ENTRE LA LOCURA Y EL VIRUS

Israel ha tratado de volver a la relativa normalidad de la vida cotidiana, con las regulaciones y restricciones que imponen las circunstancias. El regreso a clases, la apertura de los balnearios y este último fin de semana, el festejo de Shavuot o Pentecostés. Se han reunido las familias, se han abierto algunos restaurantes, se ha relajado algo o mucho el encierro de los ciudadanos.

Israel se considera uno de los países más exitosos en lo que se refiere a “aplanar la curva”. Con un flujo de viajeros muy elevado, pues su aeropuerto es uno de los más transitados del mundo, y con muchos espacios de distancia social escasa, la cuarentena empezó temprano y se evitó que, en los picos, colapsaran los servicios médicos.

Pero dos meses y algo de cuarentena, de encierro y parálisis, crean problemas delicados. La economía sufre mucho, los ingresos de personas y familias disminuyen o desaparecen. La pobreza estalla, y con todo ello incrementan los problemas psicológicos de buena parte de la población.

La vuelta a la relativa normalidad requiere de una disciplina muy severa. Máscaras, poco contacto, distancia social, higiene frecuente. Las normas de convivencia y desplazamiento deben modificarse, y son incómodas. Pero el virus no tiene otra forma de combatirse aún. Las estadísticas y sus interpretaciones, además de los presuntos tratamientos, curas y remedios, no arrojan conclusiones contundentes. Israel, y el mundo, se enfrentan a un enemigo que, además de peligrosamente mortal, es desconocido. Y en cierta forma, hasta poco predecible.

Tomar medidas extremas de aislamiento es una solución, pero ya las cifras de daños colaterales nos dicen que puede resultar algo tan malo, o peor, el remedio que la enfermedad. La disyuntiva entre encerrarse o arriesgarse, no parece trivial luego de varios meses de aislamiento global.

Con la pequeñez del ser humano en evidencia, sin soluciones definitivas a la vista y enfrentado crisis económicas, parece que el virus nos exige a todos cambiar nuestro estilo de vida. Respetar ciertas reglas y evitar así contagios.

Israel puede ser el ejemplo para seguir. Si es un éxito su protocolo de vuelta a la relativa normalidad, bien por Israel y bien por todos: se sabrá lo que se debe hacer. Si el protocolo tiene fallas, se aprenderán de las mismas. Lástima por Israel y bien por todos.

Algo sí resulta evidente. La humanidad entera se debate entre la locura del encierro y el virus que nos conmina a aislarnos. El encierro es individual, familiar y entre localidades geográficas grandes. Se han encerrado países enteros, las fronteras se han fortalecido.

Sí. Estamos entre la locura y el virus. No es que debemos elegir uno u otro de los males. La inteligencia de los gobiernos y sus ciudadanos. radica en no caer víctima de ninguno de los dos. Porque es posible caer en ambos.

Cordura y disciplina.

eliasfaraches@gmail.com

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