Ustedes pensarán que nada tiene que ver Petra con Teherán. Pues es cierto, pero no del todo. Para los israelíes por lo menos. A ambos lugares un israelí no podía y no puede viajar.
Petra, el importante enclave arqueológico en Jordania, y la capital del antiguo reino nabateo, excavada y esculpida en la piedra, la piedra roja, al este del valle de la Aravá, que se extiende desde el mar Muerto hasta el golfo de Aqaba. Tan cerca y tan lejos, y que forma parte de las nuevas siete maravillas del mundo moderno. Además, y según la tradición árabe, es el lugar donde Moisés hizo que brotase una fuente de la piedra al golpearla con su bastón. Pero ahí los israelíes no podían llegar.
En 1950 el escritor Jayim Jefer, cuya familia emigró a Palestina en 1936, escribió un poema que se hizo canción, La piedra roja, que es el nombre que los israelíes dieron a Petra, donde describe a los jóvenes israelíes que, atraídos por la cercanía y la belleza mágica y el desafío para llegar ahí, durante años trataron de cruzar la frontera para verla con sus propios ojos. La empresa no era fácil, y muchos de los que lograron llegar fueron capturados y no volvieron jamás. Solamente después de 1994, cuando se firmó la paz entre Israel y Jordania, pudieron los israelíes finalmente visitar Petra.
Pero ir a visitar Teherán, es otra cosa.
Desde el día que comenzó la serie Teherán el 22 de junio, tanto los israelíes como los iraníes en Irán, los lunes, no se despegan del televisor para seguir a la protagonista Tamar Rabinyan, una mujer judía nacida en Irán, que creció en Israel y se convirtió en agente del Mossad, cuya misión es inhabilitar un reactor nuclear, neutralizando para ello a la fuerza aérea de defensa iraní, para que los aviones de guerra israelíes puedan bombardearlo y prevenir que Irán obtenga la bomba atómica. Cuando su misión falla, Tamar queda sitiada en la tierra de su infancia y descubre sus raíces “locales”, amigándose además con jóvenes activistas que están a favor de la democracia. Pero no pensamos contarles lo que pasará entonces.
Teherán es el nombre de esta exitosa serie de la televisión israelí, que trata básicamente de lo que sucede en el país enemigo de Israel, así declarado por el régimen de los sacerdotes chiítas que gobiernan el país, y que han declarado en incontables ocasiones que harán todo lo que esté en su poder para eliminar, quitar del mundo, a Israel y lo que representa ese ente sionista.
El director de la serie es Dani Syrkin, y los guionistas son Omri Shenhar y Moshe Zonder. A estas alturas, sería apropiado presentar a los personajes y los actores que los encarnan. La principal protagonista como ya mencionamos, es Tamar Rabinian interpretada por Niv Sultan. Es la mejor hacker de la unidad (infiltradora en el espacio cibernético) de la comunidad de inteligencia israelí, capaz de develar los sistemas de seguridad iraníes, y como ya dijimos, nacida en Teherán y enviada bajo una identidad falsa.
Paraz Camali (Shaun Toub) es el jefe de investigaciones de la Guardia Revolucinaria Islámica de Irán, encargado principalmente de descubrir agentes extranjeros en Irán. Nacido en Teherán de una familia judía, hoy vive en Los Ángeles.
Masud Tabrizi (Navid Negahban) es un hombre de negocios en Teherán, dueño de una agencia de viajes, pero en realidad se trata de una cobertura para su actividad secreta como agente del Mosad. Se le conocen sus capacidades, su fidelidad, y es el que prepara el terreno para la llegada de Tamar a Teherán.
Meir Gorev (Menashe Noi) es el jefe del Mosad en Israel. Milad Cahani (Sharbin Alenbi), es un brillante hacker opositor al régimen, y es parte de la comuna de opositores que junto con Tamar está en contacto discreto a través de internet desde algunos meses atrás. Por supuesto que no faltará un toque de romance entre ellos. Claro que hay más, pero éstos serían los más frecuentes y visibles.
El tono de la serie ya se palpa en el primer capítulo, donde Tamar debe introducirse en la capital de Irán y sucede, mediante un truco de identidades del cual sospecha desde un comienzo Camali, que al parecer también él sabe trabajar con el computador, pero aún le faltan datos. En ese primer capítulo, que parcialmente transcurre en Jordanian Airlines, encontramos a una pareja de jóvenes israelíes que viajan a la India, pero héte aquí que el avión, por un defecto mecánico, tiene que aterrizar en Teherán. Aterrados los jóvenes, protestan, pero de nada les vale, y son interrogados con dureza, sospechados de terrorismo por ser israelíes.
Un incidente importante ocurre cuando la chica cree reconocer a Tamar como compañera de una unidad militar del ejército israelí. En ese capítulo, Tamar viaja en taxi y ve a un hombre colgado en lo alto de una grúa en una plaza, y el conductor le explica que se trata de algo habitual, en este caso “el hombre estaba acusado de desfalco o fraude o algo parecido”, comenta, en fin, como si nada, el funcionamiento de la justicia persa.
El propósito de Tamar es introducirse en el computador de la compañía eléctrica y de ahí llevar a cabo un sabotaje que permita una acción militar de Israel. Por supuesto, todo esto y la supuesta Teherán están filmados en Grecia. Filmación de gran ritmo, montaje veloz, al espectador no se le da tiempo para distraerse, aburrirse, a lo sumo puede parar la transmisión para hacerse un café.
La técnica nos recuerda bastante a las series norteamericanas, y, por qué no, a Fauda, otro éxito de la televisión israelí que puede verse, ¿dónde?, en Netflix, por supuesto. Hay intrigas, problemas personales, por ejemplo, cuando obligan a Camali a reconsiderar sus acciones, cuando su esposa es secuestrada. Poco humor, estamos ante un drama absorbente y constantemente se van agregando problemas y situaciones para mantener al espectador, (y a la espectadora, no seamos machistas), en acción y expectación de lo que pueda ocurrir. Según lo que se cuenta, al parecer esta serie es muy vista en Irán, obviamente. A pesar de su notorio parecido a otras series, no deja de ser merecedora de ser vista y apreciada. A favor de la democracia en Irán.
Por supuesto que la prensa iraní ha criticado las serie tildándola de una “producción anti-iraní” por su oposición al programa nuclear. Algunos medios hablan de la agresividad del Mossad, que siempre defiende sus acciones bajo el pretexto de la “seguridad nacional”, mandando espías a Irán por un lado y cuando en la misma serie Israel asesina a su propio espía local, leal a Israel. Hay de todo en la serie, secuestros como si cualquier cosa de civiles iraníes, judíos iraníes que se ven como espías potenciales y claro, israelíes que siempre son los inocentes, los buenos de la película. Y no, no lo somos, pero igual el próximo lunes no nos perderemos el próximo capítulo donde Tamar… y… no, no podemos contarles…
El diálogo es en hebreo y farsi.
Y a propósito: ¿qué harías tú en una ciudad hostil bajo una cacería mortal donde todos hablan farsi?
SHULAMIT BEIGEL Y HENRY WEIL