Walter Benjamin

Walter Benjamin

Walter Bendix Schönflies Benjamin, que también firmó escritos con su segundo nombre y primer apellido Benedix Schönflies, nació en Berlín el 15 de julio de 1892 fue un filósofo, crítico literario, traductor y ensayista judío. Su pensamiento recoge elementos del Idealismo alemán, el Romanticismo, el materialismo histórico y del misticismo judío (cábala) que le permitieron hacer contribuciones perdurables e influyentes en la teoría estética y el marxismo occidental. Su pensamiento está asociado con la Escuela de Fráncfort.

Estudió en Berlín, Friburgo y Múnich; y se licenció en Berna (1918) con una importante disertación sobre el Concepto de crítica del arte en el Romanticismo alemán (Der Begriff der Kunstkritik in der deutschen Romantik)

Tras una existencia de intensos pesares que incluyeron el ostracismo profesional y el exilio, su potente figura intelectual conoció póstumamente el reconocimiento que se le negó en vida. La reciente publicación de varias de sus obras y de libros sobre su existencia, así como su influencia en otras disciplinas, resaltan claramente la amplia influencia que su pensamiento ejerce en la actualidad.

Despreciado intelectualmente por las instituciones alemanas y la élite cultural parisina, forzado al exilio errante y vagabundo por el delirio megalómano y racista de su patria, borracha de nazismo, murió finalmente en un pueblo perdido de la frontera hispano francesa donde se suicidó debido a la desesperación. Su vida fue un fiel reflejo de la época que le tocó vivir, esa brutal primera mitad del siglo XX donde tantas cosas desaparecerían para no volver jamás. Pero entre tanta oscuridad, el filósofo alemán fue capaz de alumbrar una obra límpida y luminosa cuya influencia ha crecido exponencialmente tras su muerte hasta ser capital en la actualidad.

Su pensamiento, que enlazaba a través de iluminaciones o chispazos el pasado y el presente formando constelaciones críticas, ha determinado que su obra sea discontinua, además de vasta si se tiene en cuenta que fue realizada en breves, traumáticos y apresurados años. Su pensamiento se vierte sobre todos los ámbitos imaginables: la literatura y la sociedad, la religión y el arte, la historia y la teoría, las instituciones. Nada es demasiado grande ni demasiado pequeño como para no hallar en el lenguaje benjaminiano un instante de atención o una tentativa.

Aunque su brillantez sea inimitable, su método ha influido en el modo de investigar de varias generaciones, inspirando algunos extractos de pequeños ensayos trayectorias intelectuales enteras.

La dimensión filosófica de la crítica literaria bejaminiana se apoya en una trama de tesis que pertenecen a dos vertientes: una materialista, la otra mesiánica, donde ninguna prevalece sobre la otra. Mantuvo siempre la tensión entre una perspectiva empírico-marxista y una dimensión utópica, moral, que debe capturar en el pasado la huella de la explotación (o de la barbarie, para decirlo en sus palabras) y de esta forma redimirla.

Nacido en el seno de una familia judía berlinesa de fines del siglo XIX y principios del XX; y pese a que no era de practicantes estrictos, frecuentó grupos de jóvenes sionistas donde conoció a quien sería su amigo y maestro en estos temas, Gershom Scholem.

Nada permitiría pensar que dos pensadores tan distintos como Walter Benjamin y Gershon Scholem pudieran llegar a mantener una amistad tan humanamente entrañable e intelectualmente fructífera. Benjamin era un marxista sui generis, entre cuyas principales preocupaciones se encontraban la filosofía del lenguaje, el arte y la literatura; cuya obra es más fragmentaria que unitaria, debido a las penurias económicas que arrostró en su obligada trashumancia (Italia, Ibiza, Dinamarca, París) durante el ascenso y apogeo del nacionalsocialismo; y cuya influencia fue muy póstuma y debida, quizás, al éxito durante los años 60 y 70 de la Escuela de Fráncfort (Adorno, Horkheimer, Lukács, Marcuse, Habermas, Pollock), de la que más bien solo fue un contemporáneo afín pero excéntrico.

Por su parte, Gershom Scholem fue un convencido sionista que emigró a Palestina en 1923 y dedicó su magisterio al estudio de la Cábala y… a la defensa de su gran amigo, cuya obra se truncó prematuramente cuando se suicidó en Port-Bou huyendo de la Gestapo. Si el éxito póstumo de Benjamin obedece a la apoteosis de la escuela de Francfort, este nunca hubiera sido posible si Scholem no hubiera salvaguardado su legado intelectual como un preciadísimo tesoro, pues, aunque Horkheimer le ayudara a sostenerse económicamente, quien habrá de reivindicarlo es su mejor amigo, pese a que intelectualmente les separara un abismo real, ya que marxismo y sionismo eran agua y aceite. El cemento de su amistad era la mística.

Aunque iba a ser una buena fuente para su pensamiento, Benjamin nunca estableció una postura firme respecto al sionismo, cuestión que entre otras cosas complejiza aún más la labor de aquellos estudiosos que buscaron y buscan comprenderlo a él y a su obra.

La relación entre ambos no estuvo exenta de reproches como los contenidos en una misiva en la cual le dijo “en los últimos años te afanas de manera compulsiva, y perdóname la expresión, en presentar tus ideas, que en parte son de gran alcance, mediante una fraseología supuestamente próxima a la de los comunistas, pero que – y esto es lo que me parece importante – existe una extrañeza desconcertante y una falta de relación entre tu forma real de pensar y la que tu supones estar siguiendo”

Pero según una reflexión retrospectiva de Scholem, la afinidad existente entre ellos se explica porque ambos compartían una: “intransigencia en la prosecución de un objetivo espiritual, el rechazo del ambiente que nos rodeaba, determinado esencialmente por la asimilación de la burguesía judeo-alemana, así como nuestra actitud de positiva afirmación de la metafísica”

Walter Benjamin se suicidó el 26 de septiembre de 1940

 

Dr. Mario Burman

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