Violencia sexual hacia las mujeres en la Shoá.

Durante la Alemania Nazi se establecieron prostíbulos en los campos de concentración. Las mujeres que fueron forzadas a prostituirse habían sido traídas del campo de concentración de Ravensbrük, con excepción del de Auschwitz donde explotaron a sus propias prisioneras.

En los prostíbulos militares alemanes se estima que al menos 34,140 mujeres prisioneras fueron forzadas a ofrecer servicios sexuales durante el Tercer Reich. Siempre se supo que los nazis poseían grandes burdeles con jóvenes prisioneras para que los soldados tuvieran noches de diversión. Estos burdeles no sólo sirvieron a los soldados de la Wehrmacht, sino también a los prisioneros de los campos de concentración para alentar como premio a los presos por su buena conducta y trabajo. Ese incentivo se introdujo a finales de 1942 por decreto del Reichsführer de las SS Himmler. Como los prisioneros participaban en diversas obras, y entre ellos había verdaderos maestros de su oficio, los líderes de los campos de concentración trataron de protegerlos e incluso pagarles algún pequeño salario en efectivo.

Los presos podrían gastar su dinero en comida, cigarrillos o visitar el burdel. Les daban quince minutos para disfrutar con una sacerdotisa del amor, cuyo costo eran dos marcos, más barato que comprar un paquete de cigarrillos, privilegio que no otorgado a los judíos. Al prisionero se le daba el número de habitación al que tenía que ir y en la puerta había una mirilla para controlar que ssólo podía realizar el acto sexual en la posición del misionero.

La selección de las elegidas era diferente: para los burdeles militares eran movilizadas verdaderas prostitutas y para el servicio de los prisioneros se seleccionaban a las de clase baja de Ravensbrück y Auschwitz-Birkenau. Las seleccionadas tenían entre 17 y 35 años. Muchas eran detenidas por comportamiento antisocial y otras condenas y que al ser reclutadas les eran perdonadas, pero también hubo aquellas que accedieron voluntariamente a esta ocupación para sobrevivir. Así, en los campos de prisioneros de sexo femenino, esa era tal vez la única manera de conseguir alimento ya que por las penurias que pasaban, por su delgadez antes de ingresarlas a los burdeles durante diez días, las engordaban.

Todas las trabajadoras de los burdeles eran sometidas a un examen médico regular porque se temía brotes de enfermedades de transmisión sexual. En caso de embarazos se las hacía abortar aunque la mayoría habían perdido su función reproductiva por la angustiante situación a las que estaban sometidas.

Después de la caída del nazismo, las mujeres que trabajaban en estas instituciones especiales fueron olvidadas ya que no fueron consideradas presos de los campos de concentración. Por vergüenza la mayoría permaneció en silencio sobre su pasado por lo que ninguna de estas esclavas sexuales recibió compensación alguna.

En los campos de concentración hombres y mujeres sobrevivían separados en distintas zonas. Pero existió uno que se dedicó a exterminar a mujeres y niños después de hacerles vivir un verdadero infierno en la tierra. Ese fue Ravensbrück donde las mujeres recluidas descubrieron que no sólo los hombres eran capaces de cometer las más indescriptibles de las atrocidades, porque Ravensbrück fue algo más que un centro de reclusión y exterminio femenino, fue también una macabra escuela de maldad en el que fueron instruidas las guardianas nazis más agresivas y violentas del Tercer Reich.

Son muchos los nombres de aquellas asesinas y sádicas ejecutoras que demostraron que el sexo femenino era también capaz de cometer las mayores atrocidades. Una de ellas fue Dorothea Binz, bonita muchacha alemana que se vio irremediablemente deslumbrada por la propaganda del nacionalsocialismo y se convirtió en una de sus más letales abanderadas. Las reclusas intentaban por todos los medios evitar su mirada gélida cuando se paseaba por el campo con un pastor alemán agarrado en una mano mientras con la otra sostenía un látigo. Las palizas, bofetones, latigazos, estaban a la orden del día. Dorothea era una asesina implacable que no dudada en terminar con la vida de una reclusa que se detenía un segundo de su trabajo propinándole patadas hasta terminar con su vida. Junto a Dorothea Binz se formaron otras asesinas con Irma Grese, conocida como “El ángel de Auschwitz”, María Mandel “La Bestia de Auchwitz” o Herminia Brausnteiner-Ryan apodada “La Yegua de Majdanek” donde las obligaban a las más abominables degradaciones.

La violencia sexual en el Holocausto fue a partir de 1935 cuando las leyes de Nüremberg prohibieron las relaciones sexuales entre “alemanes arios y judíos”, aunque a lo largo del Holocausto la violación sexual fue un lugar común, incluso sancionado, a pesar de la legislación. Muchas mujeres judías fueron violadas y, después, asesinadas, ya que su silencio era esencial. Si por casualidad se les “permitía” vivir, ellas sabían que si hablaban serían asesinadas. Así pues, durante muchos años, el tema fue tabú y las mujeres guardaron silencio. Las mujeres judías fueron elegidas para morir porque eran personas especialmente peligrosas, ya que podían dar a luz a una nueva generación de judíos pero también sufrieron como mujeres, con una vulnerabilidad propia y una capacidad de recuperación propia también.

El 15 de mayo de 1939 se abrieron las puertas del campo de Ravensbruck, y desde su apertura hasta su cierre seis años después, pasaron 132.000 mujeres y niños, un millar de chicas adolescentes recluidas en el campo adyacente preventivo de Uckermark y 20.000 hombres de un pequeño centro masculino dependiente del campo principal. Cifras que esconden infinidad de historias de muerte, desesperanza y crueldad gratuita.

Las mujeres judías que llegaban a Auschwitz enfrentaron a la selektion. Un médico nazi, a menudo el infame Dr. Josef Mengele, esperaba en la Rampa por donde descendían para señalar a la derecha o a la izquierda a los prisioneros que llegaban que ignoraban cuál de esas dos elecciones llevaban a la vida o la muerte inmediata. Los ancianos, los discapacitados y los muy jóvenes eran enviados a morir. Los jóvenes y los sanos, físicamente capacitados se elegían para trabajar si se necesitaba mano de obra. Pero las mujeres con hijos y sus pequeños eran enviados juntos a las cámaras de gas.. Aquellas mujeres que no tenían hijos y que eran aún jóvenes y físicamente aptas, inmediatamente se enfrentaban a una humillación especial. Se les dirigía al centro de procesamiento para registrarlas, tatuarles un número que pasaría a reemplazar su nombre, se les rasuraba el cabello de todas las partes del cuerpo. Mientras que las adolescentes que nunca habían estado con un hombre así como las mujeres casadas fueron obligadas a desfilar desnudas ante el personal del campo que sentía un especial deleite ante su avergonzamiento.

Beverley Chalmers escribió un libro sobre este tema y dice que les debemos a las víctimas y sobrevivientes conocer los crímenes incalificables – las violaciones, la experimentación y los abortos forzados – cometidos contra ellas.

Bajo el título, “Nacimiento, sexo y abuso: Voces de mujeres bajo el régimen nazi”, descripto desde el principio al fin con relatos terribles de un sinnúmero de mujeres judías y no judías que han sido violadas brutalmente, con las que han experimentado, forzadas a la prostitución u obligadas a someterse a la esterilización o el aborto en contra de su voluntad. Algunas mujeres alemanas consiguieron dar a luz les quitaron a sus bebés para darlos en adopción. A las mujeres judías se los arrancaban y asesinaban delante de ellas.

Estas acciones eran parte del programa nazi para crear una raza superior, pero hasta que Chalmers se dedicó a escribir este libro, ningún trabajo lo había examinado a fondo ni reunido pruebas ampliamente consolidadas sobre este aspecto del Holocausto.

Martha Wolff. Periodista- Escritora

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