En la última década se ha presenciado una explosión de ataques a la memoria del Holocausto. Esto se expresa de diversas maneras, tales como la puesta en duda de la naturaleza única del Holocausto. Esta versión se ha expuesto en debates públicos recientes en Alemania y también se ha encontrado en las manipulaciones de la historia por parte de ciertos académicos.
Durante décadas, la memoria del Holocausto ha sido atacada por todas los costados: la extrema derecha, la extrema izquierda, y algunos sectores del mundo islámico. Una estrategia común consiste en aseverar que contrario al punto de vista judío, el Holocausto no fue singular.
Si analizamos la cuestión sobre una base puramente empírica, el Holocausto fue inequívocamente un acontecimiento único. Si bien algunos aspectos son comparables con otros genocidios, las características en conjunto no lo son. Varios criterios de manera colectiva hacen del Holocausto un hecho sin precedentes: la totalidad del foco (todos los judíos de todo el mundo), la prioridad (todas las ramas del estado alemán estaban involucradas en la misión), la naturaleza industrial y la impracticabilidad (en lugar de explotar a los judíos con fines laborales, éstos fueron asesinados).
Emil L. Fackenheim, el notable filósofo del Holocausto, destacó que el Genocidio Armenio se limitó al Imperio Turco. Incluso dentro de ese imperio, no todos los armenios eran considerados enemigos- aquellos que vivían en Jerusalén se salvaron, por ejemplo. El confinamiento geográfico también se aplica a los genocidios en Camboya, Ruanda, Bosnia y Sudán.
Tal como señaló Fackenheim, los nazis, por el contrario, se propusieron exterminar hasta el último judío de la faz de la tierra. Él sostuvo que si bien el Holocausto pertenece a la especie del “genocidio”, la exterminación sin límites, planeada y a mansalva durante el Holocausto no tiene precedentes ni tampoco consecuentes, por lo menos hasta ahora. Por lo tanto es totalmente apropiado denominarlo “singular”.
David Patterson, otro filósofo judío, continuó con la postura de Fackenheim. Patterson escribió que al comparar a la Shoá con otros genocidios,
“Iría aún más lejos e insistiría en que el Holocausto no puede reducirse a un mero caso de genocidio, como así tampoco a cualquier otro fenómeno histórico y político, en sentido estricto, aunque ciertamente incluya dichos aspectos. Los nazis se propusieron aniquilar más que un pueblo… se propusieron eliminar un principio fundamental, hacer desaparecer milenios de testimonios y enseñanzas de judaísmo, destruir el Dios viviente de Abraham, Isaac y Yaakob; erradicar un modo de entender a Dios, al mundo y a la humanidad que personifican los judíos en particular.”
En Alemania, el debate sobre la singularidad del Holocausto resultó ser un tema complementario al reciente caso de Achille Mbembe. Este famoso intelectual de Camerún había sido invitado para dar el discurso inaugural en el festival de música Triennale este agosto en Alemania. Después se supo que es un incitador antiisraelí y que estuvo involucrado en actos antisemitas. Luego hubo un debate público que continuó pese a la cancelación del festival a causa de la pandemia del Coronavirus.
Una de las tantas críticas a Mbembe fue por comparar al Holocausto con el Apartheid y sostener que la única diferencia entre ellos fue la magnitud. Alan Posener, editor de Die Welt, respondió que dicha crítica es fundamentalmente falsa: “El Holocausto no fue una versión más grande del Apartheid; es más, el Apartheid tampoco fue una versión más pequeña del Holocausto. No fue un proceso cuantitativamente distinto sino uno cualitativamente desigual”.
Respecto del caso Mbembe sobre la memoria nacional, existe un segundo aspecto importante. Por desgracia, esta cuestión llegó a la primera plana principalmente gracias a aquellos que hacían todo lo que podían por dejar bien parado a Mbembe y a su antisemitismo.
La memoria del colonialismo fue la pieza central de una carta abierta que más de 700 eruditos y artistas africanos firmaron en el mes de mayo. La carta estaba dirigida a la Canciller Ángela Merkel y al Presidente Frank-Walter Steinmeier. Allí decía: “Nosotros, los intelectuales, pensadores, autores y artistas africanos condenamos sin reservas la falsa acusación antisemita de la extrema derecha, hostil a los extranjeros y a los grupos conservadores de derecha en Alemania contra el Profesor Achille Mbembe.”
El primer párrafo de la carta contenía dos mentiras. La primera era que Mbembe jamás había hecho declaraciones antisemitas, una afirmación fácil de refutar. La segunda era que las acusaciones contra Mbembe venían de la extrema derecha. De hecho, la revelación de su antisemitismo provino más que nada de fuentes populares. La carta concluía con la descarada pretensión de despedir a Felix Klein, el comisionado alemán contra el antisemitismo. Klein había dicho la verdad sobre el antisemitismo de Mbembe aun antes de que saliera a la luz más información en relación con la difusión de su odio.
Una destacada defensora alemana de Mbembe, la Profesora Aleida Assman, contó en una entrevista en Die Welt: “Los críticos ven a Mbembe como un predicador del odio. Yo lo veo desde el lado de la empatía.” Esto es notablemente falso. Aunque Mmembe fomenta la “empatía” y la “reparación del mundo”, no esconde su desprecio por Israel y no promueve ningún tipo de empatía en absoluto. En una entrevista radial de Deutschland Kultur sobre el caso Mbembe, Assman reconoció que le costó entender a Mbembe dado su estilo abstracto y filosófico que a veces se torna poético. Agregó que lo que más le interesa son sus reflexiones sobre la reparación de las relaciones post-coloniales.
Otra académica que salió en defensa de Mbembe, la filósofa Susan Neiman, quien se especializa en la memoria cultural desde una perspectiva global, respondió que “no sabía” cuando se le preguntó cuáles eran las conclusiones que podía sacar de la obra de Mbembe.
El Profesor de etnología Hans Peter Hahn de Frankfurt afirmó que la confesión improvisada de las dos expertas de que “no tenían idea acerca de las teorías de Mbembe” demuestra que “los intelectuales alemanes se permiten hablar sobre los autores africanos y en nombre de ellos sin siquiera haberlos leído”.
El filósofo Ingo Elbe observó que se está luchando una batalla indirecta contra Israel mediante ataques a la memoria cultural alemana y al supuesto provincialismo. Tal como Elbe lo expresa, el concepto post-colonial de la memoria ha dado lugar a la afirmación errónea de que enfatizar la singularidad del Holocausto genera indiferencia ante el sufrimiento de otros. Añade que deben combatirse la rivalidad entre las víctimas y la idea de que el recuerdo del Holocausto injustamente atenúa otros recuerdos y le resta importancia al antisemitismo por parte de los negros y los musulmanes. Esto también significa hacer la vista gorda específicamente sobre las experiencias judías que se sacrifican en pos de una estrategia de contra-hegemonía antirracista.
Otro de los ataques sobre la singularidad del Holocausto tiene lugar en el mundo académico internacional. El destacado erudito del genocidio israelí Israel W. Charny observa: “En el mundo académico se ha desarrollado una alternativa a las clásicas negaciones ‘chapuceras’ del Holocausto. Varios académicos ahora propagan la hipótesis explícitamente falsa de que los judíos no eran el objetivo puesto que eran judíos. Lo que sostienen en lugar de ello es que eran una minoría perseguida por los nazis junto con otras minorías.”
Charny agregó:
“Esta clase de malabarismo intelectual engañoso dio lugar a declaraciones totalmente falsas en varias publicaciones del “respetable” Journal of Genocide Research (JGR, por sus siglas en inglés). El caso alemán de la disolución o minimización del Holocausto no solo es un fenómeno de ese país. En una de las publicaciones se afirma que específicamente la Conferencia antijudía de Wannsee no fue motivada por el odio a los judíos en absoluto, sino que representaba una política hacia las minorías europeas como un todo, pese a que esta conferencia sentó las bases para la “Solución Final”. Charny concluye, “La idea distorsionada de que el Holocausto es uno de los tantos genocidios que el régimen nazi alemán perpetró minimiza la importancia fundamental del Holocausto; un concepto promulgado por una cantidad alarmante de eruditos bona fide del genocidio”.
En la última década ha habido un auge de la minimización del Holocausto. Esto se manifiesta de muchas maneras, entre ellas la inversión del Holocausto (es decir, afirmar que Israel actúa como los nazis), la negación, la evasión, el blanqueo, la “desjudización”, la equivalencia y la trivialización, como así también otras distorsiones que surgieron en los últimos años. Mientras no haya amplios programas de estudios post-Holocausto, se tendrá que hacer frente a estos abusos a la memoria una y otra vez.
Fuente: BESA Centro Begin-Sadat Center para Estudios Estratégicos.
El Dr. Manfred Gerstenfeld es Investigador Superior Asociado del Centro BESA, ex presidente del Comité Directivo del Centro de Asuntos Públicos de Jerusalén, y autor de “The War of a Million Cuts”. Entre los honores que ha recibido se encuentra el Premio Internacional León de Judah 2019 del Instituto Canadiense de Investigación Judía, que lo galardonó como destacada autoridad internacional sobre antisemitismo contemporáneo