Los judíos y el tango – Parte 2

 Mordejai David Glücksman fue un pionero en las industrias cinematográfica y discográfica argentinas. Tuvo también una intensa participación en la vida comunitaria judía argentina. Fue presidente de la Congregación Israelita de la República Argentina desde 1922 hasta su muerte y un artífice de la construcción y la inauguración de la actual sede de su templo en la calle Libertad el 10 de julio de 1932. A su vez, desde la Congregación participó de la creación de una cantidad de instituciones judías de beneficencia que perduran hasta el día de hoy.

Vista de la entrada al Teatro Odeón desde calle Esmeralda (año 1900) – Foto: Wikipedia – Dominio Público

Nacido en Chérnovitz, Rumania, en 1875, Max Glücksmann llegó a Buenos Aires a los 15 años, en 1890. Comenzó a trabajar como cadete en Casa Lepage, del barón belga Enrique Lepage, que se dedicaba a la fotografía. Este trabajo le cambiaría la vida. Su empleador le dijo: “Ah, Glücksmann. Hombre de suerte”, que es lo que su apellido significa en alemán.

Y sí que lo era. Mientras caminaba con un compañero que había conocido en el barco, quedó atrapado en medio del fuego cruzado entre partidarios y opositores de la Revolución del Parque (una insurrección cívico-militar producida en la Argentina el 26 de julio de 1890 dirigida por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña, entre otros), Mordechai (Max) sobrevivió. Su amigo, no. La suerte de su apellido lo acompañaba.

En poco tiempo se convirtió en gerente, pero lo suyo no fue sólo cuestión de azar: era un hombre de acción. En 1904 fue designado representante de la empresa alemana International Talking Machine Company, dueña de la discográfica Odeon, para la importación y venta de discos y fonógrafos. Diez años después, en 1914, Max Glücksmann ya había capturado totalmente el mercado discográfico del tango.

Carlos Gardel en 1933 – Foto: Wikipedia – Dominio Público

La empresa Odeon se convirtió en sinónimo de la producción nacional. Instaló en el entrepiso del Grand Splendid una sala de grabación. Allí fue donde eternizó por primera la voz del Zorzal Criollo, Carlos Gardel. “Don Max fue mi Colón y mi Juan de Garay”, reconocía Gardel, “Cuando nadie creía en mí, él aventuró una ponchada de pesos haciéndome grabar mis primeros discos. Salían despacio, pero salían. Pronto inundaron el país. Después América”.

Su espíritu creativo lo llevó a experimentar con las novedades tecnológicas del siglo XX. Manipulaba una máquina fotográfica de fuelle y revelaba sus fotos en un cuartito de su casa, pero estaba fascinado por el naciente cinematógrafo.

En 1896, luego de cinco años de trabajo con Lepage, se realizó la primera proyección fílmica en Buenos Aires, en el teatro Odeón, a la que asistieron el barón Lepage, Glücksmann y Eugenio Py, otro de los empleados y comprendió de inmediato el impacto social que significaría el cine.

Arregló con su empleador y partió a París con el fin de negociar con los hermanos Lumiére la adquisición de su producto. Pero no se lo vendieron. Entonces, optó por comprar un cronofotógrafo Elgé, vendido por el inventor Leon Gaumont y consiguió algo más importante: un contrato para la representación exclusiva en América del Sur de la firma Pathé Freres. De esta manera, Casa Lepage fue la primera en importar y vender aparatos proyectores y filmadoras.

En 1908, Enrique Lepage regresó a Europa definitivamente y su antiguo cadete le compró el negocio. Fue el gran salto en la carrera empresarial del emprendedor. Una de las características de su estilo fue la diversificación. No se quedaba con un solo negocio. Su visión le permitió estar un paso más adelante que cualquier hombre de negocios y anticiparse al avance de la tecnología.

Pero Glücksmann, visionario y pionero en la industria, no se quedó sólo con las proyecciones. En 1900, apenas cuatro años después del invento de los Lumière, produjo el primer documental de la historia argentina, junto con Eugenio Py, filmando la visita del presidente brasileño Campos Salles. Abrió así una empresa que producía documentales y noticieros para el cine, el antecesor de «Sucesos Argentinos». La nueva firma se llamó Cinematografía Max Glücskmann.

Fue productor del primer largometraje argentino: “Amalia” y los films pioneros en la industria nacional: “La bandera Argentina” y “El fusilamiento de Dorrego”, Glücksmann era el Thomas Alva Edison rioplatense.

Comprometido con este nuevo lenguaje, constituyó una cadena de comercios “Max Glücksman” con artículos fotográficos. Paralelamente, como parte de su estrategia de diversificación de mercados, Glücksmann fue abriendo salas de cine-teatro. La construcción de la principal demandó dos años y se concluyó en 1919. Nos referimos al cine-teatro Grand Splendid (hoy sede de la librería El Ateneo), en la avenida Santa Fe, en Buenos Aires.

También fue dueño del Palace Theatre y del Select Lavalle, entre otros. El entusiasta Max llegó a tener más de cien salas a lo largo de su vida, en Buenos Aires y Montevideo.

Actualmente si uno se acerca hasta la bellísima librería El Ateneo en la Avenida Santa Fe, lugar de culto para bibliófilos y turistas, en su interior, en el marco superior del imponente escenario se conserva aún un medallón con las letras MG. Son sus iniciales que se encuentran allí desde que fundó esta joya arquitectónica en 1919 como cine y teatro Grand Splendid.

Sin descuidar sus otros negocios, vio una veta en 1922, cuando Pathé inventó el «Pathè Baby», un proyector y cinematógrafo familiar. Y no se equivocó. Fue un boom de ventas entre la clase más acomodada de la sociedad argentina. Todos querían tener su proyector.

El llamado «señor de los cines» también fue pionero en el negocio de la radio y participó, junto con otros socios, de la creación de una transmisora radial en la planta alta del Splendid de la avenida Santa Fe.

Radio Splendid inició sus transmisiones experimentales el 23 de mayo de 1923, aunque su inauguración tendría lugar al año siguiente. A medida que la radio iba masificándose, Glücksmann se adaptó abriendo en la avenida Callao un local de venta de radio receptores. Nada se le escapaba.

Tampoco quiso descuidar el comercio de los discos y por ese motivo, en 1924, organizó un Concurso del Disco Nacional. Fue un éxito. En total, promocionó nueve concursos: siete en Buenos Aires y dos en Montevideo.

El primer concurso nacional de tangos se realizó en el Grand Splendid con el auspicio de Max Glücksmann.

Contaba en su haber con producción de películas, importación y venta de gramófonos, proyectores y discos, una productora discográfica, una participación en la radio y salas de cine y teatro. Nada le faltaba. Aun así, siguió apostando.

Pero la crisis de los años 30 le jugó una mala pasada. Analizó la situación y comprendió que tenía dos alternativas: o iba a la quiebra, manchando su reputación, o vendía todo. Glücksmann optó por vender. Sólo se quedó con la producción de discos.

En 1946 Mordechai David Glücksmann murió a causa de un infarto. Su trabajo fue un pilar fundamental en la construcción del acervo fílmico, radial y discográfico de Argentina y dejó su huella imborrable en la comunidad judía de Buenos Aires. Merece todo nuestro reconocimiento.

Link de Los judíos y el tango – Parte 1: https://aurora-israel.co.il/los-judios-y-el-tango-parte-1/
La parte 3 se editará el 20-10-2022
Fuente: Grupo de Facebook Personalidades judías de todos los tiempos. Compilado por Raúl Voskoboinik.

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