Pocas comunidades judías establecidas en Al-Andalus, alcanzaron tan destacada fama como Lucena, conocida como la Perla de Sefarad, y cuyo esplendor cultural se puede comparar al que alcanzaron los círculos literarios hispanos-hebreo de Córdoba y Granada durante el Califato y los reinos de Taifas.
Todos los cronistas judíos o musulmanes anteriores al Renacimiento europeo, califican a Lucena “Ciudad de los Judíos” durante los siglos IX-XII.
Los primeros datos documentales de Lucena datan de finales del siglo IX y es, a partir de este momento, cuando encontramos gran abundancia documental sobre la ciudad lucentina con información de carácter casi exclusivamente literario y poético. Lucena acogió entre sus muros la Academia de Estudios Talmúdicos, punto de reunión de grandes intelectuales, filósofos, poetas y médicos del momento.
El célebre Jehudá ha Leví, Ibn Gabirol, Abraham Ibn Ezrá e incluso Maimónides, entre otros muchos poetas y rabinos vivieron en ella.
Esta ciudad recibió una gran afluencia de hebreos huidos de las persecuciones de Granada y Córdoba a lo largo del siglo XI, lo que coincidió con el despegue económico y cultural de la ciudad, valiéndole el calificativo de Perla de Sefarad.
La ciudad judía de Lucena por los restos documentados desde la Delegación de Patrimonio Histórico, a través de las intervenciones arqueológica se componía de un recinto amurallado con una medina al interior controlada con exclusividad por la población judía que la fundó en el siglo VIII d. C.
Por otro lado, asociada a ésta, se desarrolló en toda la zona sur, extramuros de la muralla, un extenso cementerio del que en 2007 se tuvo la oportunidad de excavar parcialmente en la zona de Ronda Sur.
La población entre los siglos VIII y XII d. C., al interior de la muralla estaba exclusivamente ocupada por la comunidad judía. La misma, estaba gobernada por un rabino.
Las casas, sinagogas y escuela talmúdica se desarrollaban intramuros, delimitados por las actuales calles Plaza Alta y Baja, Calle Las Tiendas, Calle Canalejas, Calle Las Torres y atravesaba la manzana del antiguo convento de Santa Clara en dirección oeste-este para unir y cerrar la cerca defensiva, de nuevo con la Plaza Alta y Baja. Al- Idrisi, en el siglo XII, en sus comentarios sobre las ciudades que visita, alude a la existencia de arrabales externos de población musulmana, la cual tenía vedada la entrada al interior del recinto amurallado de la medina.
La ciudad judía intramuros mantuvo sí autonomía respecto al califato de Córdoba, el reino Zirí de Granada, o los gobernantes almorávides, y su desarrollo estuvo delimitado por la muralla, estructura que le permitió evitar los ataques de Omar-ben Hafsun.
Muestra del pasado judío de la Lucena, es la Iglesia de Santiago que en fase de dominio almohade fue mezquita (de la que conserva el yamur de su alminar), y que anteriormente había sido una sinagoga.
El Cementerio judío, del que se han documentado 346 tumbas excavadas es una de las joyas del patrimonio sefardí español. Los restos óseos que determinaron un periodo altomedieval de entre los años 1000 y 1050 coincidían con las fechas de mayor esplendor de la Lucena judía. Incluso se halló una lápida funeraria con caracteres hebreos, con una cronología de entre los siglos VIII y IX.
Familias de judeoconversos, atraídas por la fama de Lucena en tiempos pretéritos y la añoranza de morar en la tierra de sus antepasados, durante el siglo XVI y en épocas anteriores se establecieron en Lucena.
Muchas familias de la élite lucentina de los siglos posteriores tienen su arranque en aquellos conversos. Vestigios de aquel poder son el edificio de la actual Biblioteca Pública Municipal, antiguo Palacio de los Condes de Hust, o el Centro de Interpretación de la Ciudad, antiguo Palacio de los Condes de Santa Ana.
En sus alrededores tuvo lugar la batalla del Arroyo del Martín González, dónde se apresó al último rey de Granada, Boabdil, que fue encerrado durante algún tiempo en la Torre del Homenaje del Castillo del Moral. Este monumento alberga el Museo Arqueológico y Etnológico de Lucena.
Claramente, la antigua Lucena, la “Perla de Sefarad”, es única entre todas las juderías españolas. Fue “La Ciudad de los Judíos” pues era habitada casi exclusivamente por hebreos.
Su huella histórica aún está presente en sus rincones, calles y en el extraordinario cementerio cuyas lápidas guardan la sagrada memoria de rabinos y poetas y todavía quedan , en sus subsuelos, muchas historias fascinantes por develar.