Cuando Argentina logró romper con su historia oficial

A quince años de un mea culpa nacional por la «Circular 11»: una orden secreta que restringió la entrada de judíos que huían del régimen nazi a Argentina.
Hoy hace 15 años en el Salón Sur de la Casa Rosada se desarrolló uno de esos altamente inusuales actos de reparación moral en que un país revisa y pide disculpas por un atroz secreto de estado que quedó borrado de la historia oficial. En este caso se trataba de un secreto que sin figurar en ningún libro sobrevivía en la memoria de las familias descendientes de quienes habían aplicado aquella errónea política de estado.

El julio de 1938, el entonces canciller José María Cantilo se inclinó sobre su escritorio y firmó la «Circular 11», una orden secreta que restringió la entrada de judíos que huían del régimen nazi a Argentina.

Para detener su influjo, el canciller ordenó a los cónsules argentinos alrededor del mundo «negar la visación … a toda persona que fundadamente se considere que abandona o que ha abandonado su país de origen como indeseable o expulsado». La referencia «indeseable» como sinónimo de judío era de uso corriente en documentos de cancillería de la época y en sus informes nuestros cónsules invocaban la «Circular 11» como justificativo para la negación de visas a judíos.

La referencia «indeseable» como sinónimo de judío era de uso corriente en documentos de cancillería de la época y en sus informes nuestros cónsules invocaban la «Circular 11» como justificativo para la negación de visas a judíos.

Yo sabía de la existencia de esta circular como descendiente de uno de los diplomáticos que la aplicó. Pero fue la investigadora Beatriz Gurevich, buscando documentación para el gobierno argentino, quien halló una copia de ella en el archivo de la embajada argentina en Estocolmo en 1998, dejándonos a ambos en la incómoda situación de tener en nuestras manos un documento que seguía siendo secreto de estado.

Gurevich gentilmente consintió que yo publicara el hallazgo en mi libro La auténtica Odessa cuatro años más tarde, donde escribí detalladamente de como se implementó esta orden. Decenas de miles de judíos, negados la visa a Argentina, consiguieron visas a Bolivia y tomaron barcos que cruzaban por el canal de Panamá hasta el puerto de Arica en Chile, desde donde tomaban el tren a La Paz.

Era tal la cantidad de refugiados que tomaron esta ruta que el tren Arica-La Paz se conoció como «El Expreso Judío.» Muchos de los judíos que llegaron a Argentina en realidad tomaron esta ruta, ingresando ilegalmente a Argentina.

Era tal la cantidad de refugiados que tomaron esta ruta que el tren Arica-La Paz se conoció como «El Expreso Judío.» Muchos de los judíos que llegaron a Argentina en realidad tomaron esta ruta, ingresando ilegalmente a Argentina coimeando a guardas de trenes para viajar escondidos en trenes o cruzando la frontera desde Bolivia a pie.

La revelación en mi libro puso presión sobre el estado argentino no solo de hacer público el documento, sino también de revisar la relación de Argentina con la historia del Holocausto. Acompañado por el Centro Wiesenthal y la Fundación Wallenberg, Gurevich y yo asistimos a un sinnúmero de reuniones en cancillería y en Casa Rosada instando al gobierno de aquel entonces a abrir la documentación pertinente.

El gobierno de Néstor Kirchner fue especialmente receptivo a la necesidad de hacer enmiendas con aquel pasado. En 2003 dictó una resolución para que la Dirección Nacional de Migraciones abriera «…una serie de documentos a los cuales se hace referencia en el Libro La auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argentina de Perón … de Uki Goñi». El funcionario de Migraciones quien tuvo que hacerme entrega de la documentación, un peronista de la vieja escuela, literalmente lloraba pensando en el daño que podría hacerle a la figura de Perón aquella información.

El más grande escollo, y el más valiente acto de parte del gobierno, fue levantar el secreto que aún pesaba sobre la «Circular 11», no porque rozara la figura de Perón, ya que databa del año 1938, sino por la resistencia dentro de la propia cancillería y de algunos historiadores que aún hoy se sienten incómodos con el tema.

El reciente escándalo sobre la inclusión del ex ministro de salud Ramón Carrillo en un nuevo billete de 5 mil pesos, en que equivocadamente se discutía si Carrillo era nazi (evidentemente, no lo era) en vez del gobierno pedir disculpas que el ministerio de salud de aquella época empleara al doctor SS Carl Vaernet, quien experimentaba sobre homosexuales en el campo de Buchenwald, demuestra la dificultad que todavía hoy rodea este tema aquí.

Finalmente se fijó la fecha del 8 de junio del 2005 para un acto en que el canciller Rafael Bielsa iba a hacer pública la «Circular 11» y pedir disculpas a la comunidad judía en nombre del estado argentino.

Las más o menos 100 personas invitadas estábamos en camino a cancillería cuando se nos informó que debíamos cambiar rumbo a Casa Rosada porque el presidente Kirchner quería presidir la ceremonia él mismo.

La fecha 8 de junio del 2005 para un acto en que el canciller Rafael Bielsa iba a hacer pública la «Circular 11» y pedir disculpas a la comunidad judía en nombre del estado argentino.

Como impulsor de la carta abierta al gobierno pidiendo que se hiciera pública la orden, carta que fue adherida por varios intelectuales y sobrevivientes del Holocausto, se me pidió, junto con Gurevich, hablar unas palabras.

«La existencia de esta orden que aquí hoy se deroga, ha representado para mí un secreto de estado que con el paso del tiempo se convirtió en un secreto de familia,» dije. «Esto es así porque entre los muchos diplomáticos argentinos que debieron aplicarla, estaba mi abuelo Santos Goñi, lo cual nos convirtió a sus descendientes en custodios totalmente involuntarios de un hecho abominable que hasta el día de hoy no figuraba en los libros de nuestra historia.»

Hablé de cómo la historia de nuestro país ha estado plagada de convenientes silencios que permitieron la construcción de una «historia oficial» que excluía datos molestos tales como la existencia de aquella circular, la ayuda que Argentina brindó a los nazis o el silencio que guardaron los principales medios argentinos sobre las crímenes de lesa humanidad de la dictadura. «No es demasiado difícil intuir una muy cruel y anti-humana línea entre la mano que redactó esta «Circular 11″ y las manos que redactaron las ordenes secretas de nuestra dictadura que tanto nos han costado,» dije. Yo no lo vi, porque Kirchner estaba a mis espaldas, pero miembros del público me dijeron que corrieron lágrimas por las mejillas del presidente al escuchar estas palabras. Aún quedan secretos por resolver y documentación que revelar respecto a aquella época. La principal agencia del estado argentino involucrada en traer nazis al país fue la División Informaciones, luego llamado CIE (Centro de Inteligencia del Estado), más tarde SIDE, hoy AFI. En los ficheros 1946-1950 de sus sótanos puede que sobreviva abundante documentación de importancia para historiadores del tema.

Debo admitir que al abandonar la Casa Rosada esa noche,  luego de aquel mea culpa por el gobierno, me sentí un poco más orgulloso de ser argentino.

No soy partidario de ninguna ideología, menos aún en Argentina donde peronistas y anti-peronistas se han puesto de acuerdo en un River-Boca eterno e improducente que nos ha generado más angustias que soluciones. Hay un solo lado, no dos bandos, es lo que pienso. Pero debo admitir que al abandonar la Casa Rosada esa noche, viendo la bandera argentina gigante que flamea sobre el ministerio de economía en la Plaza de Mayo, luego de aquel mea culpa por el gobierno, me sentí un poco más orgulloso de ser argentino.

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