La llegada a Venezuela del último de los cinco petroleros iraníes que han llevado petróleo al muy necesitado Estado socialista latinoamericano ha de verse no sólo con que Irán pretende ayudar a una nación amiga golpeada por las sanciones norteamericanas, sino principalmente con el refuerzo de la asentada infraestructura terrorista iraní en Latinoamérica, a fin de que pueda ser utilizada por Teherán para expandir sus operaciones terroristas por todo el planeta.
De especial preocupación es la posibilidad de que Teherán se vea tentada a utilizar a organizaciones como Hezbolá, el grupo terrorista libanés respaldado por Irán que tantos años lleva operando en Venezuela, para que realicen operaciones contra EEUU y sus aliados.
Hay honda preocupación en círculos castrenses y de seguridad norteamericanos ante la posibilidad de que Irán se sirva de esas organizaciones para lanzar ataques de represalia por el asesinato del jefe de la Fuerza Quds de los Cuerpos de Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, Qasem Soleimani, eliminado en enero en un ataque americano con drones autorizado por el presidente Trump.
Según el almirante Craig Fuller, jefe del Comando Sur de EEUU, el objetivo del envío de petróleo al régimen del dictador socialista venezolano Nicolás Maduro por parte de Irán es “ganar ventaja posicional en nuestro vecindario, de manera que pueda contrarrestar los intereses norteamericanos”. En una videoconferencia con la Universidad Internacional de la Florida poco después de que atracara el primer petrolero iraní en Venezuela, Fuller afirmó:
Hemos registrado un incremento de las relaciones [iraníes] con Venezuela y de la actividad patrocinada por Irán [en] Venezuela, [con implicación de] la Fuerza Quds y otros elementos para apoyar a los compinches del régimen ilegítimo de Maduro.
Ciertamente, los cargamentos de petróleo procedentes de Irán han socorrido al régimen venezolano en un momento en que décadas de corrupción y mala gestión económica han doblegado al país. Maduro celebró la llegada del primer carguero iraní con un tuit en el que decía: “Gracias, Irán. Sólo la hermandad entre los pueblos libres nos salvará”.
Para resaltar la importancia de los envíos iraníes a la afligida economía venezolana, que Teherán ha comparado con el puente aéreo aliado sobre Berlín durante la Guerra Fría, Caracas ordenó que jets venezolanos escoltaran el convoy en el último tramo de su viaje para protegerlo contra cualquier posible intervención militar por parte de EEUU.
En total, se calcula que los barcos iraníes han llevado a Venezuela 1,5 millones de barriles de petróleo, que según informes norteamericanos serán pagados con oro venezolano.
Ahora bien, para Maduro, la llegada de los petroleros iraníes es una victoria huera. Venezuela, Estado miembro de la OPEP, se asienta sobre las mayores reservas mundiales de petróleo y en tiempos fue el mayor productor del planeta. Hoy en día sus refinerías están tan destartaladas que no son capaces de producir gasolina para consumo nacional. Lo que ha dejado a Caracas en la humillante posición de tener que importar petróleo de otros Estados forajidos, como Irán.
Quien mejor ha resumido las relaciones comerciales entre Caracas y Teherán ha sido Elliott Abrams, representante especial de EEUU para Venezuela:
He aquí dos Estados parias que han descubierto que pueden intercambiar cosas que tienen por cosas que necesitan.
Sea como fuere, lo que preocupa a Washington es el efecto que los lazos comerciales de Irán con Venezuela tendrán sobre las actividades terroristas de Teherán en América Latina.
Las relaciones comerciales se remontan a la época de Hugo Chávez, el predecesor de Maduro. Fue entonces que Hezbolá empezó a erigir su infraestructura terrorista en Venezuela, donde la organización terrorista chií estaría implicado en actividades como el tráfico de drogas, el lavado de dinero o el contrabando.
Además, Hezbolá está presente en la célebre Triple Frontera, región semianárquica en la que convergen Argentina, Paraguay y Brasil. Se cree que Irán planeó allí su mayor ataque terrorista en América Latina: el atentado contra un centro judío en Buenos Aires en el que murieron 85 personas (1994).
Se teme que Irán utilice Venezuela como plataforma desde la que lanzar ataques similares. Esta preocupación se ha visto acrecentada en Washington por informaciones de que Mahan Air, aerolínea iraní estrechamente vinculada a la Guardia Revolucionaria y sujeta a sanciones por parte del Tesoro norteamericano, está efectuando vuelos semanales a Caracas.
Sin duda, el reciente incremento de la actividad iraní en Venezuela debe ser tomado en serio por la Administración Trump, si se quiere impedir que Teherán refuerce sus actividades terroristas en el flanco sur norteamericano. De momento, parece que Trump, luego de haber amenazado con lanzar una operación militar en defensa de Juan Guaidó, el carismático líder opositor venezolano, se ha apartado de cualquier complicación con Caracas, lo cual podría explicar la poca inclinación de Washington a actuar contra el envío iraní de petróleo.
Pero las cosas podrían cambiar si, como parece probable, la Casa Blanca empieza a asumir que lo que verdaderamente pretende Irán es expandir su red terrorista en América Latina, no ofrecer ayuda económica a otro Estado forajido.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio