A 82 AÑOS DEL ACTO NAZI EN EL LUNA PARK

El 10 de abril de 1938, con motivo de festejar la anexión de Austria a la Alemania nazi, una multitud se reunió en el tradicional estadio de Buenos Aires. Pese a las protestas y a la oposición de movimientos estudiantiles que fueron reprimidos por la policía, se llevó a cabo el acto nazi más grande fuera de Alemania del que se tenga registro.
por Agustina Larrea.
Llamarlo solamente «el Palacio de los Deportes» es bajarle el precio. Es que en esas instalaciones tuvieron lugar grandes hitos del siglo XX para la Argentina: desde el último adiós a Carlos Gardel, hasta el posible primer «flechazo» entre Juan Domingo Perón y Eva Duarte, pasando, obviamente por los eventos deportivos, sociales y culturales más importantes como el memorable casamiento de Diego Maradona con Claudia Villafañe.
No faltaron en el recinto, fundado por Ismael Pace y José Lectoure en 1931, actos políticos de todo tipo, cierres de campaña, discursos.Quizá por el momento en el que ocurrió y lo impactantes que resultan las imágenes vistas 80 años después, uno de los eventos más desconcertantes que se llevó a cabo en el Luna Park el 10 de abril de 1938 fue la celebración multitudinaria del Anschluss, el término alemán que significa «reunión» y que se utilizó en aquellos tiempos para hacer referencia a la anexión de Austria a la Alemania nazi de Adolf Hitler.
Se vivía en una suerte de cuenta regresiva. Es que el dictador, pese a que ya había hecho pie en territorio austríaco, convocó para abril a un referéndum con la intención de que el pueblo revalidara lo que de hecho ya había sucedido: la anexión de Austria a lo que él llamaba «La Gran Alemania».
Para eso, austríacos y alemanes que estuvieran en cualquier parte del mundo debían mostrar su adhesión participando de una especie de referéndum. Así ocurrió en varios países. Y también en la Argentina, donde, según los diarios de la época, se estima que los primeros días de abril de 1938 se acercaron a las urnas cerca de 25 mil personas que votaron simbólicamente en clubes, escuelas y distintas instituciones alemanas que funcionaban en el país.
Pese a las protestas de varios sectores políticos, en especial de las agrupaciones estudiantiles que veían en el referéndum local una suerte de invasión a la soberanía nacional, el presidente argentino del entonces, Roberto M. Ortiz, permitió que la votación se llevara adelante.
Y también dio el visto bueno para que el 10 de abril tuviera lugar el corolario de los eventos de aquellos días: la celebración nazi del llamado Día de la Unidad Nacional en el Luna Park.
«La cita estaba prevista para las diez de la mañana de ese mismo 10 de abril. Media hora antes, las puertas del Palacio de los Deportes se abrieron para recibir una multitud de alemanes, austríacos y argentinos. Entre doce y veinte mil personas llegaron hasta las proximidades de Corrientes y Bouchard. 
Contaban con la venia de la jefatura de policía, que dos días antes había accedido al pedido de la comunidad austroalemana para realizar el acto», reconstruyen los periodistas Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en su libro sobre el ‘Luna Park: El estadio del pueblo, el ring del poder’ (Sudamericana).
Minutos después, en la Plaza San Martín, a pocas cuadras del mítico estadio, la Federación Universitaria Argentina (FUA) intentaba llevar adelante una acto de desagravio, que terminó con dos muertos, represión policial, heridos y disturbios.
Mañana de domingoLa tensión en las calles era evidente. El Luna Park estaba rodeado de efectivos de las distintas fuerzas de seguridad mientras decenas de delegaciones llegaban al estadio.En paralelo, los estudiantes universitarios, que habían pedido permiso para llevar adelante una actividad más extensa para honrar a San Martín y defender de esa manera la soberanía argentina, se iban reuniendo para homenajear al Libertador pero debían limitarse a dejar una ofrenda floral porque, según las autoridades, no había suficientes efectivos policiales para custodiarlos.
Eso no les impidió reunir a una multitud mientras otra vitoreaba al líder nazi en el Palacio de los Deportes y repetía el saludo «Heil, Hitler» con los brazos en alto.»También lanzaban vivas por el ansiado Anschluss y el Gran Reich. La ubicación de los asistentes quedó en manos de otros uniformados con la vestimenta nazi. La juventud fascista argentina, que formaba parte de la Alianza de la Juventud Nacionalista, también fue de la partida y se distinguía por sus camisas grises y cinturones Sam Browne. 
Las principales autoridades alemanas en el país y los referentes de toda la colectividad dijeron presente. También hubo personalidades de la política local, como el gobernador de Buenos Aires, Manuel Fresco –siempre señalado por sus vínculos nazis–, y su ministro, Roberto Noble (N. de la R. se trata del fundador del diario Clarín)», describen Carelli Lynch y Bordón en su libro y agregan: «A las diez y media en punto, un clarín resonó en el enorme recinto e interrumpió a la orquesta que interpretaba marchas patrióticas alemanas. Indicaba el comienzo formal del acto».
Las notas de los medios gráficos del momento, en tanto, difieren en su tono y en la extensión que le dan a un evento de tal magnitud.Una de las publicaciones que mayor cobertura brindó al hecho fue el diario Crítica, de la familia Botana, que desde comienzos de abril de 1938 fue detallando cómo eran las votaciones en las instituciones germanas, la oposición de los sectores políticos, la intervención del Poder Judicial que permitió el acto y la reacción de los estudiantes.De hecho, en los días previos y también en la semana posterior, describió al evento como «acto nazista» al que concurrirían «los jefes nazis luciendo uniformes».
En una de sus crónicas, el diario cuenta que a dos periodistas no les permitieron ingresar «por ser de Crítica» y que entonces decidieron acceder, como el resto, pagando su entrada, que costaba 20 centavos. Según la crónica, el recinto estaba irreconocible.
El fondo está cubierto por una enorme tela con letras góticas ‘Ein Volk Ein Reich Ein Führer'», escribió el cronista y agregó: «No reconocemos al viejo estadio. Ni el mismo Lectoure lo reconocería».Además, Crítica detalló que dentro del Luna Park y en los alrededores se vendían postales, insignias y banderas nazis como souvenirs, tal como ocurre hoy cuando hay recitales en el lugar y las veredas de Bouchard y Corrientes se llenan de vendedores al paso.
En el diario La Nación, en cambio, eligieron darle al encuentro otro matiz. Se refirieron a éste como «un acto de adhesión al Gran Reich» que congregó a la «colectividad germano-austríaca».Luego, señalaron en un artículo interior los pormenores del encuentro, con los nombres de quienes se subieron al escenario a pronunciar distintos discursos.»A lo largo del recinto formaban doble fila en los pasillos los miembros del Partido Nacional-Socialista uniformados y con la cruz esvástica en el brazal, lo mismo que los representantes de la asociación Germano-Austríaca, organizadora de la reunión», describió La Nación en su edición del lunes 11 de abril de 1938.
También se refirió al tono de agradecimiento de los alemanes con las autoridades argentinas que permitieron que se llevara adelante el acto.Una página después, y sin unir la noticia con lo que había pasado en el Luna Park, el matutino describió las manifestaciones estudiantiles: «Al margen de un acto de la Federación Universitaria produjéronse incidentes», fue el título. «A raíz de los tumultos hubo dos muertos y algunos heridos y contusos», detalló el artículo.Protestas y disturbios
Mientras en el Luna Park sonaban cánticos y loas a Hitler, la Plaza San Martín comenzaba a llenarse de gente.Según las crónicas periodísticas de la época, centenares de manifestantes y curiosos rodeaban el lugar, mientras cantaban el himno nacional argentino. Desde allí, salieron columnas de estudiantes y agrupaciones políticas que querían llegar hasta los alrededores del Luna Park.Había empezado a circular el rumor de que un grupo de nazis había prendido fuego una bandera argentina y querían ir a defender su honor.
«Un grupo de manifestantes que fue alejado por la policía de las inmediaciones del monumento a San Martín echó a correr por la calle Florida hacia el sur y cuando sus integrantes se alejaron más allá de la calle Paraguay quedó tendido en la acera, frente al número 971, un hombre de 50 años», detalló el diario La Nación en su edición del lunes 11 de abril.
La primera de las víctimas fue llevada a un hospital, donde murió, posiblemente a causa de las heridas que le produjo una avalancha. La otra víctima fue un ciudadano español, de 40 años, que fue aplastado por un caballo de la policía en la esquina de Paraguay y Cerrito cuando salía de misa.
Los manifestantes tiraron piedras contra instituciones y negocios vinculados con la comunidad alemana de Buenos Aires mientras las fuerzas de seguridad reprimían a quienes protestaban.
Hubo decenas de heridos por piedrazos, gases lacrimógenos y arremetidas de los caballos de la policía montada, además de la destrucción de vidrieras, automóviles y locales en el centro porteño.
Horas después del acto nazi más grande del que se tenga registro fuera de Alemania, terminaba de esa manera una jornada tristemente célebre para la historia.

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