El ministro italiano de Exteriores, Luigi Di Maio, dio la bienvenida a un avión cargado de suministros médicos chinos el pasado 12 de marzo. «Recordaremos a quienes estuvieron cerca de nosotros en un momento difícil», dijo. No hará falta: China se lo recordará.
Pocos días después de que China anunciara que estaba enviando suministros médicos a Italia, los medios estatales chinos difundieron imágenes de ciudadanos italianos aplaudiendo el himno nacional chino en calles y balcones. «En Roma, con el himno nacional chino de fondo, algunos italianos cantaban ‘Grazie, Cina!’ en sus balcones, mientras sus vecinos aplaudían», escribió Zhao Lijian, portavoz del Ministerio chino de Exteriores que ominosa y falsamente sugirió que habían sido militares norteamericanos los que habían llevado el covid-19 a Wuhan.
China se presentó como el salvador dispuesto acudir al lecho de la yacente Italia para socorrerla.
Pero una investigación del Financial Times ha revelado que esos vídeos fueron manipulados en el marco de la campaña propagandística emprendida por Pekín a cuenta del coronavirus. Las etiquetas #GraciasChina y #VamosItalia&China fueron generadas por bots. En un informe del Carnegie Endowment se considera a Italia «un objetivo de la propaganda china».
En un artículo titulado «Por qué la pandemia del covid-19 está tan politizada», posteado en la web de la embajada china en París, se dice que «hay occidentales que están empezando a perder confianza en la democracia liberal» y que «algunos [países occidentales] han devenido psicológicamente débiles».
Antoine Bondaz, investigador de la Fundación Francesa para la Investigación Estratégica, ha manifestado a Politico:
China considera a Europa la parte más débil de Occidente. En su lógica, (…) EEUU (…) se opondrá a China por razones estructurales e ideológicas, mientras que sus aliados europeos necesitan ser neutrales en caso de conflicto entre China y EEUU.
Según refiere el teniente general (retirado) H. R. McMaster, exconsejero de seguridad nacional del presidente Trump, en su reciente libro Battlegrounds: The Fight to Defend the Free World [Campos de batalla: la lucha para la defensa del Mundo Libre], los líderes chinos «creen que tienen una ventana de oportunidad para reforzar su dominio y revisar en su favor el orden internacional».
Así las cosas, hay un elevado riesgo de que Italia se convierta en «el Caballo de Troya chino en Europa».
Un alto funcionario francés, Pierre-Henri d’Argenson, ha escrito en Le Figaro que «Europa se ha convertido en la zona de interposición en el enfrentamiento entre China y EEUU». Pekín ha elegido Italia como la zona de flotación de Europa y está siguiendo su guión.
En abril de 2019, el Gobierno del primer ministro Giuseppe Conte fue el primero de un país miembro del G-7 en firmar un memorando de entendimiento con China en relación a su Nueva Ruta de la Seda, durante una visita de Estado del presidente chino, Xi Jinping, a Italia. De acuerdo con The Economist, el proyecto chino podría ser superior al Plan Marshall con el que EEUU revivió las economías europeas devastadas por la II Guerra Mundial.
Italia tiene un Gobierno de coalición liderado por el Movimiento Cinco Estrellas, partido extremadamente prochino cuyo fundador, Beppe Grillo, ha sido visto con frecuencia en la embajada china de Roma. Como ha reportado el European Council on Foreign Relations, «en Italia el cabildeo político y empresarial en favor de China está en auge». El ex primer ministro Matteo Renzi ha visitado Pekín como conferenciante.
La China National Chemical Corp se hizo hace cinco años con Pirelli, una compañía italiana con 143 años de antigüedad que es el quinto mayor fabricante de neumáticos. Un estudio publicado por KPMG antes de la compra reveló que las adquisiciones chinas en Italia ascendieron a 10.000 millones de euros en cinco años (para un total de 13.000 millones en inversiones). Un tercio de las compras extranjeras en Italia son chinas. La idea es convertir Italia en «el principal destino europeo para la tan codiciada inversión china».
Ahora, China está tratando de controlar las infraestructuras del sur de Europa. Pekín ya obtuvo en su día permiso para gestionar el mayor puerto griego, el de El Pireo, que China planea convertir en el mayor de Europa. Posteriormente empezó a proyectar su expansión por los puertos italianos, cuatro de los cuales están a la espera de inversiones chinas. Zeno D’Agostino, presidente del puerto septentrional de Triste, ha afirmado que «China se está abriendo porque se siente fuerte».
El apaciguamiento político de Italia para con China se puso de manifiesto en los fatídicos primeros días de la crisis del coronavirus.
El 21 de enero, el ministro italiano de Cultura y Turismo acogió a una delegación china para que asistiera a un concierto en la Academia Nacional de Santa Sofía con motivo de la inauguración del Año Sino-Italiano de la Cultura y el Turismo. Michele Geraci, ex subsecretario italiano para el Desarrollo, no estaba seguro de cuál era su lugar ahí. «¿Estamos seguros de que queremos hacer esto?», dijo mirando a sus colegas. «¿Deberíamos estar aquí hoy?». Pocos días después, en numerosas ciudades italianas, como Prato y Florencia, donde hay una potente industria manufacturera china, alcaldes y comunidades locales promovieron la iniciativa Abraza a un chino para combatir la xenofobia y el racismo.
En Roma, el presidente italiano, Sergio Mattarella, visitó una escuela con un elevado porcentaje de estudiantes chinos para combatir la «discriminación», y Nicola Zingaretti, líder del Partido Demócrata, se reunió con el embajador chino en Roma. Mientras, las televisiones organizaban catas en directo de productos chinos. Ese fue el fatal error de principio italiano: combatir el racismo en vez del virus que sólo unos días más tarde devastaría el país.
China se las ha apañado para lavar el cerebro a la opinión pública italiana. En una encuesta publicada el 17 de abril, el 50% de los italianos dijeron que China un país «amigo» (sólo el 17% de los italianos piensan igual de EEUU). Además, el 36% de los encuestados dijeron que su país debía alinearse con China en la pugna por la hegemonía global, por un 30% que piensa que debería hacerlo con EEUU.
El 12 de marzo, el ministro italiano de Exteriores, Luigi Di Maio, dio la bienvenida a un avión cargado de suministros médicos chinos. «Recordaremos a quienes estuvieron cerca de nosotros en este difícil periodo», afirmó. No hará falta: ya se lo recordará China.
Walter Ricciardi, asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Gobierno italiano, tuiteó: «¡Gracias, China!».
Ahora sabemos que, mientras el régimen chino engañaba al mundo sobre la capacidad de contagio del covid-19, hacía acopio de suministros médicos.El director del Bild alemán escribió en una carta al presidente Xi:
Supongo que considera una gran gesto de ‘amistad’ que vaya repartiendo generosamente mascarillas por todo el mundo. Eso no es amistad, yo lo llamaría imperialismo oculto tras una sonrisa. Un caballo de Troya.
Ni un solo ministro o alto funcionario italiano ha acusado a China de ocultar la epidemia o de hacer desaparecer a testigos.
«Por primera vez en muchos años, los países occidentales se han unido para solicitar aclaraciones a China sobre cómo nació y se esparció el covid-19», escribió Paolo Mieli en un artículo de portada en el mayor diario italiano, Il Corriere della Sera. Mieli citaba a EEUU, Australia, el Reino Unido, Francia y Alemania.
¿De quién no se sabe nada? De Italia, el único país del mundo occidental que ha dado la bienvenida, con un entusiasmo verdaderamente excesivo, a medio millón de mascarillas que se nos han enviado (gratuitamente) desde China.
La mundialmente famosa industria textil italiana fue una de las grandes víctimas de una expansión globalizadora liderada por el deshonesto dumping económico chino. Ahora, China está reduciendo Italia a un lugar donde contribuir a diseminar e implementar tanto su propaganda como su afán de dominio. Como ha escrito el analista italiano Francesco Galietti, Italia se está convirtiendo en «objetivo de la ofensiva del encanto china, una combinación de dinero contante y sonante y poder blando, de dinero e influencia». Y como ejemplo alude al Banco Popular de China:
Ha acumulado incesantemente posiciones por encima del 2% (el umbral de divulgación en Italia) en un montón de grandes compañías italianas participadas, empezando por FCA (el grupo Fiat Chrysler), Telecom Italia y el Grupo Generali, la mayor aseguradora italiana.
China ha invertido igualmente en energéticas italianas como Eni y Enel y en compañías del sector petrolero como Saipem.
Esta penetración económica ha tenido también grandes consecuencias en materia de seguridad. Durante los primeros días de la epidemia de covid-19, Italia, tentada por la promesa de una inversión de Huawei de 3.000 millones de dólares en su sistema de telecomunicaciones, anunció que no tenía planes de impedir que las telecos chinas desempeñaran un papel en la futura red 5G del país. Es un proyecto que el fiscal general de EEUU, William P. Barr, ha definido como «un peligro monumental».
«Los efectos geopolíticos de la pandemia pueden ser significativos», ha advertido el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. «Algunos aliados [son] más vulnerables por que sus infraestructuras críticas pueden ser vendidas» en una «oleada de compras compulsivas» por parte de China. El secretario de Defensa de EEUU, Mark Esper, ha advertido de que Pekín explotará el virus «para adelantar sus propios intereses y sembrar la división en la Alianza [Atlántica] y en Europa».
Italia es muy vulnerable a esta ofensiva china. Es uno de los países más endeudados del mundo y tiene un crecimiento económico próximo a cero. Tiene asimismo uno de los Gobiernos más frágiles e inestables de Europa y una de las mayores cifras de muertes por coronavirus –experiencia que una enfermera italiana ha comparado con una «guerra mundial».
Italia es en estos momentos el enfermo de Europa. Debido a la crisis del coronavirus chino, verá desplomarse su PIB un 9,5% y su deuda pública dispararse hasta el 160% del PIB –la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial–. Pekín lo sabe y dice: «Italia tiene numerosos problemas económicos, Europa está en crisis y la Nueva Ruta de la Seda es el único gran plan global de inversiones».
«La posibilidad de que Europa se convierta en un museo o un parque cultural de atracciones para los nuevos ricos de la globalización no está completamente fuera de lugar», afirmó el difunto historiador Walter Laqueur. La dramática caída de Roma podría significar un auge igualmente dramático de Pekín. Se trata de una seria advertencia para Occidente.
Giulio Meotti, escritor y periodista italiano, jefe de Cultura de Il Foglio.
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