EL ACCIONAR DE LOS DIPLOMÁTICOS ARGENTINOS DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

La República Argentina permaneció neutral la mayor parte de la duración de la contienda. Recién en enero de 1944 el gobierno argentino rompió relaciones con Japón y Alemania (Italia había pasado a integrar el bando aliado) y en marzo de 1945, pocas semanas antes de la capitulación, les declaró la guerra. En ambas ocasiones las decisiones fueron adoptadas forzadamente por la dirigencia, simpatizante del Eje, y en el caso de la guerra, para poder reintegrarse al sistema interamericano y, por ser su declaración requisito impuesto por los aliados para poder incorporarse como nación fundadora a la naciente Organización de las Naciones Unidas.
Los gobiernos argentinos fueron: Desde febrero de 1938 hasta septiembre de 1940 fue Presidente constitucional Roberto M. Ortiz. Desde septiembre de 1940 a Junio de 1943 gobernó Ramón S. Castillo. De junio 1943 a marzo de 1944 fue Presidente de facto Pedro P. Ramirez. En marzo de 1944 (hasta junio 1946) asumió Edelmiro J. Farrell, (Presidente de facto), quien, como sus diversos cancilleres, osciló entre un acusado neutralismo y simpatías por el Eje, pero se vio forzado a declarar la guerra. En general estos gobiernos demostraron una actitud germanófila
Las actitudes de los diplomáticos de esa época fueron dispares. En un extremo algunos funcionarios mostraron claras tendencias racistas y de simpatía y apoyo al nazismo, y en el otro extremo hubo quienes mostraron actitudes críticas sobre el totalitarismo y, en ocasiones, prestaron ayuda y protección a perseguidos por motivos políticos o raciales. En esa Europa dominada por el autoritarismo algunos diplomáticos argentinos salvaron con su conducta la dignidad de su vocación, muchas veces sin que trascendiese su acción. En el medio muchos se limitaron a informar o actuar, sin emitir juicios.
En la Cancillería hay una importante placa que  honra a funcionarios argentinos  quedefendieron a víctimas del nazismo. Estos funcionarios se destacaron durante el régimen del Tercer Reich por sus muestras de solidaridad y humanidad. La placa recuerda a doce diplomáticos, funcionarios consulares y otros argentinos que actuaron en defensa de los derechos humanos principalmente durante su estadía en Europa, y se destacaron por sus intervenciones en favor de los intereses de  judíos argentinos. Entre los argentinos recordados se encuentran JUAN GIRALDES, cuestionado abiertamente por el propio Adolf Eichmann por el apoyo que brindaba a la comunidad judía, ROBERTO LEVILLIER, MIGUEL ANGEL GAMAS Y HECTOR J. MENDES para quienes la política inmigratoria crecientemente restrictiva de casi todos los países del continente, no les impidióotorgar visados a víctimas de las leyes raciales. LUIS H. IRIGOYEN, quien no sólo intercedió en favor de la emigración de un grupo familiar de judíos polacos en Viena, sino que también buscó proteger la integridadfísica y la dignidad de argentinos de filiación judía, con su oposición, por ejemplo, a migraciones forzadas y deportaciones,y al uso obligatorio de la estrella de DavidJOSÉ PONTI quien resguardó personalmente a la adolescente Adina Iacker, quien logró salvar su vida y vive actualmente en Israel.Los diplomáticos JOSÉ ANGEL CABALLERO, LUIS LUTI y ALBERTO SAUBIDET, los funcionarios consulares LEON SCHAPIER, JACOB LAUB y FEDERICO FRIED, un administrativo de larga carrera en la Cancillería.
Aunque no fueron los únicos, estos doce funcionarios entendieron que la neutralidad del período bélico no era impedimento para que la Argentina recibiera refugiados. Se calcula que los inmigrantes de origen judío fueron 45 mil, cifra que aunque insignificante frente a la enormidad del genocidio nazi es crecientemente reconocida como superior al de refugiados que arribaron a otros países aliados del continente. 
En los casos en que hay constancia clara de su ayuda, aún a riesgo de su cargo y de su propia vida, figura el de José Carlos Ponti, en Rumania, crítico agudo de las leyes antisemitas de “carácter brutal” que instauran una “esclavitud adornada además con una humillación física y moral”. Ponti además libró del campo de exterminio a una menor de edad judía presentándola como hija adoptiva; el del asesor letrado del Ministerio, Ricardo Marcó del Pont oponiéndose a decisiones arbitrarias; el Embajador en Montevideo, Roberto Levillier, quién otorgó un permiso a una pareja italiana de origen judío, y por ello fue denunciado por el Cónsul en esa ciudad, J.J. Varela; Levillier en París también concedió permisos a refugiados judíos como lo hicieron Manuel Malbran en Italia y otros. También en los consulados de Milán (Héctor J. Méndez) y Nápoles, los cónsules hicieron en ocasiones caso omiso de los reglamentos y circulares ciertamente muy restrictivos, y otorgaron permisos y visaciones a perseguidos.
Miguel Angel de Gamas, a cargo de la legación de Budapest (1942-1943) se resistió a interpretar en forma restrictiva las instrucciones sobre inmigración y extendió visados a perseguidos raciales.
Juan Giraldes, Cónsul en Viena desde 1938, apoyó a tantos perseguidos que Adolf Eichmann, el notorio criminal nazi, lo calificó de “hebreófilo”.
Jacobo Laub, funcionario consular en Varsovia emitió visas a favor de polacos, judíos o no, que buscaban emigrar a la Argentina.
José Caballero, en Bulgaria llegó a discrepar expresamente con la posición oficial de la Cancillería sobre la extensión de la protección que se debía otorgar a ciudadanos argentinos judíos.
Alberto Saubidet, funcionario consular en París ya en 1938 otorgó visados a refugiados judíos que huían del nazismo.
León Schapiera, Cónsul en Bremen, otorgó en 1938 visados a perseguidos judíos.
El Embajador Ricardo Olivera (Berlín hasta 1942, y luego Vichy) procuró dar protección a los judíos argentinos y lo intentó con respecto a judíos griegos bajo su protección, siendo rebatida esta última intención por Ruiz Guiñazú, no obstante lo cual continuó dispensando su apoyo cuando le fue posible, logrando la liberación de todos los judíos griegos internados en el campo de concentración de Compiegne.
Estas posiciones, como las de diplomáticos que plantaron cara al poder nazi, como el Embajador Luti, contrastaban con la de otros funcionarios diplomáticos y consulares que no sólo aplicaban a rajatabla circulares y reglamentos restrictivos sino que los agravaban con su interpretación, aún más perjudicial, y en algunos casos incluso denunciaban a sus colegas que tenían actitudes humanitarias o liberales. 
Muchos diplomáticos también percibieron con claridad el carácter discriminatorio y persecutorio del totalitarismo así como su falta de racionalidad.  Así los reportes de los Jefes de Misión en Alemania, Eduardo Labougle cuando informa y muy críticamente la “Noche de los cristales rotos”, las persecuciones raciales, incluso sobre campos de concentración en 1941 y Ricardo Olivera, que envió informes precisos y bien orientados. Otros informes destacables son los del Secretario Miguel Angel Cullen en Hungría, quién narró pormenorizadamente los padecimientos de la población judía desde la invasión alemana, y el paso de trenes de deportados “hacinados como ganado” y los diversos campos de concentración; a pesar de ello su conducta en cuanto a extensión de documentación no fue positiva. El encargado de Negocios en Bulgaria, José Caballero también informó con visión crítica las persecuciones raciales, desde 1941, condenando “la abolición casi completa de todos los derechos del ser humano”, y refiriéndose concretamente a los campos de concentración. Ponti también informó precisa y críticamente, desde Rumania entre 1941 y 1943, como lo hizo el Cónsul en Budapest, Alberto Bafico.
El Encargado de Negocios A.I. en Berlín Luis Luti, informa ya en septiembre de 1942, sobre la deportación de judíos y otros polacos de la Polonia ocupada y también de los judíos de todos los países ocupados, incluso Francia. Y tan temprano como el 23 de octubre de 1942 se refiere a la desaparición del estado polaco, y a la ignorancia sobre el tratamiento a los judíos y al “trabajo forzado” a que están sujetos.
El 2 de marzo de 1943 vuelve Luti a ocuparse de esta cuestión y de la “trágica situación de Polonia”. Se refiere a los deportados judíos, “confinados…en condiciones difíciles de imaginar”. En mayo de 1943 hace una admirativa descripción de la conducta fraternal de los holandeses no judíos hacia sus compatriotas judíos.
Siempre informando desde Berlín, el 25 de Junio de 1943 Luti se refiere al ímpetu nazi para “el aniquilamiento y la extinción de los judíos en Europa”. Menciona que el “despiadado despotismo”…”acrecienta su carácter terrible con el atributo del silencio y con la presión a guardar silencio”. Escribe sobre las informaciones que recibe sobre el trato a los judíos, y que la persecución “ha adoptado en un ritmo tan acelerado tales formas, en las que ya no cabe nada más que la eliminación de los judíos por medio de la violencia”.
En cuanto a los informes dwscribe al ghetto de Varsovia como “una estación de tránsito” transportándose a sus ocupantes “con rumbo desconocido” y produciéndose una disminución de su población, reducida al 10%. Se refiere a la sublevación del ghetto, en mayo, y a las sangrientas batallas y represión subsiguiente. Menciona el campo de concentración de Treblinka “equipado con cámaras especiales en las que se encierran a los judíos para asfixiarlos”.
Así era como informaba, cuando el mundo aun ignoraba muchas de estas tragedias o miraba para otro lado, y sin saber que servicio secreto nazi lo espiaba desde 1941, un valiente diplomático desde el corazón mismo del poder nazi.
En base a los datos mencionados, y los que datan de años atrás, es adecuado señalar que alguna de las representaciones diplomáticas de Argentina en Alemania, Italia y los países ocupados por el Eje, informaron en tiempo y forma sobre las características centrales y las etapas y consecuencias de las políticas de discriminación y exterminio de la población judía con precisión sistemática de los informes diplomáticos
En el Cuerpo Diplomático argentino no aparecieron figuras de diplomáticos o cónsules cuyas acciones significaran la salvación de miles de judíos u otros perseguidos. Como era el caso, entre muchos, de Raoul Wallenberg o el.españo Angel Saez-Briz.  En general los diplomáticos argentinos no tuvieron el alcance cuantitativo de los de otras nacionalidades, pero actuaban en el contexto de un estado y una clase dirigente, civil y militar, simpatizante con el nazi-fascismo, y antisemita, que buscaba tapar todos los intersticios que permitieran una reacción abiertdemente humanitaria.
La mayoría de estos diplomáticos tuvo igualmente una actitud ambigua o dudosa dada la complicada situación que tenían que enfrentar en los países donde ejercían y representando a gobiernos con postura germanófila (como veremos en otro articulo).
Con esas limitaciones, las de sunorige en su mayoría conservador, las de su formación en una cancilleria con rasgos antisemitas y directivas contradictorias, los pocos casos que se conocen, y los que sin duda existieron sin quedar registros, muestran, en algunos de ellos, rectitud y sentimientos humanitarios.

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