El niño que escapó del gueto de Kovno oculto en un costal

Brik era un niño pequeño que sobrevivió al Holocausto, vivió en Israel y llegó a ocupar cargos importantes.

Arik (Aharón) Brik nació en Kovno, Lituania, en 1936. Era el único hijo de Tzvi Brik, un abogado, y de su esposa Leá, que era maestra. Kovno, la segunda ciudad del país y en una época su capital, era famosa por sus fábricas textiles, sus cervecerías y su producción de muebles, y estaba repleta de artesanos y comerciantes judíos. Había decenas de sinagogas y escuelas judías, así como muchos movimientos juveniles sionistas. En Kovno vivían 31.000 judíos, que constituían una cuarta parte de los habitantes de la ciudad. Muy cerca se encontraba la famosa ieshivá de Slobodka, uno de los lugares más destacados de estudio de Torá en Europa.

El 25 de junio de 1941 la vibrante vida judía de Kovno se detuvo abruptamente cuando los nazis conquistaron la ciudad, desatando una ola de ataques brutales por parte de los lituanos, que asesinaron a cientos de judíos a plena luz del día en las calles de la ciudad. En unas pocas semanas los nazis consolidaron su control sobre la ciudad, obligaron a los judíos a mudarse al gueto y efectuaron una serie de crueles aktions, llevando a grandes grupos a los bosques cercanos y disparándoles en los fuertes militares que los soviéticos habían abandonado.

Las matanzas sembraron pánico en la comunidad y los pocos sobrevivientes del pueblo nunca pudieron olvidar una fecha: el 28 de octubre de 1941. Ese día los nazis llevaron a 9.200 hombres, mujeres y niños al noveno fuerte, les dispararon y enterraron sus cuerpos en pozos poco profundos. Los 20.000 judíos que quedaron en el gueto vivían constantemente con miedo.

Sin recuerdos felices

Arik Brik tenía cinco años cuando los nazis entraron a la ciudad. Sesenta años más tarde contó: “No recuerdo haber jugado alguna vez en el gueto, siempre tenía miedo. Siempre estaba entre cuatro paredes, no podía salir. No tengo recuerdos felices. Sólo puedo recordar el miedo y la preocupación por la privación diaria”.

Sus recuerdos de infancia quedaron marcados por muchos momentos amargos. “Un día derramé una olla de sopa. Fue una tragedia porque no teníamos comida”. La escasez de alimentos era tan grande que “una papa podrida que lograban entrar de contrabando desde fuera del gueto convertía al día en una festividad”.

Los nazis explotaron a los judíos sometiéndolos a trabajos forzados. Cada día hacían marchar 6 kilómetros a 4.500 judíos ya debilitados por el hambre, para construir un aeropuerto militar para la fuerza aérea alemana. Quienes trabajaban allí vivían con la esperanza de que ser útiles a los nazis pudiera mantenerlos con vida, pero cada día regresaban a sus hogares aterrorizados de descubrir que sus familias hubieran sido deportadas o atrapadas en otra brutal aktion.

El padre de Arik temió por la seguridad de su hijo, lo vistió como si fuera un niño mayor y lo llevaba a trabajar con él con los otros hombres del gueto. El 27 de marzo de 1944 los nazis intensificaron sus planes asesinos para el pueblo judío: sacaron del gueto 1.800 niños y bebés y les dispararon a sangre fría. De alguna manera Arik sobrevivió a esa aktion. “La muerte era un fenómeno que vi muy cerca, siempre a mi alrededor”.

Un escondite subterráneo

Cuando los judíos que quedaban en Kovno comprendieron que el fin estaba cerca, comenzaron a cavar bunkers subterráneos debajo de los edificios del gueto, con la esperanza de poder ocultarse y con un poco de suerte lograr sobrevivir hasta llegar a ser liberados. Algunos que tenían buenos contactos fuera del gueto trataron de encontrar la forma de escaparse. Pero Tzvi Brik, un respetado líder en la ciudad tanto antes como durante la guerra, se negó a abandonar a su comunidad. Él se unió a otros en uno de los bunkers y usó sus conexiones previas a la guerra con gentiles locales para lograr sacar del gueto a su esposa y a su hijo. De esta manera continuó la increíble historia de supervivencia de Arik.

“Me metieron dentro de un costal y me dijeron que no hiciera ningún ruido”

Una de las fábricas del gueto producía uniformes para el ejército alemán. Esta era otra de las maneras en que los judíos de la ciudad usaban sus habilidades como artesanos para seguir siendo útiles a los nazis tanto tiempo como fuera posible. En un plan cuidadosamente pensado, Tzvi sobornó a los guardias y al conductor de la carreta que venía a buscar un lote de uniformes del gueto y organizó el escape de su familia. Colocó a Arik dentro de un costal y el guardia permitió que su madre caminara junto al carro.

“Me metieron dentro de un costal y me dijeron que no hiciera ningún ruido”, relató Arik. “No importaba si hacía frío, calor o cualquier otra cosa, no podía hacer ningún ruido”. La carreta transportaba objetos valiosos para el esfuerzo de guerra nazi, y el costal en el que estaba Arik fue colocado arriba de todo, para que pudiera respirar.

Unos pocos kilómetros fuera del gueto, la carreta se detuvo y todos los costales fueron descargados en un granero. Habían llegado a la granja de un amigo de Jaroslavas Rakevičius, un amigo del padre de Arik antes de la guerra.

Arik había pasado su infancia en el gueto y nunca había estado en el campo. “Cuando abrieron el costal, abrí mis ojos y vi una vaca. Nunca antes había visto una vaca”.

Arik y su madre permanecieron en la granja, en las afueras de Kovno, durante tres días, hasta que Rakevičius y sus hijos (quienes también ayudaron a escapar a otras 20 familias judías) sintieron que los nazis estaban buscando a judíos ocultos y se los llevaron a su propia granja en el pueblo de Keidžiai, a unos 100 kilómetros de Kovno. Arik permaneció oculto allí con su madre, entre dos bunkers construidos dejado de la casa de la familia y en el patio, esperando que la guerra terminara pronto.

“Nuestro mayor temor era que alguien nos descubriera y nos denunciara. Si alguien nos denunciaba ante las autoridades no sólo nos matarían a nosotros, sino también a la familia que nos estaba ayudando”.

Debes seguir estudiando

A pesar de vivir con ese miedo, la madre de Arik se negó a ceder a la educación de su único hijo. Aprovechando su experiencia como educadora antes de la guerra, ella insistió en que aprovecharan el tiempo en su escondite para continuar con su educación. “Ella me enseñó matemáticas e historia. Recuerdo que mantuvimos muchas conversaciones extensas sobre el mundo”, contó Arik y recordó que su madre le habló de la vida fuera de los confines de la guerra.

Mientras Arik y su madre estaban ocultos, Tzvi Brik, junto con el resto de los judíos de Kovno, se ocultaban en los bunkers subterráneos del gueto. Cuando los soviéticos avanzaban y la guerra cambió de dirección, los nazis comenzaron a destruir el gueto, encendieron los edificios y el humo obligó a los judíos a salir de sus escondites. Lamentablemente la mayoría de los bunkers fueron descubiertos, porque los judíos que estaban en ellos se sofocaban por el humo. Pero los nazis no encontraron el búnker donde estaba Tzvi y sorprendentemente también él sobrevivió la guerra.

La familia se reúne y se va a Israel

Después de esconderse durante seis meses, la familia Brik finalmente pudo reunirse y dos años más tarde, en 1947, se fueron a comenzar una nueva vida en el futuro estado de Israel. Arik recordó la travesía de su familia: “Viajamos de Lituania a Polonia, de Polonia a Rumania, de Rumania a Hungría, de Hungría a Austria bajo control ruso, y de Austria bajo control ruso a Austria bajo control británico. Cuando cruzamos la frontera, de repente nos recibió una división de soldados que portaban el símbolo de nuestra bandera”.

Estos eran los miembros de la brigada judía que servía en el ejército británico. De allí se unieron a un barco de refugiados que viajaba hacia Palestina. “Estas son cosas que nunca olvidaré. Siempre recordaré la vista de Haifa desde el barco cuando llegamos”.

Cuando el barco llegó a Israel, Arik tenía once años. Los padres de Arik cambiaron el apellido de la familia de Brik a Barak, que significa relámpago o un haz de luz. Su supervivencia fue como flashes de luz en la oscuridad. Ellos fueron una de las pocas familias de Kovno que lograron reunirse y comenzar nuevas vidas después de la guerra.

En Israel, Aharón continuó su educación. Los esfuerzos de su madre mientras se ocultaron lo ayudaron a conservar su sed por el conocimiento, a pesar del miedo y de la ansiedad con la que vivían cada día. Después de servir en el ejército israelí, Arik completó sus estudios de Relaciones Internacionales en la Universidad Hebrea de Jerusalem y después siguió los pasos de su padre y estudió abogacía.

Tras obtener gran renombre, en 1974 Aharón Barak fue nombrado decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Hebrea y un año más tarde el pequeño niño que sacaron del gueto de Kovno dentro de un costal se desempeñó como Procurador General del Estado de Israel desde 1975 hasta 1978. Barak fue juez de la Corte Suprema de Justicia de Israel (1978-95) y presidente de la Corte Suprema de Israel desde 1995 hasta el 2006. Ese fue el potencial de un niño judío que sobrevivió al Holocausto.

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