11 DE AGOSTO, 2119
Hola, mi nombre es David. Lo que voy a decirte a continuación te parecerá sorprendente, pero aunque no lo creas… es verdad. De acuerdo a los informes oficiales y censos de todos los países del mundo, yo soy el último judío vivo sobre la faz de la tierra. Así es. Literalmente el último.
Después de miles de años de historia, después del legado moral que el judaísmo entregó al mundo, después de cientos de Premios Nobel e innumerables aportes tecnológicos, científicos y artísticos a la humanidad, el pueblo judío finalmente se unirá a la larga lista de pueblos que se han visto relegados a los libros de historia antigua. Pero lo más angustiante de todo, lo más difícil de entender, es que después de haber sufrido pogromos, persecuciones, expulsiones, matanzas, atentados y el Holocausto a manos de los nazis, fue la aparentemente inofensiva ‘ignorancia’ la que finalmente logró eliminarnos de la faz de la tierra y terminar la «tarea» que nuestros enemigos más despiadados tanto quisieron lograr.
En un comienzo cambiamos inocentemente nuestros nombres para adaptarnos al entorno, después olvidamos algunas festividades porque era muy difícil respetarlas, poco a poco dejamos de lado la Kashrut, con el tiempo el Shabat pasó a un segundo plano, y finalmente dejamos de leer y estudiar nuestra Torá. Nos mezclamos y asimilamos lentamente entre los demás pueblos y olvidamos nuestra misión única en el mundo. Y ahora, después de unas cuantas décadas, ya no queda nada más que el recuerdo…
Siento muchísima impotencia. Me siento culpable por no haber hecho algo antes. Soy el último judío que queda con vida. Nuestra historia termina aquí. A veces pienso que si pudiera volver atrás en el tiempo habría intentado explicarle a los otros judíos la importancia de la continuidad de nuestro pueblo, la importancia de preservar nuestras tradiciones, de estudiar y de resguardar nuestra Torá… pero ya es demasiado tarde…
Lo que acabas de leer es una carta ficticia. Pero lamentablemente, en un futuro cercano, podría no serlo.
Todo depende de tí, de lo que hagas como judío, del respeto por tus tradiciones, por tu herencia, por la Torá.
En tus manos está que el legado de miles de años persista.