En el mes de abril, un ciberataque iraní contra el sistema de aguas de Israel, destinado a elevar los niveles de cloro en la red agua potable, reportado por el diario británico Financial Times parece haber abierto la “temporada de caza” o la guerra en las sombras entre los cerebros de ambos países.
Los oficiales israelíes se mostraron asombrados por el hecho de que hasta aquel momento las partes se habían abstenido de apuntar a la infraestructura civil.
El ataque habría sido respondido, el 9 de mayo, según el diario The Washington Post, por medio de un ciberataque contra las computadoras que regulan el flujo de buques, camiones y mercancías en la terminal de Shahid Rajaee, en la ciudad portuaria de Bandar Abbas, sobre el Golfo Pérsico, creando un embotellamiento masivo. No solo The Washington Post sino también The New York Times atribuyó el suceso a Israel.
Pero, la semana pasada se produjo una cadena de misteriosas explosiones en la República Islámica, incluyendo, según un reporte kuwaití, un presunto ciberataque israelí contra un laboratorio en el que los científicos iraníes estaban desarrollando centrifugadoras avanzadas para acelerar el enriquecimiento de uranio en la central nuclear de Natanz, y una gran explosión en el complejo militar de Parchin que los analistas creen que está vinculado al sistema de túneles subterráneos e instalaciones para la fabricación de misiles balísticos.
Se estima que Irán está atravesando una situación difícil no solo por la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas, sino también por el efecto de las sanciones norteamericanas. Más aún, los aliados de Teherán en la región también están en problemas. El Líbano está sumergido en una crisis financiera desde hace meses a la que el Gobierno, controlado en gran medida por Hezbollah, parece no poder dar respuesta. Siria sigue hundida en el caos. Y en Irak emergió el primer ministro, Mustafa al Kadhimi, que puso a los líderes de las fuerzas paramilitares chiís pro-iraníes Kataib Hezbollah (Brigadas de Hezbollah) tras las rejas. Algo impensable hace algunos meses atrás.
No se puede descartar que los iraníes estén esperando aliviar su suerte con el eventual reemplazo en la Casa Blanca por un presidente demócrata más amigable, en las elecciones del 3 de noviembre. En este sentido, los analistas del Canal 13 de la TV israelí sospechan que si los estrategas israelíes estuvieron detrás de las últimas explosiones podrían estar especulando que tienen una ventana de oportunidad abierta hasta esa fecha porque se supone que Teherán se abstendrá probablemente de responder enérgicamente para no provocar un conflicto y crear involuntariamente un escenario que aumente las posibilidades de Donald Trump.
Por Pablo Sklarevich, Aurora