Un estudio del Instituto Weizmann, de Israel, mostró que la oxitocina, conocida como la «hormona del amor», también puede provocar agresión y otras conductas negativas, dependiendo del medio ambiente
Los científicos israelíes trabajaron con ratones de laboratorio en distintos ambientes, uno de ellos estándar y otro más complejo donde los roedores pudieron recrear de manera más natural sus relaciones sociales.
Entre sus principales hallazgos, que fueron publicados en la revista especializada Neuron, los investigadores notaron que la manipulación de la oxitocina producida por el cerebro puede derivar en acciones «amistosas» entre los ratones, pero también en gestos agresivos, en especial en el ambiente semi-natural.
Según los estudiosos, la «hormona del amor» sería una más general «hormona social» y, por ello, su eventual aplicación farmacéutica para tratar problemas de la conducta necesitará de una profunda investigación previa.
Mucho de lo que se sabe sobre las acciones de los neuromoduladores como la oxitocina proviene de estudios de comportamiento de animales de laboratorio en condiciones de laboratorio «estándar» o estériles.
Esas condiciones son estrictamente controladas y artificiales, en parte para que los investigadores puedan limitar el número de variables que afectan el comportamiento.
Pero varios estudios recientes sugieren que las acciones de un ratón de laboratorio en un entorno semi-natural pueden enseñar mucho más sobre el comportamiento, especialmente cuando se quieren aplicar esos hallazgos a los humanos.
En el caso de la «hormona del amor», los científicos israelíes aplicaron precisamente este concepto, comparando los efectos de la manipulación de la oxitocina en el ambiente estándar y el semi-natural.
Aplicando una técnica conocida como optogenética, que permite manipular neuronas en el cerebro utilizando luz, los científicos activaron suavemente las células productoras de oxitocina en el hipotálamo de los ratones, primero en el ambiente de laboratorio semi-natural.
Luego, compararon los resultados llevando a cabo el mismo experimento con ratones colocados en las configuraciones de laboratorio estándar.
Ante el asombro de los científicos, los ratones del entorno semi-natural al principio mostraron interés el uno en el otro, pero esto pronto fue acompañado por un aumento en el comportamiento agresivo.
En contraste, descubrieron que el aumento de la producción de oxitocina en los ratones en condiciones de laboratorio clásicas resultó en una agresión reducida.
«Si queremos entender las complejidades del comportamiento, necesitamos estudiar el comportamiento en un entorno complejo», aseveró Noa Eren, una de las estudiantes que participó del experimento, que duró ocho años y fue llevado a cabo por el equipo del profesor Alon Chen.
Recién después de desarrollar ese tipo de estudios «podremos comenzar a traducir nuestros hallazgos al comportamiento humano», completó Eren.