Desde niño Mel Brooks entendió que la comedia iba a ser una tabla de salvación. Nació en el barrio de Brooklyn en 1926. Sus padres, Max y Kate Kaminsky, provenían de familias de emigrantes europeos (polaco-alemanes y ucranianos) que habían sobrevivido al rechazo, el hambre, la miseria y los pogromos zaristas (matanzas indiscriminadas de judíos del régimen monárquico ruso). Cuando solo tenía dos años su padre murió de cáncer y sus tres hermanos y su madre comenzaron un recorrido impreciso de hogar en hogar de diversos familiares que les llevaron a residir en diversas zonas de Nueva York como Connie Island o el Bronx hasta establecerse definitivamente en Williamsburg, otro barrio de Brooklyn.
Mel era bajito, un poco feo y débil. Sufrió acoso escolar y callejero, que recibió insultos y palizas hasta que descubrió que ser gracioso le hacía ganar puntos frente a los matones que lo adoptaron como una mascota. Fue su tío Joe el que le descubrió el secreto de la comedia cuando lo llevaba a ver obras a Broadway.
Decidido a dedicarse al espectáculo Mel comienza a recibir clases como baterista de Buddy Rich, considerado uno de los mejores del mundo del jazz, y gana sus primeros sueldos cuando solo tiene 14 años. Pero la música no da dinero y, mientras tanto, va sacándose sus estudios y culmina los mismos con una licenciatura de psicología. Corre el año 1943 y el mundo se desangra en la II Guerra Mundial. Como muchos otros jóvenes Brooks (todavía apellidado Kaminsky) es llamado al ejército.
Allí Mel Brooks empieza a actuar para entretener a sus compañeros. Comienza con imitaciones propias del cantante judío Al Jolson –protagonista de ‘El cantor de Jazz‘, primera película sonora de la historia-. La cosa tiene éxito y amplía su repertorio con todas las voces posibles, chistes y otras imitaciones de personajes famosos de la época. El talento del cómico en ciernes se hace famoso y todos los días entrega un poco de su talento para que no decaiga el ánimo de sus compañeros. Su imitación más apreciada: Adolf Hitler.
Brooks no es el primero en reírse del dictador alemán, el mérito de Mel Brooks es que lo hace en el mismo frente de batalla. Hitler se convierte en una obsesión para el cómico norteamericano cuando se descubren los campos de concentración. Pese a lo que se piensa, Brooks no tuvo contacto directo con operaciones de liberación de los campos pero sí ve a algunos de los prisioneros liberados en su camino hacia Berlín donde pasaría ocho meses más después de la finalización de la guerra. La imagen de las filas de prisioneros famélicos y perdidos por las carreteras de la Alemania liberada producen en él un profundo efecto.
“Solo hay una manera de estar en paz y es ridiculizarlo” dijo. “Este ha sido el objetivo principal de mi trabajo, conseguir que todo el mundo se ría de Adolf Hitler”.
El objetivo de Mel Brooks se ve cumplido con creces cuando uno hecha un vistazo a su legado, a su gran trabajo dentro de la parodia y la sátira y la forma en la que ha abierto camino para que comprendamos la capacidad que tiene la comedia para curarnos, incluso para entender la historia. “Todas mis películas son muy serias porque representan las reacciones humanas en un momento preciso de la historia”.
Mel Brooks regresa a los Estados Unidos, abandona el nombre de Mel Kaminsky por el nombre con el que sería conocido por todo el mundo. No abandona a su personaje parodiable preferido, Adolf. “Es una venganza” dice “aunque soy consciente de que nadie puede tomarse la venganza por seis millones de asesinatos. Pero la comedia es un medio para quitarle a Hitler de forma póstuma su poder y desmitificarlo”.
Mel pone a Hitler en su lugar y nos enseña que el camino de la risa es un camino que cura, que hace comprender el horror y que sirve para bajarle los humos a los malvados. No sin polémica. En 1967, cuando estrena ‘Los productores‘, muchos judíos le hacen llegar al artista su desagrado por la película en la que Gene Wilder y Zero Mostel interpretan a dos timadores que quieren ganar dinero produciendo ‘Primavera para Hitler‘, un musical que ensalza al personaje. “Me dijeron que cómo podía hacer bromas con Hitler teniendo en cuenta el Holocausto pero ‘Los Productores’ no tiene ni una broma sobre el Holocausto o sobre los campos de concentración”.
Mel Brooks ha rodado números musicales gloriosos con toda la estrafalaria y tétrica imaginería nazi como el número musical central de ‘Los productores‘ (‘Springtime for Hitler’) o, incluso, compuso el ‘Hitler´s Rap‘, una canción para un videoclip de promoción de su versión de ‘Ser o no ser‘ estrenada en 1983 y que estuvo nominada en los Brit Awards. Sus imitaciones del personaje han sido míticas y se han multiplicado durante toda su carrera con el único objetivo de ridiculizar a uno de los mayores genocidas de la historia contemporánea. Decía: «La risa es algo que no te pueden quitar, es un arma poderosa y a veces es nuestra única defensa contra la maldad».