NUEVAS COMUNIDADES JUDIAS EN COLOMBIA

Lo llaman fenómeno, muchos las rechazan, otros las admiran, pero definitivamente no pasan inadvertidas.

Hace algunos años, mi esposo, quien es el rabino de la comunidad ashkenazí en Bogotá, empezó a recibir llamadas, cada vez más y más frecuentes, de personas de diversos credos que deseaban convertirse al judaísmo. Esto no resultaba extraño, pasa, hasta que una vez, resolvió contar las llamadas y en un año obtuvo un resultado de alrededor de 200 personas interesadas.
Nos preguntábamos: ¿Cómo es posible?, ¿Qué pasa aquí?, tantos judíos que quisieran llevar un poco más light su judaísmo, o algunas veces –pocas en Colombia gracias a Dios- sienten temor de ser agredidos por ser judíos, y ¿aparecen personas que voluntariamente, sin ningún matrimonio o contacto con judíos, quieren ser judíos? ¿Cuándo pasó esto así, de estas proporciones, en la historia en algún lugar del planeta?
Yo recuerdo cuando era jovencita fui invitada por una compañera de la universidad, a un club muy importante, el Country Club de Bogotá. Estábamos entrando en su carro con chofer, me sentía reina, hasta que vi un letrero a la entrada que decía: “Se prohíbe la entrada a perros y a judíos”. 
Allí dejé de sentirme reina, me sentí humillada. Años más tarde, ya siendo esposa del rabino Goldschmidt, me llamó un directivo de ese mismo club, porque… ¡querían tener una sección kosher!, no, yo no lo puedo explicar.
No creo que sea un fenómeno, es una situación que se deriva de un análisis, de una realidad nueva que trae esta generación a Colombia. Si bien es cierto que es muy difícil de digerir, también es cierto que de una u otra manera hay que aceptarla.
Hay que aceptar que a pesar de tanta propaganda antisemita, a pesar de noticias tergiversadas, de periodismo malintencionado, de agresiones esporádicas, el común denominador del pueblo colombiano es pensante, sabe amar, admirar y tiene un sentido de orientación muy claro y directo.
La primera vez que supimos de gente congregada que estaba en procesos de conversión al judaísmo, fue un contacto que hubo con un grupo de 104 personas y sus familias, para ser aconsejados por nuestras comunidades. 
La mayoría de nuestras comunidades tradicionales, cerraron sus puertas de un sopetón, quedando esta gente asombrada por el rechazo, tal vez humillada, tal vez se sintieron un poco desprotegidos, como lo que yo sentí cuando leí el letrero en el Country Club. 
Sin embargo ellos fueron más fuertes que yo y más creyentes de lo que nos imaginábamos, ellos amaban –y aman- su judaísmo y estaban decididos, nada les haría cambiar de opinión. Si nuestras comunidades no les daban la mano, ellos solitos sabrían salir adelante. Y así fue.
De esta manera, esta comunidad se legalizó y oficializó bajo el nombre de “Maim Jaim”, aunque en nuestras comunidades los siguen llamando “los 104”.
Inicialmente todos ellos iban a hacer aliá, pero sucedió algo en la Agencia Judía, el que manejaba esta institución en esa época tuvo algunos problemas y los casos quedaron irresueltos. Les tocó adaptarse solitos a vivir como judíos en un ambiente católico y ni siquiera tenían el contacto con las comunidades tradicionales.
Tal vez, “Gam Zú Letová”, tal vez esto fue para bien. A algunos pocos les dimos individualmente la mano, pero no era suficiente. Ellos se conectaron con rabinos ortodoxos de Israel a quienes trajeron esa inversión, no salían con ninguna respuesta.
Finalmente vino un tribunal rabínico ortodoxo de Israel y les hizo el proceso de conversión a todos ellos. Por supuesto en ninguna de las mikvaot de las comunidades, no estaban a su disposición, tuvieron que ir a un río, y de la manera más incómoda pero que ellos disfrutaron al máximo, se hicieron judíos ortodoxos, hombres, mujeres y pequeñitos. 
Como buenos judíos se pelearon unos con otros y se dividieron en dos… hoy por toda Colombia hay 40 grupos de nuevos judíos, de comunidades emergentes, de alrededor de más de 3.000 personas. 
Cuando empecé a escribir éste artículo hace un par de semanas, se sabía de 14, a los dos días se supo de 18 hasta ayer supimos de 22 apenas terminé este artículo me enteré de una nueva y hoy ya sabemos que hay 40… podría haber más. Hay desde estratos sociales muy bajos hasta estratos altos.
Hay de todas las edades, de todas las profesiones y labores, han estudiado seriamente judaísmo, han forjado sus comunidades o congregaciones, más de 350 de ellos, han ido a Israel, muchos a prestar servicio militar, muchos a yeshivot (academias talmúdicas) y a otras labores. 
Hay varios que ya tienen smijá de rabinos. Hay shojatim (matarifes rituales), ya abrieron una yeshivá (nosotros, las comunidades tradicionales aún no lo hemos hecho, aunque tenemos un kolel), hay quienes abrieron deliciosas panaderías Glatt Kosher, hay escuelas de judaísmo después de clases, sinagogas donde hay una Torá al menos, hay las que tienen tres Torot y por supuesto baalei koré (lectores de Torá).
Se va por la calle y de pronto se encuentra con un hombre de peyot y sombrero, pero ellos, todos ellos, son sionistas, ¡aún quienes se educaron con el grupo de Satmer!, -algunos de nuestros comunitarios tradicionales, ni saben que los Satmer son un grupo jasídico de los más grandes de la actualidad, cuya filosofía es originaria de un pueblo en Hungría; antisionistas, su rebe actual es el Rabino Yoel Teitelbaum.
Es importante que se sepa que uno de los miembros de estas comunidades era el jazán oficial en Atenas y ahora es Rabino en Singapur. Algunos de ellos tienen cargos gubernamentales, otros tienen trabajos sencillos y en verdad son un ejemplo para las comunidades tradicionales.
Kol Hakavod a estas comunidades emergentes, estas comunidades que nos han dado una sorpresa inmensa de existir, estas comunidades que aparecen tan de repente, con gente de bien, que si las sabemos reconocer adecuadamente como se debe, serán una bendición para el pueblo judío que necesitamos un retorno a nuestros valores, para Israel, para el bienestar social del país donde vivimos porque seremos más aportantes al desarrollo y crecimiento de este país en nombre del judaísmo y serán sencillamente una luz de sabiduría, amor y un ejemplo a seguir.
Por la Rabanit Raquel Goldschmidt

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