No pudieron volver, prefirieron no pisar aeropuertos, o ya regresaron a Israel pero todavía no pudieron ir a sus casas. En Argentina, Perú o Ecuador, cada historia de un israelí tratando de volver a su país es especial. La cena de Pésaj del miércoles a la noche también lo fue.
La angustia por no saber cuándo volverán a casa. El desgaste que produce gestionar ese ansiado regreso. La suerte de contar con familiares cercanos. O el agradecimiento a las comunidades judías locales que los asistieron en un contexto inédito. Y, aunque sea por un rato, la alegría de una festividad que une a todo el pueblo judío.
Todavía hay cientos de israelíes en diferentes puntos de Sudamérica que no pudieron regresar a sus hogares y para ellos la acumulación de sensaciones es diversa. Pero con mejor o peor humor, más angustiados o esperanzados, todos pudieron tomarse unos minutos para brindar la llegada de Pésaj y recordar la liberación de Egipto.
La embajada de Israel en Buenos Aires está en contacto permanente con decenas de israelíes para gestionar un vuelo de regreso. El Seder de Pésaj lo vivieron con el celular al alcance de la mano y los ojos miraban de reojo la pantalla. Es que la comunicación es permanente y el objetivo es contrarreloj: antes del fin de semana deben reunir 60 personas para completar un avión que los devuelva al aeropuerto de Tel Aviv.
Los israelíes varados en Cuenca recibieron regalos de la comunidad judía local.
Como hasta ayer no se habían conseguido las voluntades suficientes, el inicio de la festividad los encontró en una encrucijada: pagar un precio mayor para garantizar el regreso o cancelar el vuelo y quedarse en Argentina hasta que surja otra alternativa.
Finalmente, en las primeras horas del jueves este plan fue cancelado y todo este grupo de israelíes deberá seguir esperando. «Fue devastador ver a mi marido comer solo en el Seder y verlo llorar porque extraña a nuestra hija», contó desde Israel una pareja de los afectados.
Un puñado de israelíes permanece en Cuenca, Ecuador, convencidos de que la mejor opción es quedarse aislados en un hotel. Consideran que transitar por aeropuertos y emprenderse en vuelos internacionales en este momento es una opción poca segura para su salud. Además, para fortuna de ellos, encontraron en su entorno a personas que los ayudan desinteresadamente.
El primero en colaborar con ellos fue Andrés Ochoa, dueño del hotel que les permitió quedarse a realizar la cuarentena en sus instalaciones y precios muy accesibles, y encima les regaló la comida que sobraba en el depósito al momento de iniciarse la cuarentena. Días después se sumó la solidaridad de la filial local de Jabad Luvabitch y de un grupo de familias judías que viven en Cuenca. Gracias a ellos los israelíes varados en esta ciudad recibieron matzá, vino y ensaladas para iniciar Pésaj, tal vez no en familia pero sí en comunidad.
“Todo esto fue gracias a la comunidad judía local, no tenemos palabras para agradecer lo que nos dieron y el trato que estamos recibiendo”, destacó Tali, alojada allí junto a su pareja Andrey y otros compatriotas que corrieron la misma suerte.
A Shir el cierre de fronteras por el coronavirus también la encontró en Ecuador, pero ella decidió emprender un largo camino a casa: consiguió un vuelo desde Quito y con escala en Londres.
“El viaje fue muy bueno”, resaltó tras la aventura, ya desde Israel, pero todavía lejos de casa ya que toda persona que ingresa al país debe atravesar un período de aislamiento en un hotel destinado por el Estado a tal fin.
Un poco más cerca de su hogar, pero sola en una habitación, Shir celebró Pésaj con la comida y el vino que le brindaron en el hotel. “Me tratan muy bien y estoy muy agradecida”, asegura optimista, con la tranquilidad de que ya no está a miles de kilómetros de su casa, y contando los días para terminar esta travesía que empezó como vacaciones pero derivó en drama.
Para Ohad, un israelí que permanece en Perú, la decisión de quedarse en Sudamérica fue más sencilla debido a que su esposa es peruana. “Hasta donde tengo entendido casi no quedan israelíes en el país”, cuenta, semanas después de que la aerolínea israelí El Al decidiera realizar una serie de vuelos especiales para repatriar a casi 600 ciudadanos que paseaban por Perú.
“Nuestro avión a Israel se canceló, pero por suerte mi esposa es peruana y dispongo de un lugar cómodo para pasar el encierro hasta que vuelvan a abrirse las rutas aéreas”, expresó desde Cusco, en donde anoche pudo cenar junto a su familia y disfrutaron la matzá que cocinaron con sus propias manos. Eso, y el océano Atlántico de por medio, fue lo único diferente respecto a otras celebraciones de Pésaj.
Fuente: Ynet en Español