Borges el silencioso, es así como lo pensamos, no porque calle, sino porque justamente un decir verdadero hace a la vibración de la palabra en el vacío por fuera de los atiborramientos, frases hechas que por carecer de silencios no dicen nada.
Cada lector podría reconocerse en las verdades que este escritor va trenzando por su estilo fundamental. A la vez pensamos que Borges a medida que el tiempo lo va alcanzando fue haciendo de su escritura un recorte, deponiendo erudiciones en sus propios términos y una escritura más del lado femenino, o sea, de lo no todo, de lo dicho a medias, entonces: silencio.
Introducirnos en la mágica escritura de Borges nos ha llevado a preguntarnos, ¿de dónde nace su saber hacer, esa captación de lo real sin haber atravesado un análisis? Es la misma pregunta que compartimos con Freud y Lacan: el primero la hizo en relación a Goethe, el segundo con Maguerite Duras. Cómo es que en el decir de Borges nos podemos reconocer en cada una de las verdades por las cuales él nos hace transitar. Qué milagroso ingenio le posibilitó no sólo escribir con maestría en cuanto al inconfundible estilo que lo hace reconocible, sino al impactante contenido de su saber del lado del no- todo entonces, maestro del vacío.
Su escritura nos alcanza no desde siempre, sino que hizo falta haber transitado cierto pedazo de vida para poder acceder a ella, no sólo en cuanto a una aproximación literaria sino por lo esencial de su decir.
A través del recorrido de la obra de Borges intentamos traducir e interpretar su texto. Texto que aún es futuro para el lector pues el artista siempre es un adelantado a su época. Para sus contemporáneos su escritura a veces ha sido ilegible, de allí que ella ha causado a que cada cual se la apropie para tejer con ella sus propias elucidaciones. El enigma, lo que no se sabe, son los vectores que despiertan al sujeto, lo arrancan de los discursos adormecedores, ilusorios y fantasmáticos allí donde otros discursos non santos bregan por mantener al hombre dormido en ese consumo de fantasías y esperanzas, siendo que correr tras lo ilusorio de la esperanza, en ella, en esa frenética batalla inútil, al hombre se le puede desperdiciar la vida.
A Borges también le interesa el trabajo que se hace en cuanto a la interpretación de un texto y dice que esta tarea debe ser hecha por fuera de toda vanidad pues es el texto de otro el que se está traduciendo. Se ocupó sobremanera de la traducción de la poesía anglosajona. El piensa que la poesía es anterior a la prosa. Se ha abocado en forma particular a la poesía sajona, a su estudio e interpretación. Dirá: “Quienes estudien la poesía sajona, la escáldica, descubrirán extraños y barrocos ejemplos de la metáfora”. El barroco empuja al doblez, a la ocultación, a buscar la otra escena freudiana y a poner a la mirada en función. También hace a la escritura femenina, textura de bordes y de agujeros, construcciones “por su reverso” y de un constante envés. Una escritura de naderías, que rompe y desarticula las falsas apariencias y los enunciados pretenciosos de las meras letras vanidosas, entonces que conllevan un verdadero porte fálico.
¿Qué es para Borges ser un poeta? Un scop dirá, un trovador, un viajero, que con sus relatos de viajes es recompensado por los reyes. La palabra scop -refiere Borges- deriva del verbo scieppan que sería dar forma, crear. Entonces, es paralela a la palabra poeta, que en griego quiere decir hacedor y en alemán dicther, el que sabe hacer en torno al vacío.
Tenemos así el hacedor, una función que lleva el acto de la palabra. Un viajero que erra por los caminos llevando sus verdades, un vagabundo que debe soportar esas verdades ya que no es tarea fácil “ser un cantor profesional, un scop” según nos lo recuerda Borges. Esta no es una tarea liviana pues con sus verdades cantadas veladamente va denotando por la metáfora que encierran las mismas, aquello que no se quiere saber. Y siendo que es el síntoma el que tiene como función develar la verdad es que junto al poeta va ofreciendo su canto, entonces hace que se pueda leer la otra escena en el descubrimiento freudiano nominado por él: lo inconsciente. Es más, el poeta hace a la función de síntoma, de allí que es homologado al deseo del analista cuando éste opera del lado del no-todo y encarna el desecho del lenguaje. Poeta y analista, dos traductores de naderías que se apropian del malestar en la cultura para hacer del desecho una creación inédita y así el sujeto pueda habitar en otro afecto distinto al de la tristeza.
Borges creció en la ceguera y le debe a ella el estudio del anglosajón, el idioma de sus mayores. No permitió que “la ceguera lo acobardara”, y es así que junto a ella lo ponemos en serie con los grandes videntes que nos ha dado la humanidad: Sansón, Homero, Tiresias, Milton, Groussac, entre otros. Y es así como él desde su ancho mundo brega por develarnos los arcanos de esos bravos que llegaron a las costas de Inglaterra con la musicalidad, tanto de sus lanzas, como de sus lenguas. Repetimos con él “quien es poeta lo es siempre, y se ve asaltado por la poesía continuamente (…) Para la tarea del artista, la ceguera no es del todo una desdicha: puede ser un instrumento”. Esa ha sido la arcilla de su arte, su nudo en las tinieblas.
Borges se pasó la vida haciendo un pase discursivo, no una escritura acabada, sino un constante viaje, un tránsito hasta el arribo definitivo a su última morada, acogido en el portal de cuerno en la evocación virgiliana. Y es así como dirá: “Estamos hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos hechos para la poesía o posiblemente estamos hechos para el olvido”. Y concluye su conferencia dada en el año 1977 de la siguiente manera: “Cada uno se define para siempre en un sólo instante de su vida, un momento en el que el hombre se encuentra para siempre consigo mismo”.
Agradecemos a Borges haber sido Borges y dejarse habitar por la letra-carta que encontró en él a tan desarrapado poeta, ese que en el espíritu de Rimbaud definimos: “El Poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y sistemático desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca en sí mismo, agota en sí mismo todos los venenos, para guardar de ello sólo las quintas esencias”.
¿Hallaremos alguna vez a Un analista-Poeta así?