“Herencia Judía” fue una brillante revista trimestral publicada durante años por el Distrito 23 de B´nai B´rith Internacional. Revisando y acomodando mi biblioteca en estos días de aislamiento social obligatorio en el que la lectura ocupa un lugar más que relevante, me encontré con una vieja edición que da cuenta de una reunión especial del 6 de mayo de 1926, un día como hoy, para homenajear a Sigmund Freud en el marco del septuagésimo aniversario de su nacimiento.
La crónica titulada “Ustedes fueron mis primeros oyentes», narra que Freud por motivos de salud no pudo concurrir y lo hizo en su nombre su médico personal el profesor Ludwig Braun, quien fue portador de una carta que tenía por encargo leer.
Es de destacar que B’nai B’rith fue pionera entre las organizaciones de la comunidad judía a nivel mundial, tal como la conocemos hoy. Fue fundada en 1843 en Nueva York como una fraternidad de servicio representando los intereses culturales, intelectuales y solidarios del judaísmo y la acción política. Sigmund Freud se unió a en 1895 en la filial de Viena.
La carta que más abajo transcribo, además de pretender ser es un homenaje sencillo a Freud en el día de su natalicio trayéndolo al presente en su relación con la comunidad, me parece apropiado para estos días y los que vendrán cuando la comunidad en su conjunto debe y deberá repensarse en su organización.
Innumerables artículos y análisis son publicados en estos meses dando cuenta de las consecuencias sociales, económicas y financieras que la nueva realidad que atravesamos ha traído al seno de las sociedades. Muchos de ellos también adelantan que el futuro que siempre es incierto lo será aún más, tanto por la gravedad de la crisis y su profundidad, como por los muchos cambios de comportamiento que se observan y serán los que marquen la agenda de los tiempos por venir.
Así, me parece importante detenernos en el reportaje a Yuval Harari en La Nación el pasado 5 de abril y cuya lectura recomiendo.
Extraigo sólo dos conceptos de los múltiples que desarrolla y que considero centrales para invitarnos al análisis: «La falta de solidaridad global y de liderazgo representa un peligro inmenso para la humanidad», señala Harari en un fragmento de la nota y “La importancia de preguntar las preguntas correctas más que prestar atención a las supuestas respuestas que pululan por allí”, añade.
A nadie escapa que los escenarios y dilemas que se presentan en la sociedad son los mismos que la comunidad deberá enfrentar, y creo que las ideas de Harari son centrales y servirán como disparadores para el debate futuro.
No habrá posibilidad alguna de desarrollo comunitario que contenga y cobije en todas sus dimensiones a los judíos sin una estrategia global, a partir de un trabajo mancomunado que se permita preguntar las preguntas que nuestro tiempo requiere.
Volviendo a Freud, hay en las palabras de su carta una invitación para el pensamiento compartido que se liga con las formulaciones de Harari. Freud nos hace un llamado de atención al lugar de las instituciones de la comunidad en momentos precisos; nos muestra la fortaleza de una institución, en este caso B´nai B´rith que se abre, fiel a sus principios, convirtiéndose en receptora y amplificadora de aquel que se anima a pensar y reflexionar distinto, mirando hacia adelante. También Freud pone en un lugar de altísima valoración la ética judía, la identidad interior y la pertenencia común.
Es cierto que la realidad nos aúna sin diferencias. Nadie podria haber imaginado jamás este escenario que nos toca vivir. Pero también es cierto que durante mucho tiempo nos negamos, como comunidad, a un trabajo serio y a conciencia que adecúe nuestra forma de organización y de administración de recursos y servicios, Que nos haga previsibles, sustentables y menos aún que adelante escenarios posibles, incluso de crisis.
Es tiempo de empezar a pensarnos en forma solidaria y animarnos a formular nuevas preguntas sabiendo que no hay verdades absolutas que sostengan per sé estructuras ni liderazgos institucionales o personales.
Aquí la carta de Freud en 1926:
“Honorabilísimo Gran Presidente, honorables Presidentes, queridos hermanos:
Les agradezco los honores que me brindan hoy, ustedes saben el por qué no pueden escuchar mi propia voz. Han escuchado a uno de mis discípulos y amigos hablar sobre mi trabajo científico; pero es difícil juzgar estas cosas y por largo tiempo todavía no será posible que se lleguen a juzgar con certeza… Me gustaría contarles brevemente como llegue a ser un Ben B’rith y que busque en ustedes.
Ocurrió que en los años que siguieron a 1895 fui expuesto a dos impresiones que juntas produjeron el mismo efecto en mí. Por un lado tuve mi primera percepción de las profundidades de la vida de los instintos humanos; había visto algunas cosas que me hicieron pensar y en principio hasta me aterrorizaron. Por el otro, la publicación de mis descubrimientos tuvo por resultado la separación de una gran parte de mis contactos humanos, sentí como si fuera despreciado y universalmente esquivado. En mi soledad se apoderó de mí un ansia de encontrar un círculo de hombres escogidos de carácter superior, que me recibieran con espíritu amistoso a pesar de mi temeridad. Vuestra sociedad me fue señalada como el lugar donde se podía encontrar esos hombres.
Que fueron judíos solo pudo ser agradable para mí, porque yo mismo soy judío y siempre me pareció no solo indigno sino positivamente sin sentido el tratar de negar este hecho. Lo que me ató al judaísmo no fue (me avergüenza admitirlo) ni la fe ni el orgullo nacional, porque nunca fui creyente y fui educado sin religión, aunque no sin respeto a las normas éticas de la civilización humana. Cada vez que sentí una inclinación hacia un entusiasmo nacionalista, me esforcé en sofocarlo como una cosa maligna y equivocado, alarmado por los ejemplos de advertencia de la gente entre la cual vivimos los judíos. Pero hubo muchas otras cosas que quedaron para hacer irresistible la tracción del judaísmo y de los judíos; muchas fuerzas emocionales oscuras fueron más poderosas y que no pueden ser expresadas con palabras, asimismo una conciencia clara de identidad interior, la privacidad segura de una construcción mental común. Y más allá de esto, hubo una percepción que solo a mi naturaleza judía debía dos características que habían llegado a ser indispensables para mí en el difícil curso de mi vida. Siendo judío me encontré libre de muchos prejuicios que restringieron a otros el uso de sus intelectos, y como judíos estuve preparado para unirme a la oposición y pasarme sin el consentimiento de la “mayoría compacta”.
Así ocurrió como me convertí en uno de ustedes… Nunca trate de convencerles de mis nuevas teorías; pero en una época cuando nadie en Europa quiso escucharme y todavía no tenía discípulos ni en Viena, ustedes me prestaron su amable atención. Ustedes fueron mis primeros oyentes.
…Estuve abrumado por el trabajo y las exigencias relacionadas a él; el día dejo de ser lo suficientemente largo para permitirme asistir a vuestras reuniones y pronto mi cuerpo comenzó a rebelarse contra una comida tarde en la noche. Finalmente, llegaron los años de mi dolencia que hasta me impidió estar con ustedes esta noche.
No puedo juzgar si he sido un auténtico Bne B´rith a vuestro entender…. Pero puedo asegurarles lo siguiente: que significaron mucho para mí y que han hecho mucho por mí durante los años que pertenecí a ustedes. Por ello les pido acepten mi agradecimiento más cálido tanto por aquellos años como por el día de hoy.
Vuestro con Benevolencia, Amor Fraternal y Concordia
Sigmund Freud
Por CLAUDIO AVRUJ
Ex secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación
Presidente Honorario del Museo del Holocausto de Buenos Aires