Hubo tiempos pasados en que a la palabra “Explorer” tenía implicaciones de vida y muerte y no de un navegador web, y “Trafic” representaba un movimiento físico en el espacio y no algo que publicistas ávidos de fama juran en su nombre. Eran tiempos en los cuales la floreciente industria marítima del siglo XVI atraía a las mejores mentes de la época.
La“nación start-up” de aquella época en esa industria fue Portugal, que dio al mundo a exploradores famosos como Fernando de Magallanes y Vasco de Gama. Al igual que hoy, muchos inventos y desarrollos marítimos surgieron de las mentes febriles de los judíos, matemáticos, físicos y cartógrafos, como Abraham Zacuto y Pedro Núnez. Ellos desarrollaron instrumentos de navegación basados en el movimiento del sol y los cuerpos espaciales, muchos años antes de la invención del GPS y la aplicación Waze.
Pero los judíos no se limitaron sólo a desarrollos técnicos, sino que también experimentaron personalmente los instrumentos de navegación que inventaron. De hecho, como egresados del programa de educación estatal, que se empeñó en borrar la imagen del judío de la Diáspora, pálido y débil, y suplirla por la figura del tzabar (apodo que se da a los nacidos en Israel) esbelto y hermoso, musculoso y bronceado, es un poco difícil para nosotros imaginarnos judíos que en el exilio fuesen bravos navegantes curtidos por el sol y luchando heroicamente contra los azotes de la naturaleza y del mar.
Pero en aquellos tiempos, y especialmente después de la expulsión de España en 1492, una de las ocupaciones más comunes de los judíos marranos, en Holanda y Marruecos, fue el asesoramiento y la guía de los capitanes de las embarcaciones mercantes y de los exploradores durante sus viajes marítimos. Y si nos resulta difícil imaginarnos judíos como gente de mar, mucho menos podríamos pensar en ellos como piratas.
El libro “Los Piratas Judíos”, escrito por Edward Kritzler, describe una escena fascinante y única en los anales de la historia: la historia de un grupo de piratas judíos que operaron después de la expulsión española y que asaltaban principalmente embarcaciones españolas, en represalia por la expulsión. Uno de los piratas más destacados fue Don Shmuel Pallachi, un rabino de la comunidad y capitán, embajador y pirata, espía y agente doble.
Pallachi nació en el año 1550, en Marruecos. Como muchos de las decenas de miles de judíos que vivían en el barrio judío, el “Malaj”, en la ciudad de Fez, su familia también fue expulsada de España. El padre de Shmuel, que oficiaba de Rabino y educador, predestinó a su hijo a que se dedicara al estudio de la Biblia y al cumplimiento de los mandamientos y así fue como se consagró como Rabino. Pero el alma de Shmuel ansiaba por extrapolar los límites de las murallas del “Malaj”. La leyenda dice que un pariente cercano despertó su imaginación con historias sobre marinos y marineros judíos, como Sinan Reis, un famoso pirata judío conocido como “El Gran Judío” que luchó junto a los hermanos Barbarosa en el marco de la flota otomana.
Volando en las alas de su imaginación, Shmuel deambuló junto a su hermano Yosef, hasta la ciudad de Tetuán, en el norte de Marruecos, donde los dos se convirtieron rápidamente en sofisticados y pícaros marinos y piratas. Los hermanos Pallachi solían atacar barcos mercantes españoles que venían de América del Sur. Luego, se disfrazaban de comerciantes españoles y vendían los bienes que acababan de robar en las ciudades portuarias españolas.
El nombre Pallachi se hizo famoso, y pronto llegó a oídos del Sultán de Marruecos, Ahmed El Mansour, apodado “El Rey Dorado”, debido a su enorme riqueza. El Sultán, que buscaba fortalecer sus lazos con la Nueva República Holandesa, nombró a Shmuel como el Embajador de Marruecos en Holanda.
Además de su reputación como hombre de mar, Shmuel dominaba también varios idiomas: español, portugués, árabe y francés, lo que lo convirtió en un valioso recurso diplomático para el Sultán.Y así fue que, en 1596, Shmuel Pallachi convirtió su profesión de pirata en diplomático, instalándose en la ciudad de La Haya, donde funcionaba el parlamento holandés y se radicaron los representantes de países extranjeros. Pallachi estableció uno de los primero minianim en la ciudad, y además de su misión diplomática ejerció también de rabino de la comunidad. La comodidad de la rutina diplomática fue interrumpida por un incidente que tuvo lugar a fines del siglo XVI, cuando el sultán marroquí, un apasionado por reliquias, le obligó a Pallachi a navegar a la ciudad de Lisboa y adquirir allí piedras preciosas a cambio de toneladas de cera. Ya por ese entonces, España había conquistado Portugal y, de hecho, dominaba toda la península ibérica. Según una de las hipótesis, Pallachi, que en ese entonces sufría de problemas financieros, les ofreció a los españoles, a cambio de dinero, informaciones confidenciales sobre la corte del Sultán. Las autoridades de la Inquisición, sospechando que el rabino judío estaba tratando de ganar tiempo para reconvertir al judaísmo a conversos y marranos, siguieron los pasos de Pallachi, quien a último momento consiguió salvarse de sus garras y escabullirse de España.
Arruinado financieramente, Pallachi emprendió el viaje de regreso a Holanda e inmediatamente después de su regreso, apeló a las ligaciones que tenía con gente en las altas esferas para que le concertaran una entrevista con el Príncipe Mauricio de Nassau, hijo de Guillermo “el Taciturno”, fundador de la República Holandesa. Pallachi le sugirió al príncipe holandés que cooperara con Marruecos contra el enemigo común: España. El príncipe, un talentoso estratega militar, que despreciaba a los españoles tanto como Pallachi, tuvo una idea. Debido a que en ese momento España y Holanda habían firmado un acuerdo de armisticio, le propuso a Pallachi establecer una flota pirata compuesta por marineros aventureros, y ellos estarían bajo la protección de Holanda pero bajo bandera de Marruecos. Pallachi, que odiaba a los españoles que lo expulsaron de España a él y sus ancestros, se entusiasmó con la idea de poder vengarse de sus verdugos. No pasó mucho tiempo, hasta que una gran flota de barcos piratas, equipada con sinagoga y una cocina casher, anclara en el puerto de Ámsterdam.
En el año 1614, en uno de los ataques de los piratas a los barcos españoles en alta mar, se propagó una enfermedad entre la tripulación del barco, y Pallachi se vio obligado a atracar en el puerto de Plymouth, Inglaterra. Cuando el embajador español en Londres se enteró del arribo de Pallachi, exigió que el rey inglés lo arrestara y lo ejecutara por el asalto a los barcos españoles. Pallachi compareció ante el juez inglés, quien quedó profundamente impresionado de él, y decidió dejarlo en libertad. Durante el viaje de regreso desde Inglaterra, Pallachi logró asaltar otro barco español, pero ya era el canto del cisne del anciano pirata judío. Había adquirido una grave enfermedad durante su encarcelamiento en Londres.
Don Shmuel Pallachi falleció dos años después, cuando tenía 66 años de edad. Durante su sepelio, decenas de miles de judíos y no judíos lo escoltaron hasta su entierro en un cementerio en las cercanías de Ámsterdam, con la participación del Príncipe Mauricio y su familia. En su lápida, está grabado el versículo del Libro de los Proverbios: “El que lleva el bien con Dios y con el Hombre»
Por Ushi Derman