De repente todo cambió. Las cosas importantes, si las hay, le dieron lugar a las urgentes. Desde Siberia a Tierra del Fuego o desde Haifa a Río Negro, hay una sola palabra en común: coronavirus (Covid-19). Yo nunca en mi vida lo vi. Ni cuando se juega un Mundial de fútbol, los Juegos Olímpicos o la asunción del Papa. Esto nunca lo vi.
Y llegó el virus más democrático de la historia de la humanidad. No respeta clase social, raza o religión. Ataca a todos por igual. Y acá es donde se termina el enfrentamiento. Los que creen en Dios y los que no, tienen un enemigo en común, como así también los ortodoxos y no ortodoxos, Benjamín Netanyahu y Benny Gantz, los antisemitas, los racistas, los fundamentalistas, Estados Unidos, Rusia, los israelíes, los argentinos, los árabes, iraníes, capitalistas, veganos, abortistas, providas, republicanos, demócratas, peronistas, liberales, comunistas, laicos, etc. Así podemos continuar con todos los enfrentamientos habituales que vivimos en el día a día.
Mientras en Israel se comienza a hablar de un gobierno de unidad con rotación de los primeros ministros, en Argentina el discurso de Alberto Fernández fue muy bien recibido por la población debido, en gran parte, a que a su lado estaban los dirigentes de la oposición apoyándolo. Mientras en Israel el gran avance sanitario logró que los fallecidos sean pocos, en Argentina se está trabajando contrarreloj en la prevención sabiendo que tarde o temprano va a llegar, pero adelantándose a tomar medidas que países de Europa tardaron en tomar.
Los medios están cumpliendo una gran labor en la información. Más allá de que vivimos en este país y nos hemos acostumbrado a que nos mientan, esta vez creemos. Creemos en la prevención, creemos en un sistema sanitario que pueda abastecer a todo el que lo necesita, pero fundamentalmente creemos en la gente. En el auto cuidarse más allá de algunos irresponsables que hacen peligrar la vida del otro, la gran mayoría de la población acata las órdenes del gobierno y está en cuarentena absoluta.
Tal vez las cosas no sucedan de casualidad. Y este momento sirva para reflexionar. Para mirar al que tenemos al lado y considerar que piensa distinto, nada más que eso. Que no lo convierte en enemigo, solo piensa distinto. En política, en fútbol, en religión o en valores, piensa distinto y nada más. Que no tiene vacuna para el coronavirus como no tengo yo y eso nos iguala pese a todas las diferencias.
Esta vez la grieta fue vencida por un virus y estamos todos del mismo lado, y citando al genial Jorge Luis Borges, debemos pedir que nos cuidemos entre todos aunque «no nos una el amor sino el espanto”.
Gustavo Szpigiel Vis a Vis