En el Spectator británico, Seth Frantzman ha advertido de que no se está prestando el debido interés al conflicto libio, que puede tener consecuencias harto desestabilizadoras no sólo para el norte de África sino, sobre todo, para Europa.
La guerra civil libia dura ya casi una década, pero en el último año ha experimentado una escalada que lo ha convertido en una ‘proxy war’ regional. Y esto es importante porque Libia es una puerta de entrada de inmigrantes con destino Europa y porque quien resulte victorioso en la contienda emergerá como un acto poderoso en Oriente Medio. La parte oriental del país está controlada por Jalifa Haftar y su Ejército Nacional Libio, respaldados principalmente por Emiratos, Egipto y Rusia, [aunque] parece que [también] reciben apoyo de Francia, Arabia Saudí y Grecia. El Gobierno de Trípoli cuenta con el apoyo de Turquía y Qatar. (…)
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El conflicto libio es un ejemplo de lo que sucede cuando los Gobiernos occidentales se quitan de en medio.
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(…) con Washington cada vez menos dispuesto a ejercer liderazgo en lugares como Libia y una pandemia global absorbiendo la atención de otros países, el resultado es una ‘proxy war’ [cada vez más importante].
Libia se presenta como un símbolo del futuro de los asuntos internacionales, con las ‘proxy wars’, los drones y las potencias regionales cobrando fuerza mientras los países occidentales se hacen a un lado.
– Islamofobia en el islámico Pakistán
También en el Spectator británico, Kunwar Juldune Shahid llama la atención de los padecimientos de los musulmanes ahmadíes en Pakistán, país fundado para ser el hogar de los musulmanes del subcontinente indio que sin embargo tiene instituidas políticas discriminatorias contra unos musulmanes del subcontinente indio.
Pakistán es el único país del mundo cuyo Código Penal prohíbe a determinados musulmanes recitar las escrituras islámicas, hacer llamamientos a la oración o predicar sus creencias religiosas. Es el único Estado en el que un musulmán puede ser enviado a prisión por conducirse como un musulmán. De hecho, si se considera que ha ‘soliviantado los sentimientos religiosos’ de la mayoría, en Pakistán un musulmán puede incluso ser condenado a muerte por expresar su fe.
Todo esto quiere decir que Pakistán es con toda seguridad un Estado islamófobo como ningún otro, acogiéndonos a la siempre expansiva definición del término. Un Estado donde rige un ‘apartheid’ religioso, sancionado por la Constitución, que no sólo arrambla con los derechos fundamentales de unos musulmanes, sino que [agrava] la discriminación contra [una] comunidad [islámica] con francos llamamientos al asesinato.
Los musulmanes que afrontan semejante persecución sistemática pertenecen a la comunidad ahmadía, ‘oficialmente’ excomulgada en 1974 con la aprobación de la segunda enmienda a la Constitución paquistaní. […] la codificación del ‘apartheid’ contra los ahmadíes se produjo en 1984, mediante la XX Ordenanza del Código Penal.
En los últimos 36 años se ha informado de detenciones de ahmadíes por manifestar su fe, de incendios de mezquitas [ahmadíes] y de turbas islamistas que han asesinado a miembros de la comunidad. En 2010, los talibanes asaltaron mezquitas ahmadíes en Lahore, asesinando a más de 80 fieles en la más sangrienta manifestación de lo consignado en la Constitución paquistaní, que, como los grupos terroristas islamistas, considera apóstatas a ciertos musulmanes y contempla para ellos la pena de muerte.
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Pakistán, que renegó del primer musulmán galardonado con un Premio Nobel por su condición de ahmadí, ha pasado de no reconocer a los ahmadíes como musulmanes a rechazar considerarlos una minoría religiosa
En la National Review, Tamara Berens arremete contra la célebre institución académica libanesa por traicionar los ideales sobre los que se fundó e insta a la Administración Trump a dejar de financiarla.
EEUU manda todos los años millones de dólares a la Universidad Americana de Beirut (UAB), un centro de humanidades fundado por misioneros protestantes en 1866 (…) Recientemente David Ignatius, del ‘Washington Post’, afirmó que a EEUU le interesaba “moral y estratégicamente” apoyar a la UAB. Pero el bagaje (…) de la universidad suscita serios interrogantes sobre lo acertado de seguir procurando ese apoyo.
En los últimos años, la UAB ha sido acusada de procurar ayuda material a Hezbolá, organización considerada terrorista antagónica de los intereses norteamericanos.
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En su artículo, Ignatius se hace eco del viejo sueño de que el Líbano pueda ser un día tenido por un aliado de EEUU de perfil moderado. La UAB fue en tiempos la única institución mesoriental con un currículo a la americana, y hogar de profesores que querían promover la educación y el pensamiento liberales.
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Esa época dorada, en la que estudiantes de todo Oriente Medio y más allá acudían a Beirut a recibir una formación norteamericana, no duró mucho (…) Enseguida la universidad se convirtió en un polo de atracción para un movimiento nacionalista panárabe que era prosoviético y hostil a EEUU.
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Si bien las instituciones privadas pueden enseñar lo que quieran y contratar a quien les dé la gana, EEUU no debería perseguir el encomiable fin de liberalizar Oriente Medio mediante la financiación de universidades antiliberales.
Revista El Medio.