“Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y vile con carácteres, que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese, y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír”.
Es en el Alcaná de Toledo, en los alrededores de la catedral, donde Cervantes sitúa los papeles que resultarían ser la historia de Don Quijote de la Mancha. Un lugar que acogía en tiempos de los judíos tiendas y talleres, muchos de ellos regentados por hebreos.
“Madinat al-Yahud”, la Ciudad de los Judíos
Por lo general, los visitantes nos acercamos a la judería de Toledo a través del Puente de San Martín que nos llevará hasta la Puerta del Cambrón (nombre que le viene por las plantas con cardos que había por la zona) o de los Judíos, llamada de Bab Al Yahud en tiempo de los musulanes. Una puerta que ha sufrido varias modificaciones desde sus orígenes hasta la que atravesamos hoy. Una puerta que además de entrada y salida, servía para cobrar impuestos para aquellos de fuera de Toledo que realizasen actividades comerciales en la ciudad.
El puente y la puerta nos llevarán hasta la antigua judería, “Madinat al-Yahud” (Ciudad de los Judíos), dejando en el camino la antigua barriada hebrea del Degolladero, nombre dado por encontrarse allí el matadero de los judíos. Un matadero que proporcionada la carne kosher a la aljama judía.
Visitamos la judería de Toledo, sus calles estrechas, sus edificios, y recorremos una ciudad dentro de otra ciudad con unos límites concretos, además de la muralla. Una judería que tenía las instituciones necesarias para su funcionamiento además del mencionado matadero: hospital, cementerio, escuela, sinagogas, baños,…con su propia autoridad.
Los judíos de la ciudad, al igual que los de otras localidades se regían por sus leyes sagradas que influían en todos los aspectos de la vida, desde el nacimiento, hasta los matrimonios, las festividades o la alimentación. La carne consumida por los judíostenía que haber sido sacrificada de acuerdo a un ritual estricto, sino no era apta para su consumo. Reglas que se llevaban a cabo tanto en el matadero como en las carnicerías donde se vendía la carne. Por lo general, los mataderos se situaban en las afueras de las localidades para que los malos olores no impregnasen la zona donde habitaban. También fuera de las murallas se situaban los cementerios hebreos, en el caso de Toledo se situaría en el pradillo de San Bartolomé, encontrando interesantes lápidas en el patio del Museo Sefardí de la ciudad.
Sería a mediados del siglo XIV el momento de máximo esplendor de la judería de Toledo. Una judería que en realidad abarcaba varios barrios, siendo alrededor del diez por ciento de la ciudad. Una aljama con sus propias leyes y autoridades judías. Esto era posible a cambio de pagar un impuesto especial a la corona (que los defendía), además de los costes propios que pagaban a la ciudad y los diezmos a la iglesia, a lo que había que sumar un impuesto especial en Toledo por parte de la catedral (30 dineros al año por la memoria de las monedas que cobró Judas por vender a Cristo). No sería por no cargar con gravámenes a la comunidad hebrea, y nos quejamos de impuestos en al actualidad.
Los judíos y la Escuela de Traductores de Toledo
Los judíos pudieron llegar a Toledo en el siglo I d.C. (los primeros documentos confirman su presencia desde el siglo IV) y desde entonces atravesarían periodos de tranquilidad y otros más conflictivos e incluso violentos. Desde finales del siglo VI cuando los visigodos se convierten al cristianismo, la situación de los judíos había empeorado. Recibieron a los invasores árabes como libertadores, iniciando un periodo de prosperidad. Cuenta la leyenda que serían los judíos quienes abrirían las puertas de la muralla de Toledo a las tropas musulmanas un domingo mientras la población cristiana estaba en misa. El caso es que con el cambio de gobierno en la ciudad, los judíos asimilaron la lengua y las costumbres de los árabes, ganando en libertad.
En el siglo XI Toledo es conquistada por Alfonso VI, lo que supuso el inicio de una nueva época de prosperidad y de crecimiento demográfico. Los judíos, también esta vez, habían ayudado al monarca en la conquista. Ya en el siglo XII se trata de la comunidad judía más importante de Castilla, además la llegada de los almohades al sur de la Península (1147-1269) hizo que los judíos huyeran hacia el norte, asentados muchos de ellos en Toledo, entre los que se encontraban médicos, poetas, científicos o filósofos, lo que ayudaría al progreso no sólo de la aljama judía sino de toda la ciudad.
Durante el reinado de Alfonso X “El Sabio” (1252-1284) la comunidad judía experimentó una importante actividad cultural y científica, siendo una parte esencial de la “Escuela de Traductores de Toledo”. Los eruditos judíos (junto a cristianos y musulmanes) realizaron una aportación más que destacable ya que dominaban el latín, el árabe (al ser su idioma del día a día) y el hebreo (su lengua materna). La actividad de la escuela es especialmente destacable durante el siglo XIII, cuando se produce un intercambio cultural de gran valor, destacando los textos científicos, astronómicos y médicos. Aunque con los años alcanzaría un imenso prestigio, siendo una de las instituciones más reconocibles de la época, bien pudo no haber existido. Esto es los que asegura el catedrático de traducción Julio Cesar Santayo, quien sostiene que nunca hubo un grupo de traductores como tal, sino que trató simplemente de traductores individuales que coincidieron en una época.
Leyendas (anti) judías
Han llegado hasta nuestros días leyendas de la época en que los judíos habitaban en Toledo. El choque cultural, pero sobre todo religioso, propició la aparición de las mismas. Unas leyendas en las que el personaje hebreo siempre aparece con connotaciones negativas (por decirlo de forma suave).
El Martirio del Santo Niño de la Guardia nos cuenta cómo en 1489 varios judíos llevaron a cabo una terrible y salvaje venganza. Cristobal, un niño cristiano, que junto con su madre ciega pedía limosna en la Puerta del Perdón de la catedral, fue llevado hasta la Guardia, un pueblo cercano, padeciendo en dicha localidad los mismos tormentos que había padecido Cristo. Tortura realizada por judíos, claro. Un martirio que está plasmado en unos frescos de la catedral toledana. Los bulos de ahora no son nada comparados con las fabulaciones de la Edad Media.
Otra nos detalla en “La leyenda del Pozo Amargo” los amoríos entre una judía, Raquel, y su amado cristiano, Fernando. El padre de la enamorada, pudiente hebreo de la ciudad, una vez tuvo noticias del romance, una noche asesina al joven en su camino nocturno al encuentro furtivo con su novia. La joven, aun después de la tragedia, continua asistiendo al encuentro en el jardín derramando sus lágrimas en el pozo que hay en el lugar. Una noche, la desdichada ve reflejado el rostro de su asesinado novio en el agua, lanzándose a su encuentro. El resultado nos lo podemos imaginar.
Una última leyenda nos relaciona el descubrimiento de América con Toledo y los judíos. Don Ishaq, prestamista hebreo de la localidad recibiría de la reina Isabel unas joyas empeñadas a cambio de una suma importante de dinero. Un dinero que empleara en la aventura americana de Colón. Vemos, aunque sea en una leyenda, la contribución de la judería de Toledo en el descubrimiento de América.
Samuel Ha-Levi y las sinagogas de Toledo
La relación entre los monarcas cristianos y los judíos era muy estrecha, no solo en lo relacionado con la economía. Se cuenta como en la revuelta de 1178 muere Raquel, la amante judía del rey Alfonso VIII. Sea leyenda o no, nos muestra dos aspectos de la época: que la convivencia entre las tres religiones no era siempre tan idílica como podríamos pensar, y la cercanía y aprecio de los reyes cristianos con los judíos, y las judías.
No es leyenda la importancia de Samuel Leví. Miembro de una acaudalada e influyente familia judía, llegó a ser em 1351 Tesorero Real con Pedro I de Castilla. Un personaje esencial en la historia de Toledo, fascinante y sobre el que recae un halo de misterio. Se trataba de uno de los judíos más ricos de la época, destacando a su vez por ser un gran mecenas. Muy apreciado por el monarca, obtuvo el permiso para la construcción de una sinagoga en una época en que estaba prohibido. Sin embargo, su relación con el monarca terminaría mal, siendo acusado de defraudador de la hacienda real, y muriendo tras sufrir torturas. La vida del monarca tampoco acabaría bien (un monarca llamado “El Cruel” por sus detractores y “El Justo” por sus partidarios), siendo asesinado en un enfrentamiento con su hermano, Enrique de Trastámara.
Mientras recorremos la judería de Toledo nos encontramos con unos pequeños azulejos (más de quinientos) en el suelo de sus calles. Podemos observar tres tipos diferentes, uno que recuerda a la forma de la península Ibérica (símbolo de la Red de Juderías), otro una menorá, y un tercero con la palabra “vida” en hebreo. Mediante estos azulejos se delimita el barrio y se indican algunos de sus lugares más emblemáticos o representativos.
No hay ciudad que albergue sinagogas medievales como las de Toledo. Sin duda uno de los tesoros de la ciudad más importantes. Dos de las sinagogas de la ciudad (parece ser que hubo hasta diez en funcionamiento) siguen en pie y lucen maravillosas. La Sinagoga Mayor, también denominada Sinagoga Nueva de Yosef ben Shoshan, construida en el siglo XIV de estética prenazarí. Caminando por el exterior, con un aspecto pobre, no podemos imaginar la espectacular belleza de su interior. Se compone de cinco naves separadas por grandes arcos de herradura. Una arquería blanca que contrasta con frisos ornamentales. Un conjunto espectacular a las miradas que 500 siglos después siguen contemplándolo. El templo, con toda esa maravilla que albergaba el templo judío, sería consagrado cristiano en 1411 tras las prédicas de Vicente Ferrer, casi un siglo antes de la expulsión, pasando a denominarse Santa Maria la Blanca (tomando el nombre de la imagen que presidía el altar, una copia de la Virgen Blanca), nombre por el que se conoce en la actualidad. Una leyenda, otra más en Toledo, nos cuenta que la la sinagoga fue construida con tierra traída de Jerusalén.
Con su propio dinero Samuel ha-Leví construiría a mediados del siglo XIV la otra sinagoga que sigue en pie en Toledo. A pocos pasos de la sinagoga se sitúa el Museo del Greco, edificio que en la época era la vivienda del propio Samuel ha-Levi. Al igual que en Santa María la Blanca, su modesto exterior contrasta con un sorprendente interior, especialmente su sala de oración con sus inscripciones hebreas y árabes. Seguramente una de las sinagogas medievales más bonita y mejor conservada del mundo. Destaca su galería destinada a las mujeres, con entrada independiente, para que mujeres y hombres rezaran separados. Pasó después a ser hospital, convento, iglesia, pasando a denominarse del Tránsito debido al lienzo situado en un altar lateral “Tránsito de Nuestra Señora”. Hoy se aloja en su interior el Museo Sefardí.
Dificultades y expulsión
Aunque los judíos de la ciudad soportaron gran parte de la riqueza de la ciudad, la convivencia no siempre fue pacífica ni convivieron de forma tan idílica como a veces se presenta la ciudad de “las tres culturas”. Se les miraba con recelo, e innumerables veces fueron perseguidos. Una comunidad que, a pesar de las dificultades, siempre salió adelante incluso en 1391. El 18 de junio de dicho año durante la noche la judería fue arrasada. Un asalto que trajo consigo la destrucción de las sinagogas y las matanzas de judíos. Un asalto a la judería toledana que deja la aljama muy debilitada. Ya en el siglo XV se iba haciendo la vida de los hebreos cada vez más complicada y difícil. Se promulgan nuevas ordenanzas en las que se les prohibe andar de noche o salir de casa durante las festividades cristianas, al mismo tiempo que se les obliga a llevar un distintivo cosido en la ropa, y en 1480 son obligados a vivir exclusivamente en el interior de la judería.
Pocos años después, y tras el edicto de Expulsión, sólo pudieron quedarse los conversos, el resto fue obligado a abandonar su hogar, su patria y marchar al exilio. Si se llevaron las llaves de sus casas no lo sabemos, lo que si se llevaron consigo es la lengua (el ladino) y la cultura sefardí, un bien precioso que aun hoy se conserva en varias partes del planeta. Un auténtico tesoro.
Fuente: elviajedephotographyto.com