Tres incidentes, entre ellos dos explosiones en instalaciones nucleares, sacudieron a Irán en los últimos días. ¿Hay una relación entre sí? ¿Fueron ocasionados por un accidente o por causas externas? Si esto último fuera así, ¿fue provocado por un ciberataque? ¿Y cuáles serán las repercusiones domésticas e internacionales?
En la madrugada del 26 de junio una enorme explosión en el complejo militar de Parchín estremeció a Teherán, a unos 30 kilómetros al sudeste de la capital iraní. Algunos medios de comunicación le adjudicaron la explosión al rol de Parchín en el desarrollo de armas nucleares. Esto se reafirmó cuando los archivos secretos de investigación nuclear de Irán fueron llevados clandestinamente a Israel y luego revelados en 2018. La elección de Parchín como sitio para realizar los experimentos nucleares probablemente se deba a que allí se fabricaba artilleria pesada, explosivos, y combustible sólido para cohetes.
Desde 2012, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) le solicitó a las autoridades iraníes permiso para que sus inspectores recorran Parchín tras enterarse de la actividad nuclear en sus instalaciones. El pedido fue rechazado. Los iraníes luego demolieron los edificios en donde la actividad sospechosa supuestamente se habría realizado y hasta arrasaron por completo el área circundante.
En septiembre de 2015, luego de firmar el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), Teherán finalmente le permitió a los inspectores del OIEA a recorrer el área y a tomar muestras del suelo. Aunque el régimen sanitizó el lugar a fondo, se encontraron partículas de uranio antropogénicas (procesadas por el hombre) que solo se podrían haber generado durante las explosiones “de prueba en frío” de dispositivos nucleares.
Desde entonces, hasta donde se sabe, no ha habido actividad nuclear en Parchín. Por lo tanto, es probable que la explosión del 26 de junio haya sido una detonación de explosivos y/o de combustible sólido para cohetes. De acuerdo con las imágenes satelitales y el testimonio de los testigos, el impacto del estallido se extendió a una distancia de unos 800 metros, una zona conectada con varios túneles subterráneos.
El área en cuestión pertenece a la planta Khojir, que produce combustibles sólidos para cohetes Fajr, misiles de crucero, y el misil balístico Sajil de 2.000 millas (3.200 kilómetros) de Irán. Un vocero del Ministerio de Defensa iraní minimizó la importancia del incidente y afirmó que un tanque de gas industrial había explotado sin dejar víctimas fatales.
Cinco días después hubo otro estallido, esta vez en la clínica del Centro de Salud de Sinai Athar al norte de Teherán. Esta explosión, que destruyó la clínica por completo, mató al menos 19 personas, la mayoría de ellas mujeres. Conforme a las autoridades iraníes, el desastre se originó a causa de un derrame de tanques de oxígeno.
Al día siguiente se desató un incendio en la planta principal de enriquecimiento de uranio de Irán en Natanz (blanco fijado por el gusano informático de Stuxnet en 2011). Tal como en incidentes anteriores, el régimen le restó importancia a la magnitud de los daños en Natanz. El vocero de la Organización de Energía Atómica en Irán, Behruz Kamalvandi, declaró que se produjo un incendio en “un galpón industrial en construcción” y agregó que no hubo víctimas ni contaminación ambiental.
Sin embargo, los expertos estadounidenses sostienen que las imágenes satelitales identificaron la estructura dañada con un taller en donde se producían centrífugadoras para enriquecimiento de uranio de última generación. Contrariamente a las declaraciones de Irán de que no hubo más que un incendio, la imagen de la estructura dañada que expuso el Organismo Iraní de Energía Atómica muestra escombros y una puerta sin las bisagras, lo que indica que el incendio probablemente estuvo acompañado de una explosión.
Si bien el estallido en la clínica seguramente fue un accidente, los medios internacionales en general suponen que Israel y los Estados Unidos ocasionaron los otros dos incidentes, posiblemente como parte de una continua ciberguerra contra Irán. Existen varias razones por las que este podría ser el caso: el ciberataque fallido iraní sobre Israel en abril, que pretendía aumentar la cantidad de cloro en la infraestructura del agua de Israel para envenenar o enfermar masivamente a los civiles israelíes (a lo que Israel presuntamente respondió con un ciberataque en el puerto iraní de Bandar Abbas); el avance significativo de Irán en el desarrollo de centrífugadoras para enriquecimiento de uranio y la producción de cantidades de uranio enriquecido en contravención al acuerdo nuclear de 2015; y los enfrentamientos entre los Estados Unidos e Irán en el Golfo de Pérsico. También se ha especulado que Estados Unidos ha tomado represalias con estos ataques al ver que el Consejo de Seguridad no impuso el embargo de armas sobre Irán.
De todos modos, estos incidentes tuvieron lugar en un momento particularmente inoportuno para el régimen de Teherán, que está lidiando con un colapso económico y una profunda devaluación monetaria debido a las sanciones impuestas por EE.UU.; la pandemia del Coronavirus, que está causando estragos en el pueblo iraní; y los fracasos militares iraníes versus las Fuerzas de Defensa de Israel en Siria.
Fuente: BESA – Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos
* El Teniente Coronel (Res.) Dr. Raphael Ofek, Investigador Asociado del Centro BESA, es un experto en el campo de la física y tecnología nuclear y se desempeñó como analista superior en el comunidad de inteligencia israelí