Durante la primera mitad de 1942, en plena guerra y con Europa convertida en un fuerte infranqueable para la población civil que quisiera abandonar el continente, la comunidad judía argentina ya no tenía a la inmigración de su gente como una de sus preocupaciones. En definitiva, se conjugaban dos factores que encastraban con exactitud: en Europa no dejaban salir a los judíos y en la Argentina no los dejaban entrar. Mil niños franceses habían quedado huérfanos en Europa.
En la persona de su presidente, Moisés Goldman, quien informó en la sesión del 22 de octubre de 1942 que la institución, junto a la JCA, SOPROTIMIS, la Organización de Ayuda a Judíos Alemanes, el Asilo Argentino de Huérfanos Israelitas, el Hogar Infantil Israelita Argentino y el Rabino Guillermo Schlesinger, la DAIA solicitaría al Presidente de la República la autorización para la entrada al país de los mencionados menores.
Los niños jamás llegarían al país. Según los registros del Ministerio de Relaciones Exteriores, las víctimas fueron enviadas a campos de exterminio.
En el mes de marzo de ese año tuvo lugar un hecho que se convertiría con el tiempo en la puerta de entrada de Perón a la escena política argentina: la constitución del GOU.
Por aquel momento, la DAIA llevó sus acciones más allá de las fronteras de nuestro país con el objeto de ayudar a los judíos europeos