Los horrores perpetrados por el nazismo son conocidos y corresponden a una de las épocas más oscuras y tristes de la historia de la humanidad, pero en esta ocasión, vamos a conocer la historia de resistencia y valentía de una bailarina judía-polaca llamada Franceska Mann, que mató al nazi que la iba a asesinar.
Franceszka Mann era una joven bailarina judía que vivía en Varsovia (Polonia). Su gran talento, la hizo destacarse en su disciplina, era una de las figuras estelares del club nocturno Melody Palace y era considerada como una de las prometedoras bailarinas de su generación.
Todo cambió en la Segunda Guerra Mundial, tras la invasión nazi en territorio polaco, que la llevaron a trasladarse al ghetto de Varsovia. En 1943, fue llevada junto a miles de judíos polacos al campo de concentración y exterminio de Auschwitz en el sur de Polonia.
De acuerdo a la historiadora del Holocausto, Cynthia Southern, que se basó en el testimonio de los sobrevivientes a Auschwitz, Franceska Mann realizó un acto de resistencia y valentía que merece ser contado.
El 23 de octubre de 1943, la bailarina fue obligada, junto al grupo de judías con el que había llegado, a desvestirse en una sala previa a una cámara de gas, bajo la excusa de que necesitaban ser desparasitados y desinfectados, pero lo cierto, es que iban de camino a su propia muerte.
Fue en ese momento, en el que Franceszka decidió quitar su ropa muy lentamente para seducir al oficial Josef Schillinger y al sargento Wilhelm Emmerich, quienes la observaban lascivamente.
Cuando Franceska tuvo hipnotizado y pegado a su cuerpo a Schillinger, rápidamente se quitó uno de sus zapatos y clavó el tacón de aguja en el ojo del oficial de la SS. Acto seguido, le arrebató el arma y descargó dos tiros en el estómago que le causaron la muerte.
Un tercer disparo, hirió al sargento Emmerich. De inmediato, las otras mujeres que se encontraban en el vestuario, en un pleno acto de resistencia femenina, atacaron a los otros soldados nazis. Alertados por los disparos, acudieron refuerzos que ametrallaron a todas las judías que estaban allí. No hubo ni una sobreviviente.
Wieslaw Kielar, sobreviviente de Auschwitz en su autobiografía Anus Mundi: cinco años en Auschwitz, habla sobre Franceska:
«El incidente fue pasando de boca en boca y se fue adornando de varias formas hasta convertirse en una leyenda. Sin duda, este acto heroico realizado por una débil mujer que se enfrentaba a una muerte segura brindó apoyo moral a todos los prisioneros. Nos dimos cuenta de repente de que si nos atrevíamos a alzar la mano contra ellos, esa mano podía matar. Ellos también eran mortales».