertos riesgos a la Seguridad Internacional, y obliga a gestionarlos.

 

En un pasado, muy reciente, lo espacial y lo terrestre parecían seguir caminos paralelos, sin embargo, pero ya en el presente siglo, y debido al desarrollo digital, la proliferación satelital y el consiguiente incremento de complejas infraestructuras relacionadas con el control de los sistemas de comunicación, aquel paralelismo ha derivado en una enlazamiento de ambos senderos y se constituyen así, en servicios estratégicos.

 

Este nuevo escenario, también muestra que este ámbito ya no es exclusiva de los Estados, pues el potencial de estos servicios también involucra la participación del sector privado, como el caso expuesto en una de aquellas dos columnas del año pasado, el caso de la firma japonesa Space X, que el 11 de diciembre puso en órbita la sonda Hakuto – R, Misión 1, con un pequeño vehículo de exploración lunar, con el objetivo de permitir a instituciones estatales como privadas, a llevar a cabo misiones en la Luna utilizando estas naves a bajo costes.

 

Este nuevo cuadro de situación, donde se interrelacionan la esfera gubernamental con las empresas o consorcios privados, quedó en evidencia cuando dio comienzo el conflicto ruso – ucraniano, pues Moscú dirigió ciberataques masivos a la estructura de moderns satelitales de Ucrania y de otros países europeos, lo que causó la desactivación de aquellos, y es así que en marzo del año pasado, la empresa nipona mencionada, Space X, a través de terminales de Internet satelital Starlink, restituyó el acceso a las comunicaciones.

 

Esto arroja una lección, que si uno o más satélites se ven afectados en sus comunicaciones por ese tipo de ataque, se pueden fijar nuevas rutas, como asimismo, estos servicios espaciales que son importantes y esenciales para la esfera de la vida moderna, también los son para la Defensa y la Seguridad Estratégica de los Estados, lo que demuestra que los servicios en el espacio exterior, pueden ser potencialmente blancos de ciberataques, como  proyección de los conflictos geopolíticos, y nos plantea el desarrollo de servicios y tecnologías que minimicen o anulen las vulnerabilidades cibernéticas.

 

Y esto, involucra a todos los eslabones de una compleja infraestructura, desde los fabricantes de hardware, por quienes desarrollan los software,  las empresas del sector y por supuesto, los gobiernos, todo lo cual implica la regularización de una normativa internacional que por ejemplo, posibilite una resiliencia cibernética efectiva y eficiente para afrontar eventos accidentales o intencionales, y de esta manera, puedan proveer una mayor y mejor seguridad.

 

Es claro, que el ámbito espacial, tanto su exploración, explotación y dominio, tendrá influencia y consecuencias en las ya complejas e interdependientes relaciones internacionales, caracterizadas por las recurrentes crisis y conflictos.

 

Esto nos lleva a abordar la cuestión de la militarización y proliferación armamentística del espacio exterior, donde no sólo involucra a las grandes potencias, sino también a países en vías de desarrollo que poseen capacidades espaciales, propias o no, en sus territorios, como es el caso de muchos países sudamericanos, un ejemplo, Argentina y la base china en la provincia de Neuquén, algo que cuestiona seriamente los más elementales principios de la Defensa Nacional.

 

Como se puede apreciar, la neutralidad del espacio exterior hasta el presente es simplemente una declamación de intensiones, pues recordemos, la apuesta tecnológica – militar espacial de los EE.UU. que posibilitó el final de la Guerra Fría, la llamada “Guerra de las Galaxias”.

 

Hoy en día, las grandes potencias tienen como objetivo la militarización del espacio exterior, que se traduce en sofisticados sistemas armamentísticos, como lo son, los de defensa contra misiles balísticos, armas láser antimisiles y los sistemas antisatélites, y aunque esto plantea serias amenazas a la Seguridad Global, el proceso de militarización espacial parece inevitable, y constituye un ámbito más de disputa en la carrera por el liderazgo mundial.

 

Esta disputa del espacio exterior, donde la tecnología digital y satelital son fundamentales, obligan a repensar no sólo tácticas y estrategias a nivel terrestre, sino al desarrollo de nuevos medios e instrumentos militares, por lo cual, los escenarios bélicos no sólo se limitarán a los tres tradicionales, aire, mar y tierra, sino que ahora se suma el espacio exterior.

 

Por eso, el desarrollo y utilización dual de la tecnología espacial es directamente proporcional al creciente valor estratégico del espacio exterior, que involucran nuevos sistemas y doctrinas militares, pues tal como lo dijera el presidente estadounidense Donald Trump, “el espacio exterior constituye el próximo dominio de la guerra”.

 

Por lo tanto, la militarización de este nuevo escenario y el desarrollo de tecnología dual espacial, son esenciales para la reconfiguración del rol del complejo militar y su misión estratégica, en función de articular políticas de defensa eficientes y eficaces, sean grandes potencias o bien países en vías de desarrollo, que en el caso particular de los latinoamericanos, sería bueno recordar una frase del ya fallecido politólogo y profesor de la Universidad de Harvard, el brasileño Helio Jaguaribe de Mattos, que dijo, “…el grado de progreso de la política científico – tecnológica, y por lo tanto la espacial, a nivel nacional, determina la capacidad de desarrollo y supremacía de carácter autónomo y endógeno, que puede alcanzar una nación…”.

 

Por otro lado, históricamente el Hombre ha buscado a través de la exploración y explotación de recursos naturales su control, y esto se proyecta ahora al espacio exterior y por ende objeto de análisis de la Geopolítica Espacial, y en este ámbito existe una legislación ratificada por 110 países, el Tratado del Espacio, de 1967, que en su Artículo 2 establece que el espacio exterior, incluida la Luna y los demás cuerpos celestes, no pueden ser objeto de apropiación nacional, pero no incluye la explotación, aunque está abierto a la exploración y utilización de todos los Estados, y no se puede dejar de señalar el Artículo 4, que se refiere a la prohibición de colocar en órbita objetos portadores de armas nucleares o de destrucción masiva, y recordemos como ya se reseñó, la militarización del espacio exterior es una realidad, y algo más, Argentina ratificó este tratado, acotación hecho por el caso de la base china antes indicada.

 

Pero volviendo a los recursos naturales y el espacio exterior, hay factores que determinan la búsqueda de aquellos y se corresponden a una realidad terrestre como ser, la escases de agua potable, la disminución de tierras cultivables, el crecimiento demográfico y el urbano, la mayor dependencia tecnológica, entre algunas de las acuciantes necesidades.

 

Es por esto, que los principales actores estatales han diagramado estrategias para la búsqueda de recursos y minerales estratégicos en el espacio exterior, pues históricamente, siempre ha habido Estados que buscan poseer la tecnología y los recursos que conllevan poder e influencia, algo que se refleja en los programas espaciales de EE.UU., China, Japón y Rusia.

 

Recursos como el agua/hielo, minerales estratégicos como platino, cobalto, hierro, níquel, oro, plata, aluminio, calcio, silicio, magnesio, fósforo, tierras raras como el neodimio, el cesio y el lantano, isótopos de Hidrógeno como el Helio 3, están presentes en distintos cuerpos celestes, y no sólo son objetivos de los gobiernos de los Estados mencionados, sino también de empresas y complejos privados dedicados, en lo inmediato, a la minería lunar, como por ejemplo, la china Origin Space, la estadounidense Deep Space Industries, o la  británica Asteroid Mining Corporation, lo que nos muestra que el atractivo comercial en el sector espacial constituirá un nuevo mercado que formará parte de la Economía Global.

 

Finalizando la columna de hoy, después de todo lo reseñado, no es para nada errado decir, que la Geopolítica y la Geopolítica Espacial son dos caras de la misma moneda, o quizás con rigor más académico, que la Geopolítica del Espacio Exterior es una categoría de análisis dentro de la Geopolítica, pero cualquiera de ambas, y entendiendo a ésta como la disciplina que estudia los efectos de la geografía física y la geografía humana sobre la política, la economía y las relaciones internacionales, es innegable que el objeto de análisis se proyecta al espacio exterior,  un escenario que también se caracterizará por una interdependencia compleja, con sus conflictos y crisis emergentes, que definitivamente son inherentes a la naturaleza humana, que nos recuerda el “homo homini lupus” de Plauto, el “hombre es lobo del hombre”, lo que nos plantea un desafío a la Humanidad y por esto, la frase elegida es del gran Albert Einstein que dijo, “…la medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar…”