Hace varios años, la comunidad judía de España quería comprar un terreno en la zona de Barcelona, para un campamento de verano de jóvenes judíos. El rabino Garzón condujo hasta allí desde Madrid para negociar con el propietario. Fue a finales de septiembre. El precio fue convenido y el rabino le dijo al propietario que podrían firmar los papeles a la brevedad.
Pero el propietario le indicó que había ciertos días de la semana siguiente en los cuales no podría hacerlo. El rabino tomó nota de las fechas, y enseguida se percató que coincidían con las Altas Fiestas Judías.
Cuando le preguntó al hombre por qué no podía firmar en esas fechas, le contó que su familia tenía un «extraño» calendario y que había algunos días de cada año que no trabajaban ni manejaban dinero. Al preguntar el rabino qué hacía la familia en esos días, el propietario le dijo que jugaban a los naipes.
A su regreso a Barcelona, el rabino se quedó interesado en el tema. Y se enteró que durante la época de la Inquisición, los judíos secretos se reunían para orar sentándose alrededor de una mesa, con naipes sobre la misma y libros de oración sobre sus regazos.
Cuando los extraños pasaban por ahí y los miraban, jugaban a los naipes y cuando estaban solos, volvían a los libros de oración. Era una manera extendida entre los criptojudíos de seguir manteniendo la tradición judía.
Y un dato más: a los naipes también se los llama barajas, la Academia Hebraica de Albuquerque ha investigado y registró que la palabra «baraja» alude a la palabra «Berajá» (beraja es bendicion en hebreo)