“Epidemia” y “Pandemia” son términos científicos diseñados para describir una amenaza que requiere inmediatas y radicales respuestas, capaces de evitar que otra forma de vida se infiltre en la nuestra y la destuye.Si no se mira desde una perspectiva puramente científica, el término más apropiado para este tipo de intrusión es “plaga”, (así como en las “Diez plagas de Egipto”).Es cierto que hoy no es sangre, ranas, piojos, moscas, pestilencia, forúnculos, granizo, langostas, oscuridad, sino un solo virus, lo que amenaza a la civilización más poderosa del mundo. No son los primogénitos los que están muriendo, sino sus padres y abuelos. Terminología científica a parte, se trata de una plaga.En las Escrituras hebreas las plagas son designadas “signos”, es decir, eventos que transmiten un mensaje; todas las plagas conllevan una demanda.La miseria que cayó sobre el mayor imperio de su tiempo fue debido a que Faraón y sus “magos” no estaban prestando atención al mensaje, sino al fenómeno en sí. ¿Cómo podrían haber actuado de otra manera? No estaban preparados, habían estado demasiado ocupados levantando ejércitos y construyendo fuertes para proteger sus fronteras; mayores y más lujosas pirámides: tumbas para satisfacer sus egos.
Cuando las plagas llegaron, pareció ser algo repentino, inesperado. La prioridad no fue la de enfrentar la amenaza en su raíz. Solamente después de que la severidad incremental de cada nuevo nivel de plaga obligó finalmente a Faraón a arrodillarse, los egipcios no tuvieron más remedio que reconocer al mensaje. (Lamentablemente este momento fue demasiado corto. Finalmente, el no aprender de la historia llevó a que su civilización terminara archivada en museos alrededor del mundo)
El mensaje de entonces como el de hoy es muy similar:
Los seres humanos deben ser administradores del mundo, respetando, si no protegiendo, todos los entornos naturales y todos los hábitats de los animales, ciertamente no invadiendo sus territorios.
Si queremos vivir largas vidas, debemos hacerlo no convirtiéndonos en turistas a tiempo completo, paseando en cruceros cada vez más grandes y lujosos, sino que meditando sobre nuestras vidas ayudando a las nuevas generaciones transmitiéndoles lo que hemos aprendido.
En lugar de continuar construyendo ciudades abarrotadas, erosionando las costas e ignorando toda forma de vidas que no sea la nuestra, deberíamos reconocer que compartimos el mundo con otras formas de vida.
¿Es que no hemos aprendido nada de Egipto? ¿Es esa la razón por la que no leemos la Torá y si lo hacemos la interpretamos como algo que solo le puede suceder al “otro,” no a nosotros?
En unos días más, en su recordación anual de la salida de Egipto, los judíos se sentarán alrededor de una mesa para repasar el mensaje de este acontecimiento. La estrategia para lograr una reflexión exitosa es la de considerarnos a nosotros mismos como si cada uno de nosotros hubiera personalmente salido de Egipto “. Este año, este salto de nuestra imaginación no debería ser demasiado difícil de lograr.
Lo más probable es que, al no poder estar con toda nuestra familia, podamos conmemorar el Pesaj no como una reunión simplemente familiar o social, sino por la razón correcta: recordar el mensaje de que el mundo no existe para que nos adueñemos de la naturaleza sino para que lo compartamos y lo protejamos.
Llámeselo “Dios”, llámeselo “el mundo”, el hecho es que se nos esta dando.