UN RELATO DE DOS PATRIARCAS LIBANESES

Hace cien años, un visionario patriarca católico maronita presidió el fatídico nacimiento de lo que sería la República del Líbano. Un siglo después, otro Patriarca maronita se pronuncia, ante viento y marea, en salvar lo que queda bajo circunstancias totalmente diferentes, incluso aun más terribles.
Muchos están conscientes del papel que el Venerable Elías Butros Hoyek (1843-1931), el 72avo Patriarca maronita, jugó para asegurar un Gran Líbano independiente, bajo un mandato francés, en la Conferencia de Paz de París entre los años 1919-1920 luego de la Primera Guerra Mundial. Pero la probabilidad de la aparición del Líbano como nación independiente no estaba del todo clara en las turbulentas décadas que precedieron a esta decisión. Los maronitas y todos los libaneses estaban tan divididos como lo están ahora. 

El clero maronita se enfrentó a aquellos modernizadores liberales, aquellos innovadores masónicos provenientes de América y una clase burguesa en ascenso se enfrentó a las élites terratenientes tradicionales. Mientras la iglesia maronita tradicionalmente dirigía su mirada hacia el oeste, hacia Francia y el Vaticano, Hoyek también sintió la necesidad de cubrir sus apuestas, en 1905 visitando y alabando al Sultán otomano Abdul Hamid II en Estambul. 

Algunos en Beirut y en la diáspora trabajaron fervientemente para lograr un estado libanés dominado por los maronitas, mientras otros buscaron una gran Siria. La situación se tornó muy peligrosa. En octubre de 1918, mientras los otomanos colapsaban, las tropas francesas impidieron que los hachemitas apoyados por los británicos reclamaran el Líbano como parte de un nuevo estado árabe de Siria.

Fueron los aliados occidentales que llegaron en 1918 los que recuperaron el Líbano luego de tres años de hambruna inducida por los otomanos en el Monte Líbano. En extraña semejanza a la crisis libanesa de hoy día, la hambruna fue una combinación de acciones del estado (otomano) gobernante, corrupción e incompetencia, desastres naturales y represión política junto a acciones por parte de Occidente contra sus enemigos en forma de un bloqueo naval aliado. La supervivencia del Líbano como pueblo y su eventual surgimiento como estado en 1920 no fue algo muy seguro, pero incluso a finales de los años 70, Hoyek era una figura poderosa y capaz.

Un siglo después y el Líbano se encuentra en pleno desplome. No existe una hambruna como la de hace un siglo, pero si hay hambre. En cuestión de meses la moneda libanesa ha perdido el 80% de su valor, ya que los salarios y ahorros se deprecian en valor. La mayor parte de la tan preciada clase media del Líbano ahora es pobre. El desempleo ha aumentado del 15% a más del 60% en menos de un año. 

Una predicción es que las tres cuartas partes de la población dependerán de una ayuda alimentaria para finales de año. Alimentos, medicinas y electricidad son escasos. A medida que la crisis se profundiza, al gobierno libanés se le ve extrañamente perezoso en tomar medidas para abordar una crisis que muchos vieron venir hace ya un año. Para aquellos en el poder, la prioridad es permanecer allí y en todo caso, consolidar ese control en el poder.

Los medios de comunicación libaneses fueron incentivados la semana pasada por las declaraciones del actual Patriarca maronita, cardenal Bishara Butros Al-Rai (n. 1940), visto como crítica al estatus quo creado por Hezbolá, que controla el gobierno del Líbano y se encuentra estrechamente aliado al Presidente maronita del Líbano Michel Aoun. En una homilía el 7 de julio y en una entrevista en la radio del Vaticano el 15 de julio, Al-Rai pidió a un Líbano «soberano» que adopte una postura «neutral» en la región, lo que se ve como una ruptura con la narrativa de Hezbolá sobre el Líbano siendo este parte del «eje de la resistencia» liderado por Irán contra Israel y los Estados Unidos.  Este señaló que el Líbano ha pagado un muy caro por las aventuras militares de Hezbolá en la región, alienando a posibles donantes.

Los comentarios de Al-Rai provocaron una respuesta crítica del muftí chiita Ahmed del Líbano Kabalan y despidos leves del primer ministro y del presidente libanés, quienes trataron de ocultar el incidente. Las voces en las redes sociales fueron, naturalmente, más extremistas en sus críticas.

No deja de sorprender que los líderes religiosos libaneses sean a menudo figuras controvertidas y esto lo es más para el Patriarca maronita del Líbano, que es a la vez un líder religioso y por la naturaleza de la singularidad demográfica y el sistema sectario del Líbano, altamente político. El predecesor de Al-Rai Nasrallah Sfeir, fue visto generalmente como un oponente a menudo solitario del régimen de Assad en Siria y de Hezbolá. Los entusiastas partidarios maronitas de Aoun incluso organizaron manifestaciones en su contra. Al-Rai ha sido mucho más prudente desde que asumió su cargo en el año 2011. Este elogió al régimen de Assad en el 2011 y 2012, ya que la violenta represión  condujo a una revuelta abierta en ese país vecino, un hecho que los disidentes sirios no han olvidado. Para consternación de algunos libaneses, Al-Rai en ese momento también respaldó para que Hezbolá tuviese en su poder sus propias armas independientemente del estado libanés.

Al-Rai no es el primer líder religioso cristiano libanés en criticar el dominio que ejerce Hezbolá sobre el país (el arzobispo ortodoxo griego de Beirut Elías Audeh, lo ha hecho recientemente en términos mucho más duros). Él, de hecho, se ha tardado en hacerlo. Y aparentemente, las críticas fueron relativamente leves y dadas con todo tipo de advertencias diplomáticas habituales.Tanto aquellos que elogiaron los comentarios del Patriarca como aquellos que lo condenaron los consideraron significativos dada su suavidad, algunos dirían debilidad, durante la última década.

Pero, a pesar de que estos sentimientos son bienvenidos para aquellos que se preocupan por el Líbano, los comentarios parecen ser solo una parte muy pequeña de las palabras y hechos que se requerirán en los meses críticos por venir. El tiempo de los matices ha pasado. La crisis económica libanesa sin ningún control está desacreditando a muchas instituciones y sacudiendo la confianza en casi toda la autoridad en este país.

La crisis amenaza a todos los grupos confesionales, pero está devastando las instituciones básicas que forman los pilares de la histórica comunidad cristiana del Líbano, las pequeñas empresas y los empresarios, e incluyen las escuelas parroquiales del país[8]. Tanto el gobierno francés como el estadounidense han ofrecido algunos fondos de emergencia para el área de educación, pero esto no será suficiente. 

A medida que los peores efectos de pobreza del país se sienten en el 2020, el deseo de muchos libaneses, incluyendo a cristianos de clase media y ahora pobres, de abandonar el país solo se verá intensificado. En el 2019, el porcentaje de emigrantes libaneses aumentó en un 42% y las investigaciones mostraron que el 60% de los cristianos libaneses ahora están interesados ​​en emigrar. La población cristiana del Líbano, que ya se redujo a un tercio de la población del país a partir del año 2018, puede estar a punto de implosionar.

Las crisis existenciales tal como la que se desata hoy día en el Líbano pueden revelar lo mejor y lo peor de la población. La mayoría de la élite política ha sido desenmascarada como charlatanes corruptos utilizados repetidamente por Hezbolá para implementar su gobierno. Los muchos libaneses musulmanes y cristianos heroicos en las calles desde octubre del 2019 son un motivo escaso pero muy real de esperanza.

A nivel nacional, el Líbano está repleto de líderes y sin embargo, carece de un liderazgo verdadero que pueda construir en lugar de destruir. Al-Rai bien puede estar a la altura del desafío. Su trayectoria política no es muy alentadora. Puede que no sea otro Sfeir y más improbable aún es que ahora se convierta en otro Hoyek, a quien el historiador Franck Salameh ha llamado «una figura imponente» y «bulldozer».

Desafortunadamente, las probabilidades son peores para el Líbano ahora en el 2020 que en 1920. Al-Rai, de 80 años, presidirá impotente la rápida desaparición del Líbano y se convertirá en un pastor cuyas ovejas se encuentran en Australia o Francia o, de manera improbable, convocará la voluntad de movilizarse y arrasar. Y que se le una en esta tarea urgente cualquier otro cristiano y musulmán libanés que desee ver sobrevivir a su país.

*Alberto M. Fernández es Vicepresidente de MEMRI

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