Sin ser literariamente original ni pretencioso, quisiera llamar la atención de un pequeño detalle que, dentro del ritual alusivo a, se entromete como si lo hiciera por una diminuta rendija. Un pormenor litúrgico. Una referencia hasta del orden protocolar; y que, sin embargo, en nuestro presente adquiere una vigencia tal que se transforma en un símbolo de nuestra generación. Netilat Iadaim, la supuesta insípida ablución de manos hoy se agiganta a la vista de quienes compartimos la mesa real y virtual de ese pasaje que enlaza la cautividad con la libertad.
Quienes seguimos la lectura del texto bíblico de modo periódico, recordamos que en su andar profético, Moisés pregona que cuando un cuerpo fuera descubierto en una aldea y no se pudiera identificar al perpetrador, los dirigentes debieran reunirse junto al río, lavarse las manos, y declamar: “Nuestras manos no han derramado esta sangre”.
Paralelamente, el ritual de la ablución es una práctica arraigada en la cultura hebrea, siendo que los maestros de la exégesis dan a entender de manera exhaustiva que esta tradición puede estar más ligada a lo críptico, a lo teúrgico y a lo esotérico, que a la higiene personal. Otros intérpretes, con noble encanto, lo relacionan con las actividades del Templo de Jerusalén.
En este itinerario de búsqueda, comprobé que la relación entre el lavado de manos e higiene es muy moderna. Data de mitad del siglo XIX. Se le atribuye el descubrimiento a un tal Ignaz Semmelweis, quien ejerció la profesión de médico en la aristocrática Viena.
Volviendo a Pesaj, más allá de cómo cada uno de nosotros observa las prescripciones de la celebración, imagino la profundidad que adquirirá el movimiento de ablución de manos mientras participemos de la lectura de la Hagadá. Al vernos reflejados en su relato, este año seguramente añadiremos a su sentido la hondura de este gesto que hoy hace la diferencia como un eje de vida. Transitoriamente separados por la cuarentena, la luz de esta escenificación alumbra a la pequeña expresión de cruzar las manos bajo el agua, en la que nos fusionamos con la antigua epopeya que vigoriza el presente y, simbólicamente, abraza a toda la humanidad.
Daniel Goldman