Girona, un histórico centro de la espiritualidad judía

Nos adentramos en el excitante mundo de las ideas. En el Judaísmo, no hay nada como una buena polémica o una buena disputa, ya que esta además de alborotar a los hombres piadosos, les incita, les provoca y les desafía a adentrarse a desarrollar nuevos y originales planteamientos. Podemos decir que este hecho vivió una cota de esplendor en el pensamiento judío occidental en el siglo XI.

Tanto Catalunya como la región francesa del Languedoc desempeñaron un papel clave de cruce de culturas y civilizaciones. Las circunstancias políticas y el parentesco de las lenguas románicas habladas a uno y otro lado de los Pirineos favorecieron este intercambio. 

Como si de estudiantes de intercambio se tratará, jóvenes ávidos de conocimiento talmúdico cruzaban las montañas de un lado a otro. Estas relaciones, que si bien existían desde hace tiempo, fueron especialmente fuertes en el siglo XII, cuando las escuelas de Narbona, de Lunel y otros centros estaban en pleno florecimiento. 

De hecho, en esos centros se estaba cociendo una fuerte reacción, de tipo mística, al racionalismo que impulsaría Maimónides tiempo atrás. Este tipo de pensamiento será conocido como Cábala

La figura central de la época, en este ámbito, fue un provenzal con nombre de cantante de Blues, Isaac “el ciego”. Su influencia en el pensamiento fue tal, que pronto sus ideas cruzaron la frontera. La comunidad judía más importante y más cercana al otro lado de los Pirineos era la de Girona, por lo que no es de extrañar que los nuevos planeamientos irradiaran fuertemente esta ciudad. 

Y es que en Girona ya se encontraban verdaderas lumbreras del pensamiento judío, los cuales ya estaban desarrollando una amplia actividad literaria. 

Estos nuevos postulados sirvieron como una llama que encendió una mecha que ya estaba lista para iluminar. Esta fuerza de pensamiento todavía puede tocarse en el corazón del pequeño Call de Girona. 

En el carrer de la Força, bajando a mano izquierda, nos encontraremos con la escalinata de la calle Sant Llorenç, donde desde las rendijas de una puerta de hierro, se asoma y se intuye la belleza de un patio que guarda el nombre del célebre pensador provenzal. Una visión que evoca resonancias eternas y que mantiene intacta su belleza.

No es de extrañar que en Girona se forjará un círculo de cabalistas que pasaría a la historia. Si hasta entonces la doctrina cabalística se había esforzado en mantenerse secreta, en Girona, en cambio, se desplegará con toda su fuerza. El círculo de cabalistas gerundenses, que vivían en estrecha unión espiritual, poseyó una concepción del mundo unánime. 

Doce hombres excepcionales formaron este círculo. Sus personalidades más destacadas fueron Azriel de Girona y el gran Moisés ben Nahman, también conocido como Nahmánides o Bonastruc ça Porta. De hecho, con este último nombre es con el que se conoce el fantástico Museo Judío de la ciudad. Nahmánides, se erigió como el máximo representante de la corriente espiritualista y mística y la máxima autoridad talmúdica de su generación. 

Él será quién lidere el círculo cabalista de Girona, confeccionando una importante y extensa obra religiosa, fundamentada en la meditación y la interpretación de la Biblia y el Talmud. Son famosos sus comentarios sobre el Pentateuco y sus obras de tipo “didáctico”, como Tesoro de vida, La epístola de la santidad, el Libro de la Redención o el Torat Ha-Adam. 

Su gran prestigio hizo las comunidades judías de la Corona le designarán como representante para intervenir en una má uns que polémica controversia, con final trágico, conocida como la Disputa de Barcelona. Pero claro, esa ya es otra historia

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