Yehuda Krell
El próximo sábado se cumple un nuevo aniversario del pronunciamiento del papa Pío XI a través de la encíclica “Mit brennender Sorge” (Con ardiente inquietud). El 14 de marzo de 1937, el sumo pontífice logró atraer hacia sí todas las miradas con la publicación de un documento muy esperado: la Iglesia finalmente daba una opinión firme y unificada sobre el régimen del III Reich, y con ello buscaba alertar a los fieles cristianos alemanes para saber cómo sobrellevar la dura situación que estaban viviendo.
La encíclica contenía una fuerte crítica al nazismo y veladamente a Hitler, fue considerada la primera y oficial manifestación vaticana sobre el nazismo y su régimen. Las continuas detenciones de opositores políticos, la imposición de un pensamiento único, el odio y la mentira, y lo que la Iglesia definía como el “paganismo en la ideología nazi”, llevaron al papa Pío XI a pronunciarse contra el Reich alemán.
A pesar de sus claras simpatías hacia el fascismo italiano, la máxima autoridad de la Iglesia dejaba en claro que el nazismo representaba un atentado contra el porvenir del pueblo alemán, anticipando de manera premonitoria que los tristes frutos serán muy amargos para las generaciones futuras, tal como lo expresa en la encíclica.
El manifiesto papal encerraba una desilusión por el incumplimiento por parte de los alemanes del “Concordato Imperial” firmado con el Vaticano el 20 de julio de 1933, cuyo objetivo, según la Santa Sede, era frenar las persecuciones de los nazis hacia las instituciones católicas. El acuerdo tuvo escaso éxito ya que al poco tiempo las persecuciones continuaron. Desde 1934 líderes de la iglesia sufrieron violencia física, y hacia fines de 1936 la persecución se hizo abierta y manifiesta.
La preparación del documento pasó por varias etapas, en un comienzo los prelados comenzaron por hacer mención de 47 críticas sobre el nazismo. En los avances de la redacción del texto los asesores redujeron las críticas a 25 y suavizaron la dureza terminológica del primer informe. Criticaron al nazismo, pero en paralelo también al comunismo, para así diluir la protesta contra la ideología nazi.
Finalmente la encíclica fue difundida por el papa Pio XI, que contó con la elaboración del Cardenal Eugenio Pacelli, el futuro papa Pío XII, y el Cardenal Michael von Faulhabe, Arzobispo de Munich. En el manifiesto se explicitan detalles de los crímenes contra la Iglesia y se efectúa una crítica a la ideología nazi en su persecución a los católicos, su aspiración a la expansión territorial, el militarismo, el racismo, al gobierno totalitario, se ataca al mito de la raza y de la sangre, y se condena el rechazo de la “concepción divina” en la ideología nazi. Lo que no apareció entre las críticas, explícitamente escrito, es el antisemitismo nazi y la escalada de la violencia antijudía.
La encíclica se leyó el 21 de marzo de 1937, un Domingo de Ramos, en aproximadamente 11.000 templos católicos alemanes. Los preparativos y la distribución del documento se hicieron en secreto absoluto, se imprimieron 300.000 copias, cantidad que no alcanzó y se recurrió a copias domésticas. La prensa alemana no reaccionó ni informó del hecho, solo el órgano oficial del Partido Nazi, el Völkischer Beobachter, publicó una primera réplica a la encíclica, pero sorprendentemente fue la única.
El ministro alemán de propaganda Joseph Goebbels, que disponía de un total control de la prensa y de la radio, decidió que lo más conveniente para el régimen era ignorar completamente la encíclica. La Gestapo salió prontamente a “visitar” las diócesis católicas y a confiscar las copias del documento; muchas de las sedes fueron clausuradas y se prohibió la exhibición de banderas del Vaticano en eventos religiosos.
Para la Iglesia, la encíclica Mit brennender Sorge es considerada un hito en la historia de la resistencia católica al nazismo. Según el Vaticano el llamado del papa Pío XI contra el régimen nazi y contra su ideología no obtuvo respuesta del resto de las naciones. Según la Santa Sede el papa y los católicos no fueron escuchados, las potencias democráticas no hicieron nada hasta que las acciones del gobierno de Hitler tomaron un camino sin retorno, unos meses después de la muerte de Pío XI se produjo la invasión a Polonia el 1° de septiembre de 1939.
Entre investigadores y académicos, hay opiniones divididas sobre la importancia del documento, historiadores sostienen que su efecto fue mínimo, los nazis continuaron con su política y hasta la agravaron, como los hechos lo demuestran. Otros valoran el manifiesto, ya que representa la primera protesta oficial que osó salir contra el nazismo, y califican a la encíclica como un “llamamiento profético”.
Lo que sí es posible afirmar, que la encíclica fue la más dura crítica que la Santa Sede expresó contra el nazismo y que se conoce hasta el presente, porque durante la Shoá el Vaticano guardó silencio. Es de esperar que el nuevo hecho histórico de enorme trascendencia que está produciendo el papa Francisco, como poner a disposición de estudiosos e investigadores 16 millones de documentos de los archivos secretos vaticanos, permitan arrojar luz sobre la conducta del papa Pío XII, y conocer de manera documentada su pensamiento y acción frente al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial y en especial respecto de los judíos y la Shoá.
Acerca de Yehuda Krell:
Profesor de Historia, escritor, conferencista, formador y capacitador de docentes, autor de los libros: Una tierra sin paz. Israel y el Medio Oriente, Ed. Dunken, Bs. As., 2018. Páginas de Odio. Historia del Antisemitismo, Ed. Dunken, Bs. As., 2014.
Graduado en el Instituto Superior de Ciencias Judaicas, Bs. As., Profesor en Educación Judía con especialización en Historia Judía para niveles Medio y Terciario del Ministerio de Educación de la Argentina. Realizó Estudios de Posgrado en Israel.
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