Max Linder fue un actor cómico francés, de la época del cine mudo.
Su verdadero nombre era Maximilien Gabriel Leuvielle, y creció en una familia judía de cultivadores de vino. Hizo su aparición por primera vez en el cine en el año 1905. Fue el cómico más exitoso de su país y de Europa en el período anterior a la Primera Guerra Mundial y al surgimiento de Charles Chaplin, quien reconocería públicamente que era discípulo suyo. Encarnó a un personaje de aspecto distinguido, de atildada vestimenta (lo que lo hizo también muy apreciado por el público femenino de aquella época, que más de una vez protagonizó algún tumulto durante sus apariciones) y que se veía atrapado en los más insólitos enredos.
Su gran éxito lo llevó tan pronto como en 1912 a ser el actor cinematográfico mejor pagado de Francia. Ya incluso por esos tiempos ensayó la dirección de algunas películas, actividad en la que también se mostró igualmente diestro.
Fue llamado a filas por el ejército de su país durante la Primera Guerra Mundial, y en ella, como tantos miles de soldados más, fue víctima de los gases asfixiantes que se utilizaron en la contienda.
Su participación en el conflicto le dejó secuelas físicas y emocionales que alteraron su salud y empañaron su carrera cinematográfica posterior. El rumor de su muerte en las trincheras había provocado en su público, en tanto, una verdadera histeria.
En 1916 marchó a los Estados Unidos contratado por los Estudios Essanay, que por entonces también contaban entre su personal a Charles Chaplin. Protagonizó varios largometrajes en Hollywood entre ellos «L’etroit mousquetaire» (conocida en los Estados Unidos como The Three Must-Get-Theres, ambos juegos de palabras con el título de la obra de Alexandre Dumas (padre), Los Tres Mosqueteros).
De retorno a su país, Max Linder fue dirigido entre otros por Abel Gance en una curiosa película de 1924 que combinaba comicidad y terror: Au secours! (Socorro!), donde pueden apreciarse sus amplias dotes actorales.
Víctima de frecuentes estados depresivos, que lo llevaron al consumo de drogas, trabó un pacto suicida con su esposa, la joven Jean Peters, con la que se había casado en 1923. El 31 de octubre de 1925 Max Linder le abrió las venas a su esposa, antes de hacerlo consigo mismo.
Condenado por las generaciones posteriores a un olvido casi absoluto, la presentación, en 1963, de la película En compagnie de Max Linder, reivindicó su obra a partir de los esfuerzos de su hija Maud Linder. La película, narrada por el famoso director francés René Clair, significó el principio de una justa revalorización que puso a Max Linder entre los grandes nombres del cine mudo.