EL DIOS DE SPINOZA

 El 27 de julio de 1656, la comunidad judía sefardita de Amsterdam emitió un decreto de excomunión (jerem, en hebreo) contra el filósofo Baruj Spinoza. El motivo fueron sus radicales y nada convencionales ideas respecto a Dios. Spinoza no se lo tomó particularmente a mal. Sabía que eso era inevitable, pues no estuvo dispuesto a retractarse de sus puntos de vista.

Después de vivir en zonas de los suburbios de Amsterdam, se estableció en La Haya donde continuó trabajando como fabricante de lentes. El pulido de los cristales le provocó afecciones pulmonares, y murió a la temprana edad de 44 años. Para entonces, sus libros también habían sido proscritos por las autoridades calvinistas de Holanda, y sólo los hacía circular entre sus mejores amigos.

Tres siglos y medio después de la excomunión de Spinoza, sus ideas ya no son vistas como un peligro para la religión judía. Por el contrario, se aprecian muchos elementos en los que se notaba la profunda influencia de la tradición rabínica.

En el siglo XX, el llamado “Dios de Spinoza” se volvió célebre después de que Einstein dijera que esa era su verdadera creencia.

¿De qué se tratan las ideas de Spinoza sobre Dios? Irving Gatell nos ofrece una explicación básica sobre algunos conceptos filosóficos necesarios para entender las ideas de Spinoza, y luego nos lleva por el complejo mundo de ideas de uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos.

De ese modo nos acerca a una idea revolucionaria en su momento, pero profundamente judaica, según la cual no es en los milagros en donde uno puede ver la mano de Dios operando en el mundo, sino en el formidable orden de la Creación -eso que tanto fascinaba a Einstein-, fundamentado en la relación entre causas y efectos. Lo más natural y lógico es, según Spinoza, aquello donde nuestra mente finita y fragmentada puede tener un atisbo de la majestuosidad divina.

Trágico, pero cierto: la sociedad del siglo XVII no estaba lista para tener a un filósofo como Baruj Spinoza.

©EnlaceJudío

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