LA GÉNESIS DE MOISÉS VILLE –

LA EPOPEYA DE LOS GAUCHOS JUDÍOS
Después de treinta y cinco días de viaje en el vapor Wesser el grupo llegó a Buenos Aires el 14 de agosto de 1889 (fecha del sello del Hotel de Inmigrantes) habían arribado 110 familias que totalizaban 837 almas. 
Acompañada por residentes judíos de Buenos Aires, una comisión de los inmigrantes se dirigió con los contratos al Banco de la Colonización, solicitando las tierras prometidas en las cercanías de La Plata, que se encuentra a un par de horas de viaje de Buenos Aires. 
El banco reconoció la autenticidad de los contratos, aunque no su vigencia respecto al lugar señalado en La Plata. Les propuso tierras en otros lugares, pero les aconsejaron no aceptarlas. Después  de ocho días de negociaciones les quisieron reintegrar el importe de cuatrocientos francos que le habían abonado al agente argentino, el señor Frank. 
Siguiendo la recomendación de sus acompañantes, aceptaron el reintegro del dinero, pero de los importes correspondientes les descontaron 4.500 francos, en concepto de comisión para el señor Frank… Quisieron dirigirse telegráficamente a Simel y pedirle  que obligara a Frank a interceder ante el banco de Buenos Aires con el objeto de que se cumpliese el contrato. El telegrama debía costar, empero, ciento cuarenta dólares, suma que los inmigrantes no querían reunir… 
Mientras ellos negociaban con el banco, un tal Levi Lambardt les propuso tierras en Palacios (provincia de Santa Fe) a 18 horas de viaje de Buenos Aires, que podían conseguir en condiciones accesibles.
Al no tener alternativa comenzaron a negociar con Palacios, que ofreció su tierra al precio de cuatrocientos pesos las cien hectáreas, más el compromiso de apoyarlos hasta la siguiente cosecha con un crédito por alimentos: harina, azúcar, té y carne.
Después de que aceptaron las condiciones citadas, los inmigrantes se trasladaron a Palacios en 1889. Les dijeron que para el  anochecer ya habrían de llegar a destino. Sin embargo, sólo arribaron al día siguiente, sábado, y eso resultó muy penoso para la gran mayoría, que no quería profanar el sábado. 
Desde ese día se inició su serie de aflicciones y calamidades. Se encontraron en una zona desierta y despoblada y mientras tanto los hospedaron en las estaciones de ferrocarril de Palacios y Monigotes, que habían sido recientemente construidas y no estaban aún habilitadas para los pasajeros. 
El grupo contaba con dos matarifes pero no tenían, por el momento, ningún alimento, ni siquiera  pan. Sólo había un poco de carne. Palacios no envió el alimento prometido. 
Los que tenían un poco de dinero podían comprar comestibles en Sunchales y lo que no poseían recursos simplemente pasaban hambre. Sus hijos solían arrebatar galletas que los viajeros de paso les arrojaban. 
El tiempo era frío y los niños comenzaron a enfermarse; no contaban con atención médica y no es de extrañarse que a las pocas semanas los inmigrantes tuvieran la tremenda desgracia de llorar a 64 niños fallecidos. De esa manera se colocó el fundamento de una comunidad judía: con un cementerio lo que hizo que decidieran quedarse allí para siempre pues es donde estaban los restos de sus hijos.
La providencia quiso que por alli pasará el Dr. Wilhelm Loewenthal, médico higienista que tiempo después viajó a París y le contó al Baron Hirsch la escena espantosa que había presenciado, ochocientos judíos rusos arribados a la Argentina en el vapor Weser estaban abandonados en medio de la pampa santafecina, cavando con las manos las tumbas de sus primeros sesenta niños muertos. 
Los habían engañado con falsas promesas, una tierra prometida que a su llegada jamás apareció. El barón comprendió entonces que su misión consistiría en salvarlos (fueron los primeros pobladores de la colonia de Moisés Ville), pero fue entonces que también en rescatar a todos los otros: arrancarlos a la Rusia de Alejandro III, donde vivían bajo la amenaza y persecuciones permanentes. 
Con el apoyo del Baron Hirsch, Loewenthal logró que finalmente Palacios les entregara las tierras prometidas.
Después de Sucot del año 1890 se mudaron a los campos, a 17 kilómetros de distancia de la estación Palacios. Los colonos comenzaron a levantar carpas temporales con estacas y tirantes enviados por Palacios y algunas fueron consumidas por el fuego de los altos pastos encendidos que ardían frecuentemente. 
Antes que nada se construyó una casita de barro, que constaba de dos pequeñas habitaciones, para el matarife, señor Aarón Goldman, y al lado de la casita un pozo de agua público. El modesto rancho fue la primera edificación de la colonia Moisés Ville. Alrededor de este rancho se concentró, a cielo descubierto, todo el grupo, que sólo gozó de tiempo seco unas pocas semanas. Después ya solía llover dos veces por semana sobre sus cabezas. 
Poco a poco fueron levantando las carpas y el desierto adquirió la apariencia de un poblado. Palacios consultó con los colonos y, después de las correspondientes tratativas, le dieron al nuevo poblado el nombre de Moisés Ville: la villa de Moisés.
Las casitas estaban débilmente construidas y muy difícilmente hubieran podido resistir una tormenta; a menudo sucedía que acababan derrumbándose.
Un empleado había comenzado a distribuir té, harina, azúcar y café. La carne no faltó ya desde el primer día. Se carneaba cuatro reses por día. Si alguien salía del campamento, solía errar entre los pastos altos y no encontraba tan fácilmente el camino de regreso. A menudo debía buscarse al extraviado; cierta vez se encontró a un niño perdido después de ocho días de búsqueda.
La mayor calamidad consistía en el hecho de que no se distribuían implementos agrícolas para poder comenzar a trabajar. A uno le daban un buey, a otro un caballo que era, a menudo, robado de inmediato.
Un grupo lituano arribó a la Argentina el 27 de diciembre de 1894, después de haberse embarcado en Libava el 11 de noviembre. Constaba de 42 familias, algunas de las cuales vinieron después; a  Palacios llegó dos días más tarde, un sábado. 
Las 42 familias se asentarían en un mismo lugar y formarían una sola población, se proveyó de  elementos espirituales. Trajo consigo tres rollos de la Torá, uno de ellos en un hermoso arca sagrada (obsequio del plenipotenciario  de la J.C.A. en Grodno, señor Abraham Frumkin). 
Con él vinieron dos maestros, los señores Reuvén Sinay y Jaikl Zukowski, como así también el yerno de este último, que era cantor litúrgico y matarife ritual judío. El señor Sinay colectó en Grodno, para el grupo, una apreciable cantidad de libros de contenido religioso, que conservaba en su poder.
Moises Ville estaba situada a una distancia de 16 kilómetros de Palacios, la estación de ferrocarril. Sobre la desierta estepa se habían marcado líneas rectas, una de norte a sur, de tres kilómetros de longitud, y dos de este a oeste, una de las cuales tenía un kilómetro y la otra dos kilómetros de longitud. Estaban separadas por una distancia de un kilómetro.
Diseminadas sobre un total de tres kilómetros de longitud, apenas había un centenar de casitas. Sobre el espacio vacío del centro se divisaban, a lo lejos, tres casas de ladrillos con techos de chapa metálica. Eran construcciones comunitarias: la administración, la sinagoga y el baño público, salvando las distancias. 
Alrededor de ellos pastaban bueyes, vacas y caballos que pertenecían a los propietarios de la aldea. Con excepción de algunas barracas, todas las demás eran de adobe y tenían tejado de media agua. Algunos de los tejados eran de caña y otros de chapa galvanizada y acanalada. Estas barracas no tenían cielo raso ni piso de madera. 
El suelo estaba  cubierto por una capa de estiércol de vaca. El trabajo de cubrir el piso era la especialidad de las mujeres, quienes lo llevaban a cabo los viernes, al limpiar las casas para el sábado. 
Los colonos tuvieron que enfrentar enormes adversidades y a pesar de ellos prosperaron y crearon una comunidad pujante, con sinagogas, escuelas, bibliotecas y un gran teatro que sería el orgullo del pueblo. 
Con los años y las sucesivas generaciones el pueblo se fue despoblado pero su historia,  su esfuerzo y su sacrificio son el origen y la raíz de la vida de muchos de nosotros.  No los olvidemos!

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