Al anochecer del jueves 21 de mayo comenzó la celebración de Yom Yerushalaim, el Día de Jerusalem, que continúa hasta la caída del sol del viernes 22, conmemorando el 53º aniversario de la reunificación de la milenaria Ciudad Santa durante la Guerra de los Seis Días.
Seguramente muchos israelíes se trasladarán a la ciudad capital del Estado de Israel, donde generalmente se realiza un amplio programa festivo, pero en esta oportunidad hay una gran incertidumbre sobre cómo se realizarán las celebraciones, debido a la pandemia del Coronavirus. En las comunidades de la Diáspora los eventos alusivos serán en su gran mayoría virtuales.
La ciudad de Yerushalaim es el centro de la vida nacional y espiritual del pueblo judío desde que David la convirtió en la capital de su reino en el año 1003 antes de la Era Común.
Con el establecimiento del Estado de Israel, en 1948, volvió a ser la capital de un Estado judío soberano, si bien estaba dividida y su parte oriental, incluyendo la Ciudad Vieja, había sido anexada por Jordania.
Dos semanas después de la declaración de la independencia, los pocos sobrevivientes del Barrio Judío se vieron obligados a rendirse ante la Legión Árabe, tras varios días de heroica resistencia.
Luego ,los árabes les prohibieron a los judíos acercarse a Har HaBait (el Monte del Templo, donde se encontraban ambos Templos de Jerusalem, el último de los cuales había sido destruido casi 2.000 años antes) y al Kótel Hamaarabí (Muro Occidental, o “de los Lamentos”).
Debían contentarse con observarlos de lejos, tal como lo reflejó la canción “Yerushalaim”, que comienza con la frase “Meal pisgat har Hatzofim…” (desde la cima del monte Scopus…)
Sin saber que semanas después estallaría la Guerra de los Seis Días, el alcalde de Jerusalem, Teddy Kolleck, le encomendó en 1967 a la prestigiosa poetisa y compositora Naomi Shemer que escribiera una canción dedicada a la Ciudad Santa, con motivo de Iom Haatzmaut (Día de la Independencia).
Ésa fue la génesis de la famosa “Ierushalaim shel zahav” (Jerusalem de oro), que expresa el anhelo del pueblo judío de regresar a la Ciudad Santa y reedita la promesa de los profetas en el exilio babilónico de nunca olvidarla.
Previo al inicio de la guerra, el gobierno israelí le había hecho llegar al rey de Jordania el mensaje de que no sería atacado si se mantenía al margen de la contienda bélica, pero Hussein lo desoyó y el mismo 5 de junio los jordanos dispararon a lo largo de toda la línea de alto el fuego y, por la tarde, ocuparon el Palacio del Gobernador.
Ante estos hechos, el Comando Central del Ejército israelí, bajo el mando del general Uzi Narkis, trasladó a la brigada Harel al frente de Jerusalem.
Esta fuerza inició su ataque a las posiciones enemigas de Har Adar y Abdul Aziz y conquistó Nebi Samuel, llegando a Ramallah, Tel El y Guivat Hamivtar a la mañana siguiente, a través de la carretera capitalina.
Mientras tanto, una brigada de paracaidistas se adelantó para abrir camino hacia los monte De los Olivos y Scopus y el Museo Rockefeller, con el fin de liberar la zona nordeste de Jerusalem y posicionarse rumbo a la Ciudad Vieja en un plazo muy corto.
En la mañana del 7 de junio (28 de Iyar de 5727, según el calendario hebreo), Mordejai “Mota” Gur, jefe del Estado Mayor, dio la orden y la batalla final se libró en Guivat Hatajmoshet (Colina de las Municiones), un lugar icónico en el cual se luchó cuerpo a cuerpo y cayeron muchos soldados de ambas partes.
Luego de esa sangrienta contienda, las tropas israelíes, con el apoyo de blindados, entraron por la Puerta de los Leones, recuperaron la soberanía judía e israelí sobre la Ciudad Vieja y accedieron al Kótel Hamaarabí (foto), el Muro Occidental, al cual los judíos no habían podido llegar durante 19 años, que recuperaron tras duros combates, que incluyeron disparos árabes desde la mezquita de Al-Aksa y sus alrededores.
A las 10.15 hs. se izó la Bandera de Israel en la explanada y el gran rabino de Tzahal (Ejército de Defensa de Israel), Shlomo Goren, tocó el shofar (tradicional cuerno de carnero utilizado antiguamente para convocar al pueblo), en histórica señal de que el lugar más sagrado había vuelto a manos propias.
Después de la victoria, el 27 de junio, el gobierno presentó en la Knesset (Parlamento israelí) propuestas que determinaron la efectiva unificación de Jerusalem: los límites municipales fueron modificados y su área se triplicó; al mismo tiempo se aprobó una ley que permitía el libre acceso a los lugares sagrados para los miembros de todas las religiones.
Asimismo, Shemer le agregó dos estrofas a su obra, en honor a la victoria, en las cuales rescata que “volvimos a los pozos de agua, el mercado y las plazas” y otra vez “descenderemos al mar Muerto por el camino de Jericó”.
El 12 de marzo de 1968, el gobierno israelí proclamó el 28 de Iyar como Iom Ierushalaim y el Superior Rabinato de Israel lo instituyó en el calendario hebreo como día de alegría, alabanza y gratitud.
En junio de 1980, la Knesset aprobó la “Ley Básica-Jerusalem”, que determinó que los lugares santos de todas las confesiones serían protegidos para evitar profanaciones, se garantizaría su libre acceso y el gobierno se ocuparía del desarrollo de la capital, así como de la prosperidad y el bienestar de sus habitantes.
Jerusalem se encuentra en el corazón de Israel, recostada entre los montes de Judea; sus antiguas piedras y su moderna arquitectura, amplios parques, paseos, zonas industriales y suburbios en expansión le confieren una belleza particular, además de la luz de fe y esperanza que irradian.